En más de una ocasión asociamos al teatro únicamente con el entretenimiento dirigido a unos pocos y muchas veces construimos un imaginario acotado a la calle Corrientes. Pero el arte implica, entre otras cosas, un modo de expresión a partir del cual es posible superar contextos complejos y de violencia. Gastón Frías y Maggie Helou son docentes de actuación para niños/as y jóvenes en la Asociación Civil Detrás de Todo en la Villa 31 bis de la Ciudad de Buenos Aires y sus palabras dan cuenta de ello. “La cultura despierta la creatividad, la imaginación, la curiosidad y, sobre todo, la empatía. No hay nada más peligroso que una población apática, en donde cada individuo piensa y actúa exclusivamente en base a sus intereses personales”, comenta Maggie.
Gastón entiende al arte como transformador y Maggie cita a Augusto Boal quien definía al teatro como un ensayo para la revolución. Ambos consideran que a partir de ejercicios lúdicos niños y niñas pueden representar situaciones que transitan en sus vidas para enfrentar miedos y frustraciones, pero también alegrías. Para Maggie “en el barrio hay una necesidad muy grande de ficcionalizar hechos sociales concretos y habituales”. Los dos conciben a la actuación como una herramienta para cambiar y mejorar sus vivencias. “Nos gusta dar los talleres en la Villa 31 porque creemos que ante una clara indiferencia social y estatal para con los pibes y las pibas del barrio, ante una violencia policial e institucional tan fuerte con los sectores más marginados, es importante revalorizar y reivindicar la lucha popular, la conciencia de clase y la dignidad humana. ¿Qué mejor forma de hacerlo que a través del arte?”, dice Gastón.
Brindar dichos talleres implica dar voz a niños/as y jóvenes que, en comunidades adulto centristas, pocas veces la tienen. “Para ellos y ellas el teatro significa poder hablar de cuestiones que en otros ámbitos no podrían decir”, cuenta Maggie. Gastón agrega: “se les llenan los ojos de orgullo al ver en pantalla grande lo que son capaces de hacer cuando la mayor parte de la sociedad les dice que no son capaces de nada”.
Se trata de comprender que la actuación es un proceso de liberación y autovaloración, pero también supone desandar y cuestionar formas de entender nuestras prácticas. Gastón expresa que como talleristas intentan romper jerarquías y estratos comunes de la relación alumno/docente y Maggie añade que su propósito es que los chicos y chicas sientan que en el lugar donde se encuentran ninguna emoción es juzgada.
Al finalizar las clases se abre un espacio de debate donde reflexionan sobre las situaciones que decidieron personalizar, circunstancias que principalmente tienen que ver con la vulneración de sus derechos. “Romeo y Julieta BIS” –basada en la obra de Shakespeare, pero localizada en la Villa 31– es una de las producciones, protagonizada por los/as más pequeños/as, y que se puede encontrar en Internet. Aunque ya fue proyectado en el Festival de Jóvenes y Memoria en Chapadmalal, pronto se encontrará en las redes “Las otras caras de la inseguridad”, un cortometraje escrito por pibes y pibas de un taller de revista que brindan otros docentes de la Asociación e interpretado por los/as adolescentes con los/as que trabajan.
Estos chicos y chicas nos invitan es a escuchar sus voces, aprender de ellos/as y a no dudar en exigir subsidios culturales para que cada vez más pibes/as de la Villa 31 y tantas otras puedan hacer producciones audiovisuales que los enaltezcan y, que de ese modo, sólo quede por decir: “luz, cámara, acción”.
* Licenciada en Comunicación UNQ