Desde Barcelona
UNO Todavía con los ojos y los oídos llenos por la audición y visión de Avengers: Endgame, Rodríguez se levanta temprano el domingo para ir a votar en las elecciones generales. Y qué daría él –ante semejante ocasión– por volver a sentirse como se sintió en la encandiladora oscuridad de un cine. Allí, él y su hijo y una multitud de desconocidos de pronto en una misma aventura lanzando “¡ooohs!” y “¡aaahs!” y riendo y llorando. Y volviendo a saber lo que alguna vez había sido ‘ir al cine’: salir de una pantalla virtual para entrar en un sitio real. Y ser coprotagonista de algo importante y cósmico.
Ir a votar debería ser algo así, se dice Rodríguez.
Pero no. No lo es.
DOS Y no lo es porque a esta altura sólo los propios políticos parecen creer en sí mismos y todos y cada uno de ellos tienen mucho que una doble personalidad. Y porque los votantes –esos a los que en las películas no se los ve morir aplastados de a miles cada vez que los titanes se trenzan en uno de esos combates en los que se destrozan ciudades enteras– no acuden a las urnas con sed de justicia sino con hambre de venganza. Son, sí, avengers; pero impotentes y a los que sólo les queda la pequeña revancha de votar para castigar porque nunca hay motivos para votar premiando. Además, en el trámite cada vez menos comprensible de una democracia parlamentaria y no presidencialista, el arco dramático se afloja y la flecha rara vez da en el blanco para ir a dar, como mucho, al gris sucio.
En cualquier caso, durante toda la campaña, no dejó de repetirse el mantra de “estas elecciones son muy importantes” (como admitiendo que todas las anteriores no lo fueron) y apoyándose en nuevos (d)efectos espaciales y en una trama más fragmentada que nunca: el renacido en serie y galán socialista Sánchez luego de haber sobrevivido al ataque de todos los osos de su partido y despachado a Rajoy teniendo que revalidar laureles; por una vez la hasta ahora blindada Derecha fraccionada en diferentes voltajes yendo de lo de siempre a lo light a lo ultra (el llamado “Trifachito” compuesto por Partido Popular y Ciudadanos y la vociferante Vox); y la Izquierda del feminizado Unidas Podemos con un Pablo Iglesias afirmando que luego de su permiso por paternidad y de cambiar pañales está más preparado de lo que ya estaba para ser jefe de gobierno mientras sus “cercanos” no dejaban de repetir que “ha madurado” y que ahora es “tierno, delicado y riguroso”. También, algún nuevo personaje como la madrileña con acento argentino Cayetana Álvarez de Toledo. Y alguna traición de último momento. Y los debates y los chistes por los slogans de campaña (muy parodiado fueron los posters del PSOE con Sánchez en plan Big Brother / Tío Agrandado y el posible doble sentido del “Haz que pase” de Sánchez inspirado, según una ministra, en una frase del film Titanic que ya saben cómo termina). Y, por supuesto, los independentistas catalanes que son como el eugenésico Thanos de la ecuación: abogando por anular/ignorar de su mapa a más de la mitad de los catalanes que no quieren irse de España en el nombre de algo más poderoso que las joyas del infinito y a lo que se refieren como a “el mandato otorgado” por menos de la mitad de los catalanes. En cualquier caso, más allá de la variedad de sabores, la campaña puso en evidencia algo que ya es un fenómeno mundial: la trumpificación de la política. Ya no importa falsear datos o decir mentiras. Importa, sí, que esas falsedades sean mejores y más graciosas que las del rival.
TRES Y alrededor de todo eso, aquello que se supone que es la realidad: el estreno de la última temporada de esa tontería que es Juego de tronos; un nuevo disco de ese fenómeno inexplicable para Rodríguez que es Alejandro “El Gallo” Sanz; el anuncio de que el Brexit (abreviatura de Brain Exit) se posterga hasta Halloween (Trick or Treat); Assange desahuciado (y habiendo perdido por completo su look de villano de película de James Bond) y Donald rehaciéndose el ruso; Marie Kondo cada vez más parecida a la versión bañada y perfumada de ese fantasma japonés que salía de la tele en las películas de The Ring; Notre Dame ardiendo; y la primera fotografía del ojo que mira fijo de un agujero negro a la que no hacía falta ver, porque ya se sabe a la perfección lo que es vivir en un sitio de una densidad tal que ni siquiera la luz pueda salir de allí. Y la terrible e insuperable y desgarradora tragedia para Rodríguez de llegar al centro cívico en el que vota y confirmar lo que ya sabía: el nombre de Tony Stark no figura en ninguna de las boletas. Y tampoco estará el próximo 26 de mayo cuando haya comicios municipales, autonómicos y europeos.
Y de nuevo, lo más importante, lo mejor: Avengers: Endgame y el por qué emociona tanto (y a Rodríguez no le cuesta nada confesar que sollozó con las muertes de ¡SPOILER! y la resurrección de ¡SPOILER! y ese momento en el que, finalmente y por fin, más de una década y veintidós películas después, Captain America ordena eso de “Avengers assemble!” con la misma trascendencia histórica que el Henry V de Shakespeare en el amanecer del día de Saint Crispin). La razón es sencilla: el tema de la película es el del deseo de volver al pasado para rever y corregir y hacer las cosas bien o, al menos, hacerlas un poquito mejor a partir de ahora en el presente. Por desgracia, la política (en especial cuando está protagonizada por malos políticos) no funciona así: la política no mira atrás sino que avanza retrocediendo.
CUATRO Ahora ya es de noche –y hubo participación récord y más indecisos que nunca hasta último momento– y en las diferentes sedes de los diferentes partidos todo es “¡ooohs!’ y “¡aaahs!” y risas y lágrimas. Pero no son de película. Y todos juran haber triunfando habiendo perdido todos. Pero ya se sabe quién van a salir perdiendo con todos estos que siempre salen ganado: los (¡SPOILER!) de siempre que hoy fueron a (¡SPOILER!) en eso de “la fiesta de la democracia”. Y se fortaleció la Izquierda y se hizo pedazos la Derecha; pero Rodríguez ya hace mucho que no cree en esas categorías y se parece cada vez más a esa desencantada y cínica versión The Dude Lebowski de Thor. En cualquier caso, el PSOE sacó más votos (y vuelve a ser la primera fuerza política), el PP bajó en picada (nunca cayó tan bajo), Ciudadanos y Podemos –quienes alguna vez se creyeron recambio– no son más que comparsas acomodaticias, Vox subió de volumen pero no tanto y se quedó afónico y, en Catalunya, arrasó el conciliador preso Junqueras mientras que el rupturista fugitivo Puigdemont ya es historia (y no histórico). Y a partir de mañana –“estamos muy cerca”, fue el último mensaje de Sánchez– de nuevo a pactar o a no poder pactar y... Esta película ya se la vio. Así que Rodríguez se va solo a la cama pero antes de dormirse le envía un mensaje a su hijo donde le pide que, por favor, que no sea malo, que por lo que más quiera, que se lo agradecerá por el resto de vida que le quede, que el fin de semana que viene vayan juntos a ver de nuevo Avengers: Endgame, ¿sí?