Con Graffiti sucede algo que pocos grupos ostentan: una permanencia que les obliga a reuniones rituales. El público siempre está. Desde aquellos ¿lejanos? años '80, cuando la banda que aún integran Eduardo Carbi (voz y percusión), Ariel Pozzo (guitarras y coros) y Claudio Falzone (bajo y coros), perseguía un tercer disco tras la resonancia suscitada por Exhibición condicionada (1987) y Sin respirar (1988). La crisis de esos años no lo hizo posible, pero la canción, como se dice, continúa.

Hoy Carbi vive en Londres, Falzone en Rosario, y Pozzo en Buenos Aires (e integra la banda de Miguel Mateos). Aquellos dos LP's se encuentran remasterizados y suman un tercero, Graffiti Inédito (2017), que reúne grabaciones encontradas, originalmente destinadas al disco que no había sido. Esta noche, evidentemente, será cuestión de renovar la magia que circunda a Graffiti. En Teatro Lavardén (Sarmiento 1201) a las 21.30, Graffiti: El sueño continúa se presentará con su formación original, junto a Marcelo Sali (batería) y Mariano León (teclados), y la participación de Seimur como banda invitada.

"¿Cómo puede ser que la banda continúe presente?", se pregunta (tras la pregunta) Eduardo Carbi. Y responde: "Creo que tiene que ver con una cuestión de identificación. Me parece que la gente automáticamente identifica nuestra música con un momento de sus vidas, seguramente un momento feliz, ya sea porque les transporta a esa década preciosa que fue la década del '80. Creo que esa conexión entre la música y la gente se da por ese identificar y recordar un momento tan particular en la vida de cada uno".

En 1986/87 yo escribo "Cansado de retroceder", ahora estamos en el 2019 y fijate cómo la canción se aplica todavía".

-¿Cómo te recordás por aquellos años?

-Era insoportable (risas). Pero por motivos dignos. Siempre fui un tipo extremadamente apasionado. Hay un dicho milenario que dice que cuando una persona fallecía en medio oriente, no se preguntaba si había sido bueno o malo, sino si había tenido pasión. Por supuesto que con veintipico de años era un cuete, no paraba. Estaba convencido y obsesionado con el tema de que lo que teníamos era algo fantástico, que podíamos llegar a la gente a través de una canción. Teníamos un motor increíble. Es interesante, porque el paso del tiempo por lo general te apacigua, pero nosotros nos seguimos encontrando. Ayer (por el martes) me llama Ariel y me dice que Miguel Mateos nos invita a tocar como soporte en noviembre en el Luna Park. Hay una cuestión mágica que se genera y que es difícil de explicar.

-Pienso en cómo el contexto afectó a Graffiti, porque podrían haber seguido de otra manera.

-En realidad, en Argentina es siempre un mismo contexto el que se repite, es casi cíclico. En 1986/87 yo escribo "Cansado de retroceder", ahora estamos en el 2019 y fijate cómo la canción se aplica todavía. Hay cosas que se repiten como un loop, y para mal. Pero también tiene que ver con ir adaptándose, cada uno de nosotros tiene sus proyectos personales, y ni siquiera vivimos en la misma ciudad. Hay que reinventarse. Si lo que se hace es a partir de las ganas y de la pasión, todo es posible. Es así cómo nos seguimos juntando con el mismo entusiasmo con el que lo hacíamos hace 25 años.

-Menos mal que la música nos recuerda esas otras épocas, hoy parecidas.

-Qué loco que siga vigente algo que fue escrito casi inocentemente, hace tantos años. Eso quiere decir dos cosas: que la música perdura, pero también que hay una misma problemática. Y esto lo digo excluyéndome de cualquier partidismo, de hecho no vivo acá. Pero no deja de ser una realidad, la canción fue hecha en 1988 y habla prácticamente de lo mismo que está pasando hoy. Por eso, cuando hablábamos de la identificación con la gente, tiene que ver con eso, con sentirse identificado con algo que es actual.

-¿Cómo será la presentación en Lavardén?

-Será tal vez diferente a las anteriores, no porque no vaya a estar presente el material clásico, sino porque esta vez vamos a tocar cuatro o cinco temas nuevos. No son temas que hayamos compuesto ahora, sino que nunca decidimos incluirlos en los shows. Va a haber gente invitada, amigos, y un grupo soporte, Seimur, con un tecno-pop muy lindo. Además, la Lavardén es un teatro precioso, con una acústica fantástica.

-¿Por qué los '80 fueron "preciosos"?

-Fue un momento y una explosión de creatividad. En Argentina fue el apogeo de las bandas locales, un poco como consecuencia de la finalización de la guerra de Malvinas y por la obligación por parte de los sellos discográficos de no pasar música inglesa o americana. Fue una conjunción de cosas. Definitivamente, fue el momento del resurgimiento del movimiento new romantic, cuando aparecieron bandas como Duran Duran, Simple Minds, The Police, etc. Musicalmente fue muy prolífico, y creo que la gente tenía mucho más entusiasmo y mucha más alegría. Creo que fue una época romántica. Algo de eso se perdió, un poco por el advenimiento digital, que ha impersonalizado todo. Cuando querías un disco ibas a una casa de discos, te fijabas en el arte de la tapa, tenía las letras escritas, te lo llevabas a tu casa como si te hubieses comprado una torta. Hoy te lo bajás por internet, no hay tapa ni nada. Se ha progresado en algunas cosas y no tanto en otras. Por eso, recuerdo esa época con mucho cariño. Si se quiere, fue un poco naif, pero con una creatividad que le abrió las puertas a mucha gente. En Rosario lo sabemos muy bien, por todos los artistas que salieron de la ciudad en ese período. Lo recuerdo como una época de muchas posibilidades y gran creatividad artística.