El multilateralismo económico es la doctrina de la Organización Mundial del Comercio (OMC), FMI y Banco Mundial. Se inspira en la teoría del comercio internacional de Adam Smith llamada de las “ventajas absolutas”, que un país tiene en la producción de un bien si puede producirlo a un costo inferior que al de los otros países. La teoría rechaza que se impongan a las importaciones barreras arancelarias, cuotas, restricciones sanitarias, técnicas. Los economistas ortodoxos apoyan esta doctrina ya que facilita la dominación económica de las potencias.
Entre el ingreso de China a la OMC en noviembre del 2001 y la crisis mundial de 2008, los economistas ortodoxos sostuvieron que el crecimiento económico mundial era la consecuencia de la expansión del comercio internacional y promovieron la liberalización de los intercambios en provecho de algunas potencias hasta esa fatídica crisis.
Teoría
La base de la teoría se encuentra en el primer capítulo del Libro I de obra de Adam Smith Origen de la Riqueza de las Naciones, publicado en 1776, donde describe la paradigmática fábrica de alfileres en la cual cada operario se especializa en una etapa de su producción. Esta permite incrementar la productividad física y, por lo tanto, la riqueza creada por hora trabajada. Smith extendió este concepto de la división del trabajo al conjunto de la economía: el zapatero hace solo zapatos, el panadero solo hace pan, el cervecero cerveza porque cada uno de ellos es más eficaz en su oficio específico.
Aplicó la misma idea al comercio internacional, ya que la especialización en la producción de un bien o grupo de bienes en el cual un país tiene el costo más bajo supone una productividad superior de los factores de producción, el trabajo y el capital. Y afirmó, a partir de esa definición, que “nunca debemos tratar de fabricar aquí lo que costaría menos comprar afuera”.
La versión contemporánea de los neoliberales es “si se impone un impuesto a la importación de un producto se perjudica al consumidor que lo paga más caro”, y como todos somos consumidores entonces el proteccionismo perjudica a todos. Una simplificación abusiva, ya que a los colegas ortodoxos se les olvida que en la teoría de Smith no hay ni oferta ni demanda, que los precios se miden en tiempo de trabajo incorporado al producto y que el salario que remunera dicho trabajo es de subsistencia, vale decir alcanza justo para no morirse de hambre. Smith tuvo que admitir, en el Libro IV, que la importación de un bien destruía el capital y el empleo utilizado para fabricarlo, como es el caso de la industria textil en Argentina.
Miguel Braun, secretario de Política Económica de Macri, refiriéndose a la avalancha de bienes de consumo importados provocada por la eliminación de los aranceles, había señalado que “cada productor verá como se adecúa a la nueva situación (creada por el gobierno)”. Smith, más compasivo, había sugerido que el capital en cuestión sería afectado a otros usos por la “mano invisible”.
Fábula
En los intercambios en una aldea inglesa del siglo XVIII el cervecero, el panadero, zapatero conviven en un mismo espacio económico que tiene una dotación de factores específica: los capitalistas pagan los mismos salarios y la misma tasa de interés, y los habitantes pagan los mismos impuestos. Suponer que pasa lo mismo con todos los países constituye una falacia de composición.
Smith inventó su doctrina del comercio exterior para justificar una política que favoreciera a Inglaterra, lo cual es comprensible ya que solo los “vendepatria”, como los llamaba Evita, inventan teorías para beneficiarse personalmente aunque perjudiquen a su país. Smith era un industrialista y había observado, en su muy largo y comentado viaje a través de Francia, que el nivel vida del pueblo inglés era muy bajo porque el costo de los alimentos era demasiado elevado.
Su propuesta era de abaratar los precios de los alimentos importándolos en detrimento de los rentistas nobles propietarios de la tierra que los producían a un precio demasiado elevado debido a la escasa productividad de la agricultura inglesa. En aquella época, el 80 por ciento de los ingresos de los trabajadores se gastaban en alimentos y el resto en algunos andrajos y en leña para calentar la vivienda. Contemporáneamente la apertura de las economías europeas, estadounidense a las exportaciones chinas ha tenido el mismo objetivo; vale decir, reducir el costo real de salario a través de una baja de los precios e incrementar la tasa de ganancia global de los capitalistas de las economías importadoras.
Smith combatía el mercantilismo que buscaba maximizar el excedente del comercio exterior para lo cual se imponían restricciones a las importaciones y se promovía el desarrollo de las industrias y las exportaciones para obtener la mayor cantidad de oro (hoy dólares), crear empleos y limitar las compras en el exterior lo que significa importar desempleo. Esto no ha cambiado mucho ahora, como puede observarse en las complicadas negociaciones entre las potencias sobre los aranceles y las nuevas reglas y condiciones del comercio exterior y las supuestas guerras comerciales. Es por eso que la política de Macri de eliminación de los aranceles a las importaciones dejando el país a la merced del vandalismo de las importaciones subsidiadas crea perplejidad y no deja de sorprender.
Incompleta
La teoría de las ventajas absolutas supone, sin demostrarlo, que en un mundo de todos contra todos aparecerá una solución que satisfaga por lo menos a la mayoría. Pero nada indica que de existir, ésta sea la solución posible y perenne.
Smith no prestó mucha atención al hecho de que las importaciones suponen poder exportar para pagarlas. Pensaba que las “Compañías de comercio de las Indias” asociadas al Estado (al rey), que pirateaban en los “mares del Sur” o vendían baratijas varias, procurarían los metales preciosos necesarios (“las divisas”) para pagar las importaciones. Pero esto tardó muchos años e impuso que Inglaterra dominara el mundo para imponer sus exigencias.
La apertura del comercio exterior como modelo supone saber de antemano como se pagarán las importaciones; pregunta a la cual, desde 1930, los librecambistas argentinos no saben contestar.
Otra problemática que Smith no vislumbró es saber de donde surgiría la demanda de los bienes que se producirían gracias a la disminución de los costos de los salarios. Como los otros economistas clásicos, suponía que preexistía ya que descontaba que los funcionarios del rey, militares, abogados, terratenientes, miembros de la corte y del clero, capitalistas y profesores de ética y moral como él, podían comprarlos porque eran personas que poseían un ingreso independientemente de su rol en la producción. Pero en las economías contemporáneas la posibilidad de que los capitalistas vendan los bienes que producen esta ligada a la percepción de un ingreso por parte de los compradores en el mismo espacio económico; vale decir, que la mayor parte de la población y los trabajadores consumen y compran lo que producen porque perciben un ingreso en pago de su trabajo y cuanto más ganan más consumen.
El tercer problema es que en su época su “mundo” se reducía a un puñado de países con diversas situaciones especificas, pero hoy, no sólo como lo señaló oportunamente Samuelson, ciertas “economías mundo” poseen ventajas absolutas en casi todos los sectores productivos, sino que innumerables países no poseen ninguna ventaja absoluta, lo cual hace irrisorio suponer que alguno de ellos pueda especializarse en un producto en particular.
Los países medianos solo poseen escasos sectores con ventajas absolutas y los volúmenes de las exportaciones son insuficientes para satisfacer el pago de las importaciones y fundar una estrategia de crecimiento económico a largo plazo, sin contar que la velocidad del cambio tecnológico hace que caduquen rápidamente las certidumbres que se puedan manejarse a este respecto.
Si bien Smith percibió que las importaciones destruirán una parte del empleo y del acerbo de capital, limitó esta situación a la agricultura y a la destrucción de la renta agraria parasitaria que incrementaba indebidamente los precios de los alimentos. Pero si un país levanta las barreras aduaneras en el sector de los servicios y la industria, que en Argentina representan mas del 90 por ciento del PIB, verá, por un lado, su economía invadida de importaciones, cuyo monto no podrá pagar, y, por otro, éstas destruirán, como ya lo percibía Smith, las fuentes de creación de riqueza en dicho país ya que pocas producciones de bienes subsistirán.
El mundo contemporáneo no es una aldea inglesa del siglo XVIII, sino que está compuesto de Estados modernos que pueden organizar la producción de bienes, subvencionarlos, eximirlos de impuestos, subvaluar la moneda para favorecer las exportaciones y limitar las importaciones, imponer aranceles financieros o establecer cuotas de productos o barreras sanitarias.
La apertura indiscriminada provoca un progresivo empobrecimiento del espacio económico que lo practica.
* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, segunda edición 2019.