La inauguración de la Feria del Libro tuvo nuevamente el marco del escrache. Ocurrió durante el discurso del secretario de Cultura, Pablo Avelluto, cuando un nutrido grupo de asistentes comenzó a silbar al funcionario. A este escrache se sumó paradójicamente otro, protagonizado por él mismo. Es que la enumeración de logros nimios vinculados con el sector que intentó ofrecer, contrastó de manera brutal con las cifras duras que acababa de ofrecer María Teresa Carbano, presidenta de la Fundación El Libro. Cifras que hace muy poco dio a conocer la Cámara Argentina del Libro, y que demuestran no solo la crisis severa que atraviesa el sector, también la falta de apoyo y hasta las trabas que viene sufriendo en los últimos años de parte del Estado. El discurso que sí fue escuchado con atención -dentro y fuera de la sala Jorge Luis Borges, donde se había instalado una pantalla gigante-- y aplaudido largamente fue el de Rita Segato, encargada de abrir la feria este año.
El dato duro y real de que en la Argentina se producían 83 millones de ejemplares de nuevos títulos en 2015, mientras que en 2018 ese número se redujo casi a la mitad (43 millones de ejemplares) fue uno de los que Carbano citó del informe de la CAL, elaborado con datos propios a partir del registro de ISBN, de su encuesta de ventas editoriales y de las cifras de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines. "El primer trimestre de 2019 fue el peor en 5 años. Y si comparamos los índices de producción de éste versus el primero de 2016, la caída prácticamente alcanza el 50%. Respecto de las ventas, solamente en este primer trimestre de 2019 cayeron casi un 12% respecto al primer trimestre de 2018. Y lo dramático, lo que nos preocupa grandemente, es que la caída no se detiene", alertó también. "Resulta por eso que hemos perdido un tercio del mercado, y lo peor de todo es que sabemos que no se va a recuperar en el corto plazo", concluyó sobre este punto.
Más airoso había salido de su exposición el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro. En su enumeración de logros locales, sin embargo, tuvo el mal tino de incluir la "reinauguración" de la calle Corrientes (esa que incluye la presentación en sociedad de contenedores de basura "inteligentes" pensados para que los indigentes no saquen de allí cartones ni comida). Ocurre que esta remodelación urbana -que recibió fuertes críticas por su poca funcionalidad, falta de planeamiento, y por los excesivos meses de obra que tuvo paralizada la arteria céntrica principal de la ciudad- es asociada por el sector a otro golpe duro de este presente: el cierre de librerías, que incluye en estos últimos años algunas icónicas, justamente, de la calle Corrientes.
"Dijimos que Buenos Aires es ciudad de librerías; la Argentina también lo es, con un número que ronda las 1.200. Su situación, especialmente la de las pequeñas e independientes, se vuelve grave. La baja de las ventas, el aumento de los alquileres, el alto costo de los servicios las está empujando al cierre, cosa que ya comenzó. Necesitamos que se implementen tarifas preferenciales para las librerías en los servicios y tributos", había alertado sobre este punto Carbano. El mismo informe de la CAL da cuenta de que entre 2016 y 2018 cerraron sus puertas 35 pequeñas librerías; 30 librerías independientes cerraron sucursales, fueron absorbidas por cadenas o debieron reducir sus espacios; más de 80 se manifestaron "en crisis" y con problemas en la cadena de pagos, en lo que la entidad definió públicamente como un "panorama trágico" para la industria editorial.
Carbano puso el ojo también en otro punto sensible para la industria: El desmantelamiento (no en lo formal, pero sí en los hechos) del Plan Nacional de Lectura, que hasta 2016 distribuyó de manera gratuita en las escuelas 92 millones de libros (cuando existía el Ministerio de Educación). Lo cual representó no solo una gran inyección para el sector, también su pluralidad por el crecimiento de los sellos más pequeños, y una gran vidriera para los libros más novedosos. "También es necesario que se revise la política de compra de libros de textos y complementarios de literatura infantil y juvenil por parte del Estado nacional, que mucho se ha reducido. No somos un sector que quiera 'colgarse' del Estado. De hecho estamos demostrando aquí nuestra iniciativa independiente. Pero la compra de libros para la educación y el aprendizaje diverso es una política virtuosa de cualquier país que cuida su identidad", definió.
Los motivos de la protesta entre el público -en parte organizada, a la que se sumaron espontáneamente otros presentes-fueron diversos y no todos vinculados con lo específico del evento. A pesar de que este año se extremaron las medidas de seguridad, y todos los asistentes ingresaron con invitación previa, un grupo llegó con carteles que pedían por los bachilleratos populares. Otro sumó el reclamo de "Aborto legal". Otros decidieron escuchar el discurso de pie y de espaldas al funcionario. Y a esos se sumaron los gritos y silbidos de otros invitados: "¡Hablá de la Ley Pinedo!", "Hablá del derecho de autor!", "¡Hablá del presupuesto para las bibliotecas!", se escuchó. Una cosa quedó clara: el malestar instalado y expresado en la industria editorial se hizo cuerpo, y aunque el ministro se refirió a "amigos" del sector con los que dialoga (su propio origen está en el mundo editorial), por lo que se vivió el jueves a la noche, no parecen quedarle demasiados.
Con Barcelona como ciudad invitada de esta edición de la Feria del Libro, hicieron uso también de la palabra Rolanda Batalle, directora del Instituto Ramín Llull, y Joan Subirats, comisionado de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, quienes resaltaron el valor de los lazos y puentes construidos. El momento más destacado llegó sin dudas con Rita Segato, quien fue recibida al llegar a la sala entre flashes y selfies, y con una ovación al comenzar a hablar. Todo un raro caso de Anthropology Star. Feliz rareza que la investigadora corroboró en un diálogo con su hijo, mientras paseaban por la calle y gente muy distinta la saludaba: "Un país donde la gente se hace célebre solo por pensar, es un gran país", contó que le dijo él.
En su ponencia, titulada Las virtudes de la desobediencia, propuso siete desobediencias y un epílogo. "Construyamos nuestra propia desobediencia", postuló, en un brillante y celebrado discurso.