Producción: Tomás Lukin


Por Alejandro Robba * 

Es necesario cambiar

Si hubiera algo para rescatar del experimento económico actual, es la lección de que un gobierno que aspire a una Argentina industrial, con estabilidad macroeconómica y con una justa distribución del ingreso no puede seguir el camino elegido por el presidente Mauricio Macri. Es claro que las autoridades no tienen estos objetos en su agenda. La segunda previsión es que la resolución de los graves problemas que dejará Cambiemos no los puede hacer Cambiemos. Primero, porque Macri ya avisó que de ser reelegido irá por el mismo camino pero más rápido y, segundo, porque el herramental que debiera adoptarse no está en el ADN de la actual administración. El ejemplo es el tímido “congelamiento de precios” que al final fue un “pacto de caballeros” pero que no solo murió antes de implementarse sino que fue un programa anunciado sin convicción y mal diseñado. Es un programa que no tiene ninguna posibilidad de ser fiscalizado desde un Estado que desarmó una a una sus agencias de control.

A lo largo de los próximos meses, Argentina enfrentará la profundización de todos los males, pero voy a rankear los tres primeros: 1) emergencia alimentaria, 2) exacerbación de la restricción externa y 3) depresión económica. Un primer equipo deberá dedicarse a estos tres puntos y, paralelamente, un segundo equipo dedicarse a implementar los verdaderos cambios estructurales que se necesitan para alcanzar estabilidad macroeconómica de mediano y largo plazo en un país emergente con estructura productiva desequilibrada y restricción externa. Esa es una prioridad necesaria para volver a un modelo de desarrollo industrial, sustentable y permanente. 

1) Emergencia alimentaria: un país que produce alimentos para 400 millones de personas tiene que poder poner a disposición de su población una canasta saludable a precios justos a partir de una política agroindustrial que logre este objetivo sin destruir la rentabilidad de las empresas como sucede ahora ni restringir las exportaciones de los alimentos excedentes. Tomando los postulados del Movimiento Arraigo, se trata de implementar una política de soberanía alimentaria, rentable, pero con inclusión, con justicia social y con preservación del medio ambiente y la diversidad geográfica. Al mismo tiempo, crear en todo el país circuitos de producción y consumo regionales a través de mercados locales alternativos o ferias, que garanticen el comercio de cercanía, y donde los gobiernos locales sean los grandes protagonistas. Para eso se necesita, la descentralización urgente de recursos hoy centralizados en los gobierno nacional y provinciales y la asistencia de organismos como el INTA y el INTI junto con el involucramiento de los pequeños y medianos productores locales. 

2) Restricción externa: es un secreto a voces que, con el actual perfil de vencimientos de la deuda, será imposible afrontar los pagos de los compromisos externos y al mismo tiempo utilizar divisas para lograr poner en funcionamiento la economía local. Se impone una renegociación con organismos internacionales, en particular con el FMI para reestructurar el acuerdo actual con un programa cumplible que incluya menores restricciones al crecimiento, nuevos desembolsos y mayores plazos de repago. A su vez, vendrá una dura y larga negociación de la deuda soberana con un objetivo difícil pero necesario: priorizar el crecimiento económico sin defaultear la deuda.

3) Depresión económica: No puede arrancar un programa de desarrollo sustentable sin antes romper la inercia de la recesión actual a partir de un amplio y consensuado acuerdo de salarios, precios, tarifas, gasto público y metas de producción de bienes y servicios. En una mesa donde estén representados los trabajadores, los empresarios, los movimientos sociales, la iglesia católica y otras religiones representativas junto al gobierno, se deberán acordar objetivos y plazos concretos para ir recomponiendo los ingresos de la población y la rentabilidad empresaria con el compromiso de que los costos serán compartidos pero afrontados diferencialmente según la capacidad económica de cada uno de los actores. Este acuerdo debe hacerse sobre la base de un objetivo principal y fácil de fiscalizar: los salarios reales deber crecer por arriba de los precios. Es cierto que será imposible recuperar la pérdida salarial de estos 4 años en pocos meses, pero sería inviable un acuerdo donde los salarios reales no crecieran ya que es la única garantía para que la economía deje la depresión y comience su recuperación. 

* Director de la carrera de Economía de la Universidad Nacional de Moreno.


Por Federico Pastrana *

Laberinto y precipicio

La economía está sumergida en una crisis que se intensifica. Los hechos recientes y las reacciones del gobierno no hacen más que demostrar la encerrona en que se encuentra la política económica argentina. El escenario actual no debe analizarse desde la coyuntura sino como la sucesión de políticas que llevaron al país hasta este punto. Estas políticas construyeron un laberinto que dificulta la estrategia de Cambiemos de cara a las próximas elecciones: mostrar cierta recuperación de los ingresos reales con inflación en baja y algunos puntos de crecimiento.

Este laberinto puede entenderse a partir de cuatro elementos: la desregulación financiera interna y externa, la apertura comercial, la ausencia de políticas laborales y el acuerdo con el FMI, que construye la actual política macroeconómica. Ésta se puede resumir en tres políticas centrales: el déficit primario cero, el congelamiento de la base monetaria y la flotación del peso respecto al dólar. Este conjunto de políticas arma un combo recesivo. 

La política de flotación cambiaria impide al gobierno dar certidumbre sobre la variable más importante de la economía argentina: el tipo de cambio. Después de pasar por distintos esquemas, el Banco Central anunció que intervendrá con 210 millones de dólares por día si el dólar supera los 51,45 pesos. Este monto resulta insuficiente para hacer frente a una corrida cambiaria: el promedio diario negociado en el mercado está por encima de los 700 millones de dólares, por lo que se descuenta que, si el dólar llegase a esos niveles, el gobierno no podrá hacer frente a la corrida y necesitará renegociar con el FMI para poder “hacer algo”. Hoy el gobierno utiliza la Anses, los bancos públicos y la venta de dólar futuro para calmar el mercado pero que no logra modificar la tendencia y menos dar certidumbre a futuro. El dólar está en 47 pesos y hace una semana estaba en 43. En 7 días aumentó un 10 por ciento.

La política cambiaria constituye el talón de Aquiles de la política económica de Cambiemos. La incertidumbre respecto tipo de cambio es el principal factor de inestabilidad económica. Las declaraciones como “estamos cómodos con el esquema de la banda cambiaria” realizadas hace apenas 20 días no se condicen con los verdaderos riesgos de la estrategia elegida, que implica intentar gobernar el dólar en un laberinto cada vez más estrecho.

Las medidas anunciadas lejos de dar previsibilidad y bajar la inflación, generaron desconcierto, no sólo por el escaso contenido de las políticas sino también por las dudas sobre su sostenibilidad en el tiempo. Si bien los créditos Anses podrían paliar parte de la caída del consumo al inyectar recursos en base a deuda a las familias más postergadas, las promesas en torno a los precios parecen tener poco aliento y subestimar el problema. Resulta impensable poder sostener por mucho tiempo un congelamiento de precios en una economía con 55 por ciento de inflación interanual, elevada inercia inflacionaria, tendencia al acortamiento de los contratos y con una meta fiscal que hace imposible solventar por parte del Estado contratos de servicios públicos que viajan al ritmo de la devaluación. Las medidas anunciadas, en lugar de bajar la incertidumbre, la elevaron aún más. 

La toma de posición de las principales figuras del gobierno tampoco ayudó calmar las aguas. Ante la imposibilidad de dar respuestas concretas frente a la situación actual, los funcionarios responsabilizan de la crisis al bajo apoyo político del actual rumbo y sus escasas chances reeleccionarias, al mismo tiempo que enfatizan que “no hay otro camino”. Este mensaje trae la idea de un gobierno irreflexivo, que no corrige políticas y que se muestra totalmente insensible sobre la situación de crisis. Si “no hay otro camino” que el actual, en el que el desempleo, la pobreza y la inflación aumentan, difícilmente el gobierno obtenga el apoyo pretendido en las elecciones. Al ver este panorama y encuestas que lo reflejan, los acreedores de la deuda externa avizoran inestabilidad en el horizonte. Esto repercute en los mercados con ventas de bonos argentinos, aumento del riesgo país y fuerte inestabilidad. Las próximas semanas, con la sucesión de elecciones provinciales y paros prometen no dar respiro. 

Comparar el estado actual de la política económica con estar al borde del precipicio no es una analogía errada. Podríamos pensar que el laberinto de la política económica actual está empujando al gobierno el precipicio. De continuar sin modificaciones el actual esquema, el pasar de las semanas, de la mano de la inestabilidad, seguirá oscureciendo cada vez más la posibilidad de una primavera y llevando a la economía a un crudo y largo invierno.

* Economista de Centro Periferia y docente universitario.