A su manera brutal, el ultraderechista presidente brasileño salió en respaldo de su colega argentino: “Puede que la oposición (por el kirchnerismo) quizás vuelva en poco tiempo y hay una preocupación de nuestra parte porque no queremos otra Venezuela en Sudamérica”. Pero a Jair Bolsonaro, la Argentina le importa un corno. Tras cartón, explicó lo que sucede aquí: “Argentina hizo una serie de reformas, pero a medias, y por eso Macri tiene problemas, porque los problemas se acumulan”. Lo que quiso decir Bolsonaro es que Macri no pudo aplicar una reforma previsional a fondo, como él quiere hacer en Brasil y usó el ejemplo argentino como cuco para que lo apoyen en su cruzada contra los jubilados brasileños. Entre bueyes no hay cornadas, pero la excepción son esta clase de animales.
Este respaldo pillo de Bolsonaro fue la única respuesta al pedido de auxilio internacional del gobierno el jueves negro cuando se dispararon todos los índices, empezando por el dólar y después las tasas de interés y atrás el riesgo país que sobrepasó la línea roja de los mil puntos y se desplomó el valor de las acciones argentinas en Wall Street con pérdidas millonarias para las empresas.
La Casa Rosada sabe que no le darán un peso, necesitaba un poco de cariño. Pero ni eso. Quiso que le dieran dos palabras para mostrar, para decir que el crecimiento de Cristina Kirchner en las encuestas motivó el desastre. Pero los mercados son inconmovibles y la soledad del gobierno que se vanagloria de haber “insertado” a la Argentina en el mundo, fue patética.
La primera parte de lo que dijo Bolsonaro fue a instancias del gobierno argentino. La segunda, cuando dijo que eso le pasó a Macri porque no hizo las reformas que debía, fue inspirada por los grandes operadores de Wall Street. Macri ya fue descartado por estas fuerzas del mercado.
Bolsonaro es la gran bestia del liberalismo. Acaba de anunciar que cerrará las facultades de Sociología y Filosofía porque son carreras que no ayudan a las personas y no tienen salida laboral. Desde su enfoque libremercadista extremo, no es socio, vecino, ni aliado: es el patrón de la vereda en Sudamérica, el más fuerte manda.
El jueves, los medios oficialistas hablaban del famoso plan de recambio, el plan V, por María Eugenia Vidal. Esos medios y sus operadores más famosos no podían ocultar el desconcierto que les producía ver a la luz del día el desbarajuste que han ocultado sistemáticamente.
“Macri pierde con todos según las encuestas”. “Vidal puede ganar aunque no es garantía”. “Pero si la sacan a Vidal, pierden la provincia de Buenos Aires”. “Con Macri no hay salida”. Ese era el repiqueteo en los medios oficialistas que hasta ayer rendían pleitesía a la figura presidencial.
Ya sin recursos para tapar la realidad, los medios se incendiaban con los índices de cataclismo en la economía. Y al mismo tiempo empezaba una reunión de gabinete, que después no fue tal, sino “con algunos ministros” y en la que no participó Macri. El presidente intervino solamente “para llevar tranquilidad”, decía un comentarista “imparcial”.
Se reiteró en la sociedad el clima catastrófico que se vivió con la híper y con la salida del corralito. Jubilados en los bancos comprando unos pocos dólares, comercios vacíos, personas malencaradas, malhumor y desilusión en muchas caras, pensando en salarios y jubilaciones que se disuelven, sueños que se pierden y para muchos, en el hambre y el destino de sus hijos, en la volatilidad del trabajo.
Se esperaba un anuncio fuerte “que calmara los mercados”. Los periodistas se lanzaban sobre los que salían de la Rosada. Y lo que se escuchaba eran respuestas de compromiso.”Se habló de la situación económica en general, pero nada en particular, es la volatilidad de los mercados que se esperaba para esta época”, dijo el ministro Germán Garavano.
Quedó en el aire la pregunta obvia: ¿si estaba previsto, por qué no hicieron nada? No pasó nada. Ni medidas, ni cambios en el gabinete. Todo el impacto destructivo lo absorbió la gente en las cuentas caseras, en las compras cada vez más trabajosas de alimentos y remedios, en la agonía de un futuro todavía peor.
El gobierno no mostró sensibilidad para asumir los efectos materiales de la crisis y se abocó exclusivamente a los efectos electorales. Los voceros no hicieron anuncios económicos, ni mostraron siquiera la intención de llevar tranquilidad. Se limitaron a los anuncios de candidaturas. “Horacio Rodríguez Larreta en CABA, Vidal en provincia y Macri a la reelección es el equipo”.
Todos se preocuparon por confirmar que Mauricio Macri será el candidato. Dijeron que la reacción de los mercados se originaba en el temor por Cristina Kirchner. Pero que Macri ganará las elecciones. Provocaron la crisis y en vez de asumirla descargaron la responsabilidad en otros y trataron de aprovecharla con un sentido electoral.
Lo único que quedó claro de este bombazo en la economía es que el máximo responsable del atentado será el candidato. Cambiemos está condenado a Mauricio Macri. Suponen que con esta confirmación, los mercados encontrarán la calma, y de la misma manera suponen que cuando Cristina Kirchner se instale como candidata contraria, se frenará la caída de la imagen de Macri.
Pueden suponer muchas cosas, pero cuando miden el clima, se caen los argumentos. En una entrevista con la agencia Bloomberg, Durán Barba hizo su aporte. Dijo que en el campeonato de los malos, ellos eran los menos malos. El momento y a quien se lo dijo dejó entrever que esa idea será el eje de la campaña del macrismo para recuperar a los desencantados: “Somos el mal menor”.
Mientras el país se hundía en una zozobra que lo persigue como maldición bíblica, caída tras recaída, con Alsogaray, con Martínez de Hoz, con Domingo Cavallo y ahora con Macri, hundiéndolo, ahogándolo, rifándolo, el Fondo Monetario anunció que enviará una nueva misión.
Desde la oposición se produjo un movimiento inesperado. Fue una operación sigilosa con varios juramentados en el silencio. Hasta los trabajadores que participaron en la edición no pudieron hacerlo con sus celulares para evitar fotografías o filtraciones.
El libro de Cristina Kirchner, Sinceramente, provocó una expectativa inusitada hasta en sus detractores, a esta altura perdidos en la neblinosa política del gobierno. Antes de salir a las librerías ya había agotado la primera edición de más de 20 mil ejemplares. Al llegar a las góndolas ya había agotado la segunda edición y el viernes ya estaba anunciada una tercera edición de 40 mil ejemplares.
El precio de casi 600 pesos no está al alcance de mucha gente. Y las librerías donde se agotó una, dos y tres veces, están en su mayoría en zonas de la Capital Federal donde el macrismo ha ganado con mucha ventaja, como Caballito, Barrio Norte y Recoleta. La persecución a través de servicios de inteligencia que articularon el periodismo de guerra con la guerra judicial, parece haberla convertido en un inmenso best seller.
Es un libro destinado a una clase media urbana que le ha sido esquiva. Surge en una coyuntura electoral y se convierte en un indicio más de que la candidatura de Cristina Kirchner es muy probable.
Vale la pena leerlo. Tiene anécdotas atractivas sobre hechos históricos de los que fue protagonista. Como, por ejemplo, el obsequio personal que le hizo el presidente ruso Vladimir Putin, quien lo mandó a comprar en una subasta londinense.
Resulta gracioso porque ese objeto le valió a Cristina Kirchner una de las causas que le abrieron en la justicia como si se hubiera apropiado de un objeto histórico que no le pertenecía. El objeto que Putin había mandado a comprar en Londres para obsequiárselo a la presidenta era una carta manuscrita del general San Martín a su amigo chileno O’Higgins.
En uno de los párrafos que se publicaron en PáginaI12 como adelanto, la ex presidenta dice que si le piden que defina a Macri, lo haría con la palabra “caos”. Macri es caos y su contrario es la idea del orden, ordenar la economía. Si es que se confirma su candidatura, en ese párrafo quizás esté también la idea de su campaña: El orden del trabajo y la solidaridad frente al caos del macrismo.