En 2006 El hombre que amamos, la puesta del tándem Navarro-Acher en honor a George Gershwin, cumplía nueve años. El pianista de jazz y el ex Les Luthiers la habían estrenado, junto a Baby López Furst, en el Teatro Avenida (1997) y les tocaba reponerla en el Colón, Sinfónica incluida. Con el diario del lunes, al cabo, ambas resultaron perfectas. Y podrían destacarse más. Una en el festival de los caminos del vino en Mendoza, que marcó el retorno del espectáculo tras la muerte de Furst. Otra en el festival de San Isidro, en 2012. Y así. Pero la de hoy en el Teatro Coliseo (M.T de Alvear 1125) será seguramente inolvidable por un motivo contundente: a veintidós años de su lanzamiento, no habrá más Gershwin por Navarro y Acher. “No fue fácil la decisión, pero sentimos que, después de tantos años y tantas satisfacciones, ya era tiempo de dejarlo descansar”, contesta Acher, ante la pregunta del millón: ¿por qué la última?, mientras Navarro agrega un detalle a la decisión. “Decidimos terminarla hace mucho tiempo, pero queríamos hacerlo con alguna novedad, y nos pareció que el homenaje a Carlos Jobim que estamos preparando es una buena excusa”. 

El aura de Jobim, entonces, resulta otro motivo contundente para intuir lo inolvidable en la última cita. “Son amores diferentes Jobim y Gershwin, y de distintas épocas. No hay que olvidar que al primero lo conocimos a fines de los ‘50, siendo ya muchachos, y a Gershwin lo traemos desde la infancia”, responde el también fundador de la Banda Elástica ante otra pregunta que enlaza con el título de la puesta ¿cuál es el hombre que más aman, Gershwin o Jobim? Navarro se desmarca mediante un dribbling perfecto. “Los dos son grandes artistas, lógico, cada uno en su estilo, en su manera. Igual, lo del hombre que amamos viene de otro lado, de un juego de palabras basado en un tema de Gershwin, por eso lo asociamos”.  

La función despedida aunará la orquesta sinfónica que dirige Acher con el trío de Navarro, ambos en clave de un jazz sinfónico a favor de clásicos del compositor de Brooklyn. “They Can’t Take That Away From Me”, la maravillosa “Love Is Here To Stay”, y “Suite de Porgy and Bess”, entre ellos. “El balance que hacemos de estas dos décadas dedicadas a Gershwin da una bellísima y conmovedora experiencia. Nunca nos imaginamos que iba a tener vigencia por tanto tiempo. Lo hicimos muchísimas veces y en muchos lugares, y siempre fue un disfrute de principio a fin”, asegura el arquitecto Acher, mientras Navarro califica la saga como “altamente positiva”. “Pensar que el espectáculo fue creado para dos pianos con López Furst, con el fin de hacer una semana de espectáculo en 1997, pero la repercusión fue tan grande que tuvimos que continuar”.

–¿Qué tres momentos destacarían de todos estos años de Gershwin?  

Ernesto Acher: –El primero es, como recuerda Jorge, el estreno en el Teatro Avenida, porque nosotros apostábamos con suerte a dos funciones, y miren lo que pasó. El segundo fue cuando, para nuestra sorpresa, apareció el interés de grabarlo. Y el tercero cuando recibí la respuesta de Jack Elliott, de la All American Orchestra de Los Angeles, elogiando el trabajo y muy especialmente a Navarro y López Furst, abriendo la posibilidad de hacerlo allá. Pero todo se frustró con la muerte de Baby.

Jorge Navarro: –Yo agregaría cuando tocamos en el Colón, que para mí fue lo más glorioso del ciclo. 

–¿Cómo se repusieron a la muerte de López Furst?, ¿de qué manera lograron retomar una obra que le debe tanto a él, por cierto?

E. A.: –La verdad es que nunca pudimos reponernos. Baby era único e irreemplazable, y tuvieron que pasar casi seis años para que pudiéramos animarnos a pensar en una versión sin él. Finalmente, la encaramos como un modo de recordarlo y para seguir brindándole al público, y también a nosotros, claro, sus bellísimos arreglos.

J. N.: –Al principio no podíamos ni pensar en el tema porque nos poníamos a llorar, hasta que recibimos la invitación para tocar en el ciclo de los Caminos del Vino en Mendoza y, bueno, propuse incorporar bajo, batería y piano, como un cambio de color. Así salió. Hubo que hacer un ajuste al formato, pero salió. Lo lamentable fue que Furst no haya podido estar con nosotros.

–¿Cómo se imbrica Jobim en esta historia de pasión y música conjunta?

E. A.: –Todavía estamos en época de preparación, mucho bocetado pero nada definitivo. Una de las grandes dificultades es decidir qué temas vamos a dejar fuera. Lo que sí está listo es la colaboración de dos excepcionales músicos argentinos que viven en Estados Unidos (Jorge Calandrelli y Carlos Franzetti) que ya enviaron sus respectivos arreglos

J. N.: –Arreglos sobre temas conocidos y otros no tan conocidos, si. Aún no pensamos un nombre para el espectáculo. Quizás haya alguna picardía en él, pero no lo sabemos porque por supuesto que a Jobim lo amamos pero, por lo que dije antes, ya no podemos ponerle así.