La extensa reunión de gabinete del último viernes tuvo como eje central la cuestión económica. Por un lado, la corrida cambiaria que arrasó con la expectativas oficial de “un bimestre abril-mayo tranquilo” (por el ingreso de un nuevo tramo del préstamo del FMI y por la oferta de dólares de las exportaciones del agro). Tan frustrante fue el resultado que el presidente de la Nación terminó convocando a sus ministros a “aprender a convivir con la volatilidad del dólar”. Por otro lado, el tema precios, y la esperanza de que si se atenúa el nivel de inflación en los próximos meses, el gobierno pueda arribar a las elecciones de octubre en un clima más respirable. ¿Podrá? En las condiciones en que este lunes se pone en marcha el acuerdo de Precios Esenciales, los augurios no son los mejores.
El Ministerio de Producción ratificó el viernes la puesta en vigencia de precios Esenciales a partir de mañana, aunque advirtió que no estarán en góndolas los 64 productos comprometidos, ya que algunos están todavía “en proceso de producción”.
“Si hay algún faltante de los 64 productos acordados en los puntos de venta a partir del lunes 29, se podrá hacer la denuncia ante la Dirección Nacional de Defensa del Consumidor”, informó el Ministerio de Producción el viernes. “El cumplimiento es obligatorio para las empresas y supermercados una vez acordado el precio y su participación en el acuerdo (…). En caso de tener faltantes, los puntos de venta se comprometieron a reemplazarlos por productos sustitutos al mismo valor que el producto esencial”.
No sólo la lista de productos es limitada, lo es más aun el listado de los comercios participantes. Son apenas 31 cadenas de supermercados, que el ministerio asegura que abarcan a 2500 puntos de venta donde estarán vigentes los “precios esenciales”. Con respecto a las carnes, reiteró el documento oficial que este lunes entra también en vigencia el “Compromiso Exportador”, a través del cual el Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas ABC ofrecerá asado, vacío y matambre a 149 pesos el kilogramo de precio final “en más de cien puntos de venta” en CABA y 18 provincias. Quedan excluidas las patagónicas Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Las propias empresas proveedoras firmantes del acuerdo (son dieciocho) pusieron en duda, durante la semana, la perdurabilidad del mismo y la posibilidad de sostener los precios fijos durante seis meses. Si el salto del dólar en la semana (9 por ciento al público) puso en alerta a los firmantes, los dichos de Macri acerca de acostumbrarse a vivir con la volatilidad no deben haber resultado menos intranquilizadores. Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), pidió ayer “actuar con prudencia” en relación con los movimientos del tipo de cambio, aunque le fijó un límite a esa prudencia. “Si el dólar sale de la banda (con un techo establecido en 51,45 pesos por dólar) estaríamos hablando de otro escenario. Imagino que cada empresa y el gobierno lo está mirando”, declaró el dirigente empresario en la entrevista por una emisora radial.
En rigor, ni los empresarios ni el gobierno creen demasiado en el acuerdo. Tampoco fueron acertadas las fórmulas monetaristas y liberales aplicadas a partir de diciembre de 2015 para darle al menos racionalidad a la inflación. El gobierno ató los precios regulados de la economía al dólar, liberando además los precios internos transables (vinculados al precio internacional de productos exportables o importados), con lo cual convirtió al tipo de cambio en un motor de acción directa para encender la turbina de la inflación. Creyó poder frenar el dólar subiendo las tasas de interés, lo cual terminó teniendo el efecto contrario: en vez de resultar las tasas un freno para la devaluación, esta última terminó disparando las tasas. Y también creyó que el retraso de ingresos de asalariados y jubilados le pondría un ancla a los precios. No tuvo en cuenta que la formación de precios en Argentina depende de otros factores muy diferentes a la teoría del “libre juego de la oferta y la demanda”. Esto último sí lo saben los grupos empresarios con posición dominante en los principales mercados de insumos y productos de consumo masivo: los precios son el reflejo de una relación de fuerzas, y si el mercado se achica, quien domina el juego podrá imponerle el precio a los demás y lograr una transferencia de ingresos a su favor. Todos pierden, menos ellos.
La conclusión es que la política del gobierno, ineficiente en algunos casos y volcada a beneficiar a los sectores dominantes en otros, termina ofrendándole a la economía nacional este cuadro tan particular: shocks devaluatorios cada vez más frecuentes, tasas de interés a niveles capaces de provocar una parálisis total, recesión e inflación. Todo al mismo tiempo. Encima, con un gobierno con pretensiones electorales. Las elecciones tienen aún resultado incierto. Pero en economía, en este modelo especulativo y depredatorio, los pocos ganadores y muchísimos perdedores ya son identificables.