“Un compendio de pasiones humanas”. Eso dice Benito Taibo que es la literatura, y eso puede encontrarse en los libros con los que el escritor mexicano supo construir un público propio y fiel dentro de la “J” que abarca la categoría “LIJ”, infantil y juvenil: ese conformado por jóvenes y adolescentes, un segmento en crecimiento. Lo hizo con novelas donde la literatura, la lectura, los libros y el modo en que cambian la vida de las personas, suelen ser temas que forman parte de la trama misma, como en Persona normal y su secuela, Corazonadas. La fantasía épica o heroica no es un género con el que Taibo había trabajado. Hasta ahora, cuando se metió de lleno en el fantasy con Camino a Sognum, el primer libro de la saga Mundo sin dioses, para la que promete dos más. El escritor mexicano llegó a Buenos Aires para presentar este libro, publicado por Planeta, en la feria, hoy a las 18 en la sala Tulio Halperín Donghi. 

“No es un género nuevo en absoluto, tuvo un gran momento de esplendor en los años 50 y 60 con Ursula K. Le Guin y los mundos de dragones, o Fritz Leiber, padre de Fafhrd y el ratonero gris. Que a su vez provienen de nuestros  grandes libros civilizatorios: ¿O acaso no es fantasía heroica La Ilíada y la Odisea, El Cantar del Mio Cid, y hasta Es fantasía épica Los nueve libros de la historia de Heródoto, porque a pesar de contar su tiempo y su espacio, está lleno de referencias míticas y mitologías que son las que dan sustento”, repasa Taibo. “Y a pesar de todo eso, si a la fantasía le quitas todos los elementos imaginativos, la magia, los dragones, queda pura y dura literatura. Pasiones humanas. Porque estoy convencido de que la literatura es solamente eso: un compendio de pasiones humanas”, define.

–¿Por qué quiso meterse en este género, en este momento?

–Tiene que ver con los públicos a los que estoy accediendo, los chicos jóvenes. Vivimos en un mundo terrible, oscuro, violento, donde todos los días descubrimos abusos, masacres, injusticias. Estoy convencido que la literatura es un arma de redención, en todos los sentidos. Y más que eso: Hace muchos años leí Psicoanálisis de los cuentos de hadas, de Bruno Bettelheim; ahí él descubre para qué sirven la fantasía y la imaginación. El dice que las armas que dan la fantasía y la imaginación son armas para ser utilizadas en la vida cotidiana, en la realidad. Contra la lógica ultra conservadora que dice que la fantasía es evasión, Bettelheim y yo decimos que es justo lo contrario, que sirve para que los chicos su formen personalidad a partir de esas herramientas. Estoy convencido porque a mí mismo me sirvió como creadora de personalidad, para descubrir de qué lado ponerme en el momento de los golpes, para poner lo justo contra lo injusto, lo bueno contra lo malo, aunque suene excesivamente simplista.

–Justamente, en la trama de Camino a Sognum hay momentos muy cruentos, héroes que mueren…

–La vida es mucho peor. Cualquier diario es mucho más cruento, porque además lo que cuenta es cierto. La ficción es la sublimación de la realidad pasada por el tamiz de la imaginación. Fernando Pessoa decía que la literatura está ahí porque el mundo no basta, me parece una bella y acertada frase. La literatura sirve para eso, para meter en una canasta todos los huevos –metafóricos y reales– y luchar contra los demonios de la realidad. 

–Una crítica como lectora: el final. Nos deja esperando el siguiente libro. 

–¡Es que son tres! ¿Dice que es una cabronada? 

–Sí. 

–Le explico algo: Siempre estoy intentando que mis libros sean lo suficientemente cortos para que su precio sea accesible. El número de páginas es algo que siempre tengo en mi cabeza cuando escribo, por ese motivo. Aquí tenía una trama larga, compleja, así que voy a tener tres libros que están costando lo que cuesta uno. Estoy apurándome para tener el segundo listo.

–Una referencia argentina es Liliana Bodoc, suele decirse que ella fundó el fantasy latinoamericano como género. ¿Lo cree así?

–Es una gran referencia, claro está. Pero antes que ella, estuvo Borges. El también hizo literatura fantástica, cuando todo el mundo la miraba con un cierto dejo de desprecio. El se dio cuenta de las enormes posibilidades que hay detrás. Yo reto a cualquiera a que haga literatura fantástica: que cree un mundo, con sus seres, animales, plantas, bebidas, ciudades, selvas, formas de comportamiento... Que lo haga. Y luego que me diga si es una tarea fácil. 

–¿Cuán difícil le resultó a usted?

–¡Muchísimo! Yo soy un escritor de corazonadas, de chupar un dedo, ponerlo al aire y decidir el camino al que me dirijo siguiendo esa corazonada. Y en este caso no pude hacerlo. Tuve que escribir siete libretitas donde fui anotando todo. Y volver todos los días a ellas. Además, el público al que está dirigido, nuestros chicos, son personas muy inteligentes. Muy fijados, para decirlo con un mexicanismo. Muy observadores y detallistas, y si tienes el más mínimo traspié, se van a dar cuenta. Es el público más duro de todos. Mucho más que los adultos, que pueden leer en contexto, y que se dejan dirigir sin necesidad de ponerse a cuestionar el contexto. Más allá de todo lo trabajoso, fue una felicidad hacerlo. Estoy muy feliz. Yo no sufro cuando escribo, y a todo aquel que sufre con lo que escribe le recomiendo que cambie de oficio. Escribir es un acto absolutamente gozoso.