Mientras en Roma el papa Francisco recordaba que el obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires, beatificados el sábado último por la Iglesia Católica, fueron “perseguidos por la justicia y la caridad evangélica”, invitando a que “su ejemplo y su intercesión apoyen en particular a aquellos que trabajan por una sociedad más justa y unida”, en Argentina el obispo castrense Santiago Olivera dio a conocer un mensaje pidiendo “a mi pueblo diocesano, a mi gente, a la familia militar, a aquellos que se sientan heridos, que vivamos esto, la Beatificación de los Mártires Riojanos desde la fe, sabiendo que la verdad hace libre y tiene una fuerza esplendorosa”.
En su declaración, el obispo castrense deja en evidencia el malestar que la beatificación causó en algunos sectores de las Fuerzas Armadas al señalar “que comprendo el dolor y la sorpresa de muchos, pero también esto habla de los muchos años en que hemos vivido con miradas distintas, sesgadas; pero todo eso no quita que vivamos hoy todo esto desde el punto de vista de la fe, como cristianos y sin lugar a dudas como católicos”.
Desde que asumió sus responsabilidades como titular del obispado castrense en 2017, Olivera ha tenido intervenciones públicas que bien podrían encuadrarse en lo que se denomina la “teoría de los dos demonios”.
Ahora, al referirse a la dictadura militar, el marco en el que se produjeron los asesinatos de Angelelli, de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville y del militante católico Wenceslao Pedernera, Olivera dijo que “aquellos fueron tiempos dolorosos que le tocó vivir a la Argentina, tiempos de confusión, de persecución, de desaparición y de muerte”. Y agregó que “nunca más persecución, nunca más la tortura, nunca más la desaparición; es importante descubrir que la injusticia y la mentira no son la última palabra”.
Y saliendo al cruce de las objeciones a la beatificación y “pensando en todos, y en especial en quienes vivieron muy de cerca aquella historia nuestra, en donde todo el país atravesó tiempos durísimos, para aquellos que tienen sentimientos distintos con lo vivido” le pidió a su feligresía militar que “vivamos perdonando, ofreciendo cuando no se comprende, cuando no se sabe, no somos ni jueces, ni somos el Santo Padre que es quien conoce y decidió la beatificación”.
“No se hace camino desprestigiando –dijo el obispo, admitiendo tácitamente que el hecho generó esas actitudes en medios militares–; no se construye un sendero contribuyendo más a la confusión, por ello, les pido de corazón que internalicemos el ‘nunca más’, nunca más la violencia de ningún signo, de ningún lado”. Porque, agregó, “sean los que hayan sido los responsables, en esta Justicia sospechada tantas veces, debemos trabajar por la verdad, por el encuentro, por el amor, por la paz, por el perdón”.
Admitiendo implícitamente que la determinación del Papa está siendo cuestionadas hasta el punto de poner en duda la autoridad del pontífice para adoptar tal decisión, el obispo Olivera dijo que “más allá de que sean o no falibles las beatificaciones para algunos, es verdad también que uno puede tener o no devoción en un beato o santo, pero también debemos ser humildes, reconociendo que no siempre contamos con todas las virtudes de la verdad”.
Y para que no queden dudas añadió que “como siempre recuerdo, los santos, son hombres y mujeres como nosotros, es decir falibles, tenemos luces y sombras, pero que en ellos (los Mártires) ha prevalecido la fidelidad y en este caso, en el derramamiento de la propia vida por la proclamación del Evangelio”.
En una carta dirigida al Papa el año pasado, el obispo Antonio Baseotto, antecesor de Olivera en el obispado castrense, había expresado sus “muy serias dudas” de que Angelelli haya sido asesinado por los militares, algo que comprobó la Justicia penal y reafirmó la Iglesia. “Claramente, si hubiera sido muerto por los militares, no habría sido por su fe, sino por su compromiso con las fuerzas de izquierda, entonces operantes en La Rioja y hoy en el poder, al que han llegado muy hábilmente”, dijo entonces Baseotto. En el mismo sentido se expresó también el arzobispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, quien el año anterior afirmó que la muerte de Angelelli se debió a “un accidente”.