Hace unas semanas se anunció la disposición de documentación sobre la vida de Assange en la Embajada de Ecuador al mejor postor. El nombre del titular de la cuenta era falso, pero el teléfono de contacto y la dirección de mail sirvieron a Kristin Hrafnsson, editor jefe de WikiLeaks, para contactar con los vendedores y comprobar la veracidad de la oferta. Martín Santos, “Pepe”, un periodista de Alicante condenado a tres años de cárcel por estafa, le envió por correo electrónico fotos de su computadora donde aparecían ficheros sobre las comunicaciones entre el abogado Baltasar Garzón y Assange, los paquetes que éste recibía, las citas con sus médicos y transcripciones de audios de sus conversaciones. El precio era tres millones de euros y de no aceptar la oferta los videos y audios comenzarían a aparecer en varios medios. Si querían pagar tenían que ir a España para fijar el acuerdo.
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