(ATENCION: este artículo tiene UN SOLO SPOILER sobre Avengers: Endgame, al final, inofensivo y colocado como servicio al espectador.)
Es una discusión tan vieja como el cine, porque los bodoques pretenciosos de superacción con actores de madera no son de ahora, y si no basta preguntarle al Charlton Heston de Ben Hur. Es una discusión que derivó a un vano River-Boca, una pelea inútil entre quienes desdeñan el cine “pochoclero” y quienes tildan de elitistas a los que prefieren el cine arte. Habrá que vivir y dejar vivir: si la intención del cine es contar historias, suspender la incredulidad, atraer, entretener y hasta magnetizar a los seres humanos, ambas opciones deberían ser válidas. Entrar en la discusión sobre qué es realmente cine y qué no lo es sirve para un buen debate, y en todo caso el debate se vuelve más interesante cuando aborda la cuestión del modo en que los tanques de Hollywood acaparan pantallas y eliminan posibilidades para la difusión del resto de variables cinematográficas.
De disfrute, precisamente, se trata Avengers: Endgame. De disfrute para su público específico, claro. Este diario publicará la acostumbrada reseña cinematográfica este jueves, aquí no se pretende un “veredicto” crítico sino otra cosa. Entre Game of Thrones, este final de fase de la factoría Marvel y el estreno a fin de año de Star Wars IX-The Rise of Skywalker, la patria del cine fantástico teme que le estallen las venas de puro nerdismo. Porque lo que realmente importa a la hora del cine mainstream de superhéroes es si su lógica interna funciona, si se respeta a los personajes y si hay una autoconciencia que impide pasarse de rosca. Descuidar este último item es lo que le resta puntos a menudo a las películas de DC: ya es un lugar común y no quiere decir que no haya buenos productos de la compañía rival de Marvel, pero es rigurosamente cierto que los superhéroes del sello fundado por el mayor Wheeler-Nicholson en los años ‘30 a veces caen abrumados por un excesivo peso existencial.
Marvel dio en la tecla más pronto. A la hora de la adaptación cinematográfica de la era (hiper)moderna, supo ser más pulp y más pop. Supo ser más divertida. Como en anteriores títulos del ya extenso Marvel Cinematic Universe, Endgame vuelve a tirar one liners que, sobre todo en una primera parte algo angustiante, descomprimen y le dan al espectador eso que está buscando: satisfacción. El fan del MCU no quiere un Rocket Raccoon virado al gris por la enorme derrota de Infinity War: lo quiere ácido y deslenguado, capaz de bardear a colegas bastante más grandotes y poderosos que él. Como único representante en pie de los Guardianes de la Galaxia, el ¿mapache? con la voz de Bradley Cooper cumple en representar al título más irreverente de toda la saga. A la vez, su presencia hace que en las butacas se espere con ansiedad la reaparición de Quill, Drax, Gamora y Groot. ¿Vuelven? Lo dicho al comienzo: aquí habrá un solo spoiler, y no pretende arruinarle la experiencia a nadie.
Lo que consigue Endgame es ponerle el moño a un paquete más que complicado. Las 22 películas producidas en 12 años –sin contar todos los subproductos televisivos, que expanden aún más el MCU– le dieron forma a las tres “fases” que llegan a su fin con estas casi tres horas que retoman el desastre provocado por Thanos el año pasado. El fan comprará su entrada sin necesidad de ninguna recomendación, pero igual hay que decirlo: ese moño tiene una forma impecable, que recompensa cada minuto de ansiosa espera y cada esfuerzo para evitar al desubicado que revela secretos en las redes. Hay todo un segmento de esperable amargura acompañando a los héroes derrotados; hay pasos de comedia, intercambios e imágenes y frases que arrancan risas; hay batallas que arengan y producen -hasta en la función privada para la prensa, que a veces también tiene rasgos de humanidad- brotes de aplauso en momentos de victoria; y hay, esto es sabido, pérdidas, dolores y adioses. Difícil que al marvelita de corazón no se le humedezcan los ojos con un par de escenas clave.
¿Es exagerado llorar con una de superhéroes? En esto hay coincidencia general: el cine debe ser capaz de emocionar, y hasta el producto más pochoclero, el que por momentos responde a la lógica del dibujo animado, puede ejercer esa capacidad. Endgame lo hace. Al cabo, aquí se termina la Fase 3. Vendrán nuevas historias y todo dependerá de los creativos del estudio para no agotar la vaca lechera y no repetir demasiado los recursos, pero Endgame hace honor a su título, es el final y la despedida de una historia épica que construyó pacientemente su poderoso vínculo con el espectador. Estos Avengers representan algo más de una década ganada para los seguidores del fantasy: más que suficiente para salir del cine con un gesto de agradecimiento.
(Y aquí el spoiler-servicio: no hace falta ver quince minutos de letreros. Esta vez no hay escena postítulos... y tampoco es necesaria)