Cada era tuvo sus miedos particulares. Y por estos días hay una productora de cine que tiene el toque de Midas en eso de generar escalofríos. Reverenciada por los fans del género de terror y una maldición para quienes sufren de fobofobia (el miedo a tener miedo). Se llama Blumhouse y es la responsable de la película más aterradora e inteligente de los últimos años: Get Out, esa bomba de enorme poder expansivo que Jordan Peele soltó en 2017 sobre el inconsciente colectivo afroamericano y los progres blancos con su discurso sobre el racismo latente en Estados Unidos. También estuvieron detrás de blockbusters de tinte pochoclero y perversión distópica como The Purge y sus turbas destructoras en la noche.

No es un dato menor que la productora haya crecido en los años finales del gobierno de Obama y el comienzo de la era Trump, porque supieron captar las paranoias y complejidades de este trance como ninguna otra major o estudio indie. “Siempre mechamos algún comentario social”, desliza Marci Wiseman, una de sus mayores responsables en una conferencia telefónica con medios latinos de la que participó el NO.

Esta fábrica de pesadillas nació hace trece años, tuvo un mojón con Actividad paranormal y desde entonces se hizo de un nombre y un estilo reconocibles con su horror centennial. Gracias a estos, dramones familiares, dotados de actividades no recomendables para cardíacos, logró arrinconar a otras firmas como New Line Cinema (La Monja, El conjuro), Dimension Films (Halloween) y Twisted Pictures (El juego del miedo).

Blumhouse tiene ese “qué se yo” al emplear herramientas viejas –sanguinolentas siempre– con lucidez, lo que la lleva a marcar una época como ayer lo hicieron Universal con sus monstruos y Hammer con su pátina brit. Incluso cuando se movió por carriles más convencionales, en sagas como La noche del demonio, Sinister, Ouija y la dupla de Fragmentado/Glass, logró mantener el hándicap en chillidos aterradores. La fórmula se vale de bajos presupuestos para los estándares de Hollywood, así como de incursiones en otros géneros (Whiplash o BlacKkKlansman) que no claudican en su temple bien cinéfila.

El nuevo chiche de Blumhouse se llama Into the Dark y es una antología de doce películas originales inspiradas en festejos como la Navidad, Acción de Gracias o eventos como el comienzo de la secundaria y, obviamente, Halloween. Es decir, una pesadilla por mes en formato de telefilme que aquí emitirá todo el año Space. El próximo lunes a la medianoche se podrá ver I’m Just F*cking with You, que se aprovecha del trasfondo del Día de los Inocentes estadounidense.

“Es cierto que vivimos una era dorada de la televisión y también creo que es una era dorada para el terror”, se planta Wiseman. En esta era de remakes y reboots, a la productora no le disgustaría aprovecharse de un clásico como The Amytville Horror (con veintiún largometrajes hasta la fecha) para hacer una versión televisiva: “Es material que cruza la realidad con la imaginación”. Aunque tiene una estampita cinematográfica a la que rinde sumisión y respeto: “Con El resplandor no nos atreveríamos a una remake. Es el pináculo en lo que se refiere a narrativa de terror. Es imposible hacerlo mejor. Sería un sacrilegio y ha logrado trascender el tiempo. Mejor dejarla así”.

Hay como una tradición en el género de terror de dialogar entre el pasado y el presente por lo que realizan nuevos directores. ¿Cómo se inscribe Blumhouse en ese sentido?

--Justamente eso es lo que intentamos con la antología Into The Dark: que directores nóveles sean capaces de rediseñar esas historias. Creemos que cada director con los que trabajamos lleva dentro estas películas de terror, y son ellos los que mejor pueden explorarlas de nuevo. Hay comedia, hay horror, claro, y pueden aprovechar todos los recursos cinemáticos a su necesidad. En esta serie nos dimos el lujo de trabajar mayormente con directores que recién empiezan, así que es una apuesta. Incluso hay mujeres increíbles como Chelsea Stardust con All That We Destroy y Sophia Takal que dirigió New Year, New You. Otro caso fantástico es el de Gigi Saul Guerrero, una debutante, que en Culture Shock profundiza sobre la crisis migratoria en la frontera de los Estados Unidos desde el género del horror y con una pizca de cuento con moraleja.

¿Cuáles son las guías que Blumhouse mantiene en la televisión? ¿Por qué cree que el género sigue considerado como algo menor? O por el contrario, ¿está ganando más credibilidad por Blumhouse y películas como Get Out?

--Una de las razones del éxito de Get Out fue que demostró que el género es muy adaptable. No estaba solo dirigida a los que querían ir a ver una de terror. El género te da las chances de entretener pero además de establecer una conversación con lo que pasa en la sociedad. Tener ese atributo nos gusta. Y queremos aprovecharlo. Usamos el filtro de la narrativa del terror y creo que tocamos algunas cuestiones que son universales más allá de que puedan parecer muy “americanas”. Todos estos días y eventos especiales que aparecen en Into the Dark hablan de tópicos humanos. No se trata solo de monstruos o de gente enterrada que vuelve del Más Allá, hay algo seguro: la oscuridad está ahí.