Cuando el bien merecido éxito de una película empieza a generar subproductos, comenzar a sentir miedo por la posibilidad de que los responsables terminen borrando con el codo lo ya conseguido es una reacción normal. LEGO Batman: La película, dirigida por el debutante Chris McKay, se estrena tres años después de la grande y grata sorpresa que resultó La gran aventura LEGO (Phil Lord y Christopher Miller, 2014), que fuera nominada a Mejor Película Animada en la edición 2015 de los Oscars. Como aquella, esta película crea su universo a partir del famoso juego de piezas de encastre, en este caso para sumar un nuevo listón a la extensa filmografía del superhéroe más popular del cine, al menos en la cantidad de películas que lo tienen como protagonista, bien lejos de Superman, el Hombre Araña o cualquiera de sus primos de la hiperactiva casa Marvel.
Y debe decirse que se trata de un capítulo válido, que más allá de su carácter de comedia paródica no debe ser excluido de la historia oficial del personaje, en tanto no resulta menos excéntrico que la inolvidable serie de televisión de los 60, en la que el absurdo y la psicodelia pop se daban la mano. Con ella comparten el humor como canal de expresión y el hecho de representar muy bien la época a la cual pertenecen. Porque así como el tono humorístico del Batman de Adam West resultaba moderno al punto de no ser entendido cabalmente como tal hasta pasados varios años (o décadas), LEGO Batman también marca tendencia en la utilización de los recursos de los cuales dispone para trabajar sobre el humor.
Es cierto que en casos como este se puede llegar a pensar que la historia es lo de menos, ya que la gracia pasaría por otra parte, en particular por el modo en que el universo del personaje es recreado a partir de la lógica propia del juguete que le da nombre al film. Pero se trata de una suposición falsa: la historia siempre importa y LEGO Batman trabaja ese aspecto con esmero. La película comienza con el Guasón dispuesto a darle un golpe de muerte a Ciudad Gótica, a partir de un plan maestro que incluye la colaboración de todos los enemigos históricos del héroe. Pero Batman aparece a último momento y arruina los planes de su archienemigo, no sin antes dejarle claro que para él se trata de un rival como cualquier otro, sin nada de especial. Trabajada como una escena de ruptura amorosa, el Guasón huye con el corazón roto por el desengaño y, despechado, se jura a sí mismo volver por más.
LEGO Batman recorre de manera eficiente el camino de la autoconciencia, citando y haciendo referencias a todas las apariciones en cine y televisión del personaje, incluyendo claro, la fallida Batman vs. Superman (Zack Snyder), estrenada el año pasado. Ese carácter reflexivo y la combinación de un humor que sabe hacer equilibrio entre lo infantil y un tono desaforado más próximo al absurdo y a la Nueva Comedia Americana, producen una larga lista de buenos momentos. Sin embargo lo más fino de la película sigue estando en ese juego de atracciones y repulsiones que surge entre el protagonista y su enemigo. Lejos de rechazar al villano de manera terminante, LEGO Batman lo aprovecha para trabajar sobre el tema de las dualidades.
Como en La Ilíada, en la que Homero conseguía hacer de la valentía de Héctor una herramienta para tomar real dimensión del valor de las hazañas de Aquiles, aquí el Guasón logra que su lugar de némesis también sea revalorado y reconocido, consiguiendo además que el vanidoso superhéroe deba darse un buen baño de humildad. De ese modo traslada el asunto de la duplicidad incluso a un nivel interior, en el cual el protagonista se permite revisar y rehacer su vida, pero un poco más feliz que antes. Porque en el fondo, en LEGO Batman todo se trata de aprender y de aceptar. Eso sin permitir que el espíritu festivo se detenga en ningún momento a tomar aire y sin dejar títere con cabeza: de Superman a Iron Man, acá cobra todo el mundo.