La pequeña pero cálida sala Circe está vacía aún. Sólo la habitan cuadros, pinturas y un paisaje interno dominado por la madera, y unas inmensas cortinas negras que impiden saber si es de día o no. En medio de ese estado atemporal, Las Folkies suben a probar sonido. Mavi Díaz y sus compañeras (Silvana Albano en piano, Pampi Torre en guitarra y Martina Ulrich en percusión) vocean el estribillo de “Si pudiera”. También ajustan la densa y bella “Zamba negra”. La idea es que todo esté a punto caramelo para las 22, cuando arranque el primer concierto de los cuatro que tienen previstos para los jueves de febrero, en esta “fábrica de arte” ubicada en Córdoba 4335. La misma escena, casi, se repite en el show. Ya están las cincuenta personas que esperaban. Ya está el sonido preciso, y lo que queda es gozar de la frescura entre telúrica y glam que las define. “Lo que hacemos en este espectáculo, además de tocar temas de los dos discos, es traer algunas canciones de mi disco solista Baile en el cielo, que se hizo en una semana y casi sin pensar. Por ejemplo, ‘Invocación’, zamba de Carlos Guzmán”, detalla Mavi, en la entrevista con PáginaI12, en ese período entre la prueba de sonido y el concierto.

Concierto que arranca con la lúdica “El gato floro”; sigue con “Del tallo a la flor”, una de sus piezas más festejadas; la versión ya ensayada de “Si pudiera”, y “Tonada de la espera”, que transcurre entre sonrisas, suaves cadencias y gestos cómplices. “Nos queremos, nos divertimos, nos respetamos y nos admiramos profundamente. También nos complementamos como personas. Son una cuantas razones para estar juntas durante tanto tiempo, creo”, sentencia Pampi, también guitarrista de Triura y los Caballeros del Monte, traspasando a testimonio lo que se ve en escena. “Más allá de cada una en su individualidad, nos creemos una familia, y actuamos en ese orden”, extiende Alfano, acerca del sustento humano que las lleva a durar, hasta hoy, siete años, y dos discos: Songoy y Todo sí! Uno, el primero, con un sabor vernáculo que le provocó a la ex Viudas retomar la sangre de su padre (el armoniquista Hugo Díaz), y el otro, que se originó en las giras por el globo que realizó el grupo y que le dieron, casi por osmosis, aires musicales nuevos, con la colaboración de gente del palo como Teresa Parodi, Dolores Solá, Acho Estol, Koki y Pajarín Saavedra, Homero Carabajal y Agustín Ronconi.

–Para que ocurra la sintonía musical, la cosa tiene que estar determinada por el vínculo humano. ¿Cómo lo logran?, ¿Cómo se liman las asperezas en un grupo que viaja todo el tiempo y permanece junto?

Silvana Albano: –Nos conocemos tanto que, cuando alguna se raya, decís “en dos horas se le pasa... ¡No le hablen!” (risas). También se recurre mucho al humor, para distender.

Pampi Torres: –Siempre hay un lugar para una cena, además, para vernos, encontrarnos, charlar, ver cómo estamos. Y de ahí también nacen las propuestas musicales.

Mavi Díaz: –Es vinculante lo de ser como una familia, sí. Y es algo que se dio de entrada, porque en el primer viaje que hicimos estuvimos cuatro meses conviviendo ¡en Corea!, y eso fue una prueba de fuego (risas). Una noche nos machamos con vino francés en Seúl y nos contamos cosas profundas. Cada una acababa de separarse y pudo mostrarse por dentro. 

–Veinte día en Corea solas, resulta inimaginable...

M. D.: –Tal cual (risas). Es mucho, porque no te entendés con nadie.

Martina Ulrich: –No es que te cansás y hablás con el de al lado (risas). Nadie te entiende un pomo ahí, no da para ir un rato sola al cine o a un bar.

M. D.: –Y ahí se formó la familia, en la que Silvana es hermana mía, Martina es hija de Silvana, y Pampi es mi hija (risas). La verdad es que no nos peleamos, apenas nos cabreamos un poco, pero nos cuidamos entre todas. En el último Cosquín, la más cuidada fue Martina porque, además de tocar con nosotras, andaba de peña en peña con Peteco. Esta es la llave para abrir todas las puertas. Es como un viaje de fin de curso permanente, porque nos encanta estar juntas y buscamos una excusa para eso. De hecho, cuando cambió el gobierno y nos queríamos pegar un tiro, nos dimos cuenta de que iba a ser difícil que nos contraten para las fiestas populares, y las chicas me plantearon que tenían un circuito under, que yo nunca había hecho. Entonces, decidimos probar por ese lado.

–Respuesta positiva, se intuye.

M. D.: –Ni lo dudé. Me puse a disposición de ellas y acá estamos, entre un show pago y cuatro a la puerta. Incluso, compré una camioneta para salir las cuatro solas a recorrer el país. Ellas tienen mucha historia peñera y esto es independencia pura: salir a la ruta, compartir, llegar a gente a la que no habíamos llegado nunca. Es una especie de delivery de folklore: vamos a tu pueblo y te tocamos en la puerta (risas). Una experiencia hermosa la de ir a pueblos donde ni siquiera hay hoteles y la gente te presta su casa.

P. T.: –Es nuestra responsabilidad como artistas poder llegar a esos lugares, sembrar en sitios en los que no llegamos nunca. 

S. A.: –Y lo que más nos llamó la atención fue la cuestión con las mujeres instrumentistas. Organizamos talleres a los que se acercaban mujeres con mucha timidez, porque lo consideran un lugar para el hombre. Es muy difícil ver tocar un instrumento a una mujer, porque piensan que están para cantar.

M. U.: –Esto genera algo copado, porque ellas mismas dicen “¿por qué si estas tres sí, yo no?”. Es como una lucha de género.   

–¿Cuáles son sus referentes femeninos dentro de la música popular argentina de hoy? Tienen mucho como para elegir...

M. U.: –Soy fan número uno de Barbarita Palacios, desde que estaba en Semilla. La admiro porque es muy genuina, además de ser una estudiosa total de la música.

P. T.: –Lo último que me gustó fue la Bruja Salguero y alguien que descubrí hace poco: Lidia Borda. No soy de escuchar mucho tango, pero me mató.

S. A.: –Dolores Solá, también. Además, están Mónica Abraham y Laura Albarracín como grandes referentes. Hay colores de ellas que están en los de la Bruja, por ejemplo. Y Paola Bernal, de la que todas somos fanáticas. 

M. D.: –Para mí es perfecta, sí. Canta y toca el bombo que te morís. Personalmente me emociona y esto es importante, porque hay muchas cantantes que cantan perfecto pero no me emocionan. La última que lo logró, en mi caso, fue Luciana Jury. ¡Por favor, lo que canta esa mujer! Me hizo llorar, porque es una heredera de Teresa Parodi. Es de las personas que cantan desde el alma, de una manera desgarradora o celestial. Y no quiero olvidarme de Laura Ros, una de las voces más hermosas que hay en la Argentina.