La Feria del Libro de Buenos Aires es un acontecimiento siempre. La cualifica la masiva asistencia de público, una marca de fábrica infrecuente en otros países. Se replica en muchas ciudades de provincias con altas concurrencias y repercusiones. La participación resignifica al hecho cultural, lo embellece.
La industria editorial, como las demás, atraviesa un trance crítico: las ventas de libros cayeron a pique durante el gobierno del presidente Mauricio Macri. El secretario de Cultura Pablo Avelluto (uno de los funcionarios más agresivos del equipazo oficial, lo que es mucho decir) actúa como cómplice de la debacle. Los principales culpables son el presidente y quienes integraron sus sucesivos equipos económicos.
Los consumos culturales no se alteran abruptamente en el breve lapso de tres años y meses. La clave es la merma del poder adquisitivo de los argentinos. La gente común compra menos libros, alimentos, vestimenta, objetos de ocio, medicamentos, fasos, huevos de Pascua, juguetes. El encarecimiento de los insumos importados es semejante al de otras producciones, con las diferencias lógicas entre distintas actividades.
Los pasillos de la Feria, comentan sus habitués, quedaron más amplios esta vez. Algunas editoriales renunciaron a colocar stands. Otras alquilaron para sus instalaciones superficies menores a las de años atrás. “Se achicaron” como tantos inquilinos de otros inmuebles. La Feria 2019 expresa como microcosmos a la sociedad argentina.
El lanzamiento de “Sinceramente” más conocido como “el libro de Cristina” convulsiona a la Feria, detona un boom… ay, circunscripto. El libro se agota en ciudades de todo el país, las reposiciones duran poco en los estantes, circulan PDF por redes sociales.
Un best seller sin precedentes en su tipo, interpretado (antes de ser leído) como un virtual lanzamiento de la candidatura de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El impacto del texto refleja, una vez más, la centralidad de Cristina que supo capear y remontar la derrota electoral, una persecución sórdida e ilegal en Tribunales, los ataques de los grandes medios de difusión. Constituida en la principal referente opositora desde la asunción de Macri sobrevivió mejor que los tránsfugas de su propia fuerza o que los aliados tácticos del modelo macrista. Comprobado el fracaso del oficialismo en todos los terrenos, se beneficia tanto por haber sido coherente cuanto por la resiliencia de los apoyos masivos que conservó especialmente afincados en los sectores más humildes de la sociedad y los jóvenes.
Cultora del enigma siempre y del perfil bajo de modo intermitente (durante las presidencias de Néstor Kirchner y de Macri) Cristina no anunció con todas las letras que será candidata. Algo similar a lo que hizo durante 2007 y 2011 ante contextos bien distintos. De cualquier forma, ocupa el centro de la escena sin poder territorial ni grandes medios afines. Todo un detalle.
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Mensajes en negro sobre blanco:”Sé que lidero las esperanzas de millones de hombres y mujeres que padecen la cotidiana frustración de vivir y ver su país a la deriva” describe la ex mandataria en la frase de tono electoral más específica que halló este cronista en un vistazo panorámico a un libro “hablado” por la autora. Su estilo oral está ahí, con virtudes, defectos, y modismos.
Sería prematuro intentar una reseña o un recorrido por el texto, pletórico de argumentos, anécdotas, repeticiones y revelaciones. Un alegato político, en un tono elegidamente medido sobre todo si se compara con la furia retórica de la cúpula de Cambiemos. El descontrol y las faltas de respeto las monopoliza la derecha gobernante. Bastan como muestra los constantes exabruptos de Macri, con alusiones a la mierda que habitan otros hasta la alusión despiadada de la diputada Elisa Carrió al fallecido ex gobernador cordobés José Manuel de la Sota. Cristina opta por diferenciarse, autodefiniéndose con sorna como “una yegua herbívora”.
Esquiva las cuitas internas, salvo respecto de algunos desertores. Hay discusiones con el ex ministro Roberto Lavagna y con el ex diputado Sergio Massa pero también reconocimientos. A Hugo Moyano le reprocha misoginia mientras le reconoce (con razón) “que nunca traicionó a los trabajadores de su gremio” y que “después de Saúl Ubaldini fue el último gran Secretario General de la CGT”.
Macri, el Multimedios Clarín, los jueces y fiscales que la persiguen son los contendientes elegidos. Los señalamientos a otros periodistas o medios que le faltaron el respeto soezmente (la revista Noticias o Jorge Fontevecchia, por caso) se restringen a los contenidos.
Salgamos de la Feria, vamos a la calle, que está dura.
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Cosecharás tu siembra: Justo se conmemora el año de la formidable corrida cambiaria promovida por las políticas del Gobierno y consumada por sus aliados financieros. La forma de elegida para homenajear la efeméride fue repetirla, con aditamentos de la etapa.
El lanzamiento del “Plan alivio” resultó un fiasco, se difirió el arranque prometido antes de Semana Santa. Las góndolas esperan el aluvión de las terceras marcas ignotas, las raciones famélicas de carne barata no llegaron a las gancheras del Mercado Central.
Los empresarios dialogaron desangeladamente con Macri y días después le enviaron un mensaje-mandato ovacionando a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. “Ellos” votan antes de tiempo… debe ponderarse que su sabiduría electoral es, cuanto menos, dudosa. Le proponen a Macri una jugada heterodoxa (con perdón de la palabra), una renuncia al liderazgo, dejando sin candidata a la provincia de Buenos Aires. La maniobra habla más de las divisiones dentro del establishment que de razonamientos elaborados.
Los grandes medios internacionales, los “del mundo” en los que los macristas gustan leerse reflejan y ahondan la pérdida de credibilidad en el frente interno. Los portavoces de la Casa Rosada, el presidente incluido, culpan a la incertidumbre política, esto es a la posibilidad de alternancia. Hasta hace poco se suponía que esa era una de las virtudes del sistema democrático.
Las fugas de capitales, la “volatilidad” de las divisas, la bicicleta son consecuencia y hasta designio del modelo M. La prensa no oficialista, economistas serios, la oposición no cooptada lo advirtieron desde el vamos.
Los indicadores económicos, laborales y sociales se conjugan: todos dan pésimo. La obsesión excesiva por la cotización del dólar no funciona como abordaje sobre una sociedad compleja ni como subterfugio. El macrismo está desnudo, lo negó cien veces, ahora se percata y culpa al kirchnerismo.
Este cronista no se ufana de frecuentar a la City, a sus falsos gurúes, al empresariado sin conciencia de clase, a los “inversores”. Pero algo charla, tiene años de calle, conoce a los grandes jugadores. Ellos miran al futuro; también piensan en el presente. Ven a un presidente sacado, a funcionarios erráticos cuyas predicciones se derrumban en semanas, a compañeros de ruta que le dan la espalda (radicales, el flamante mariaeugenismo), a diputados que se fugan becados al exterior, a integrantes del Gabinete que riñen casi en público.
Las campanas de la peste doblan, a veces, por las grandes corporaciones. Sus dueños y CEOs ven como se derrumban las acciones en Wall Street, día tras día. Esto les pasa ahora, no en el remoto 10 de diciembre.
Los caballeros esenciales alertan: si el dólar sigue trepando volveremos a remarcar los precios esenciales. Se subraya “volveremos”. No dudan respecto de los combustibles: el aumento llega implacable, presto para trasladarse a los precios.
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Repasos y fortalezas: Valerse de un libro para sacudir la modorra de una campaña repetitiva constituye una novedad. Sorprender beneficia en la competencia aunque el juego electoral es resultadista, bilardiano en el extremo. Lo que sale bien, se consagra temporariamente. Expresado en un sarcasmo con fines didácticos: si Ítalo Luder hubiera ganado en 1983 quemar ataúdes se habría puesto de moda.
Cristina es locuaz, acude mucho a la primera persona del singular. Al evocar el Memorándum con Irán asume “una verdadera ingenuidad de nuestra parte, que nos hizo olvidar los intereses geopolíticos en juego”. Habla de “la omnipotencia de creer que podíamos arreglar todo” rondando el máximo de autocrítica factible para quien sigue participando.
Hay reflexiones elaboradas sobre el texto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que ameritan una mirada menos apurada que el cierre de esta nota.
Desde ya que el núcleo del alegato político jamás consiste en autoflagelarse sino en ratificar identidad y banderas. Cristina hace pie en la fortaleza del kirchnerismo comparado con la pesadilla comenzada el 10 de diciembre de 2015. Las realizaciones, la salida pacífica de la crisis integral de 2001, las ampliaciones de derechos humanos, sociales, laborales e individuales descuellan en la comparación con la chata y regresiva trayectoria del macrismo. Mejoras materiales o simbólicas, añejas luchas o nuevas reivindicaciones consagradas en leyes. Ahorramos la nómina por ser re-conocida por quienes nos leen. El diccionario macrista ni siquiera contiene la palabra “derechos”.
El desendeudamiento de la Nación, las provincias, las empresas y la gente de a pie brillan por contraste con la situación actual.
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Los hechos cuentan: Las polémicas políticas coyunturales padecen exceso de fruición por “el discurso”. Los conflictos, la realidad cotidiana-los hechos, en suma– ceden demasiado espacio. Contraponer los años del kirchnerismo con los actuales impone repasar el contenido reparador y redistributivo del peronismo en el siglo XXI. El periodista Martín Rodríguez va más allá en una brillante nota publicada en La Política on Line: “probablemente lo que el peronismo ofreció históricamente a la sociedad no sea politización sino estabilidad. El conflicto, en tal caso, siempre viene por añadidura, ocurre, se desprende de la dinámica de los hechos”.
La verba inflamada del propio kirchnerismo a menudo “juega en contra” no enarbolando (como galardón) que entre 2003 y 2015 se vivió una experiencia reformista, ordenada, con paz regional, sin opositores presos, sin medios cerrados por asfixia financiera estatal.
Ahí, piensa este cronista, “ganan” por goleada Néstor Kirchner y Cristina. Sin negar las flaquezas, los errores, los vicios y el amesetamiento del “modelo” en los últimos años.
Ayer se cumplieron cuarenta años de la arriesgada y valiente primera huelga general contra la dictadura cívico-militar (ver página 16). El recuerdo entona para decir que la consigna “Paz, pan y trabajo” describe mejor a los dos primeros gobiernos de Perón y a los kirchneristas que a cualquiera de los de sus adversarios democráticos. Sobre los demás ni hablamos.
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En busca del horizonte: El fenómeno de libros vendidos como antes sucedía con el pan caliente no resuelve los desafíos que afrontan el peronismo opositor y el kirchnerismo en particular. “Sinceramente”, supone uno a primera vista, fideliza a los convencidos más de lo que interpela a los indecisos, desconfiados, alejados u hostiles.
La conformación de un frente opositor, predicada por Cristina y el sentido común de la dirigencia justicialista (los afines, los distantes, los anti K irredentos), impone ampliar sus fronteras.
El macrismo expulsa adhesiones pasadas o potenciales cuando genera miseria, descenso en la escala social, desocupación, angustia o miedo generalizados en cada jornada. Sigue pendiente para la principal oposición la tarea de reagrupar, superar rencillas y suspicacias, mostrar un horizonte que (como Dios manda) esté adelante y no solo en el espejo retrovisor.