Ataviadas con baby dolls transparentes, négligées de seda, bragas sport, corsés de cuero o conjuntitos de fina lencería en dos piezas, más de 40 mujeres curvy desfilaron los pasados días en la explanada del Trocadero, frente a la Torre Eiffel, para denunciar lo harto denunciado: la falta de diversidad en la industria fashion, sea sobre lustrosas pasarelas, sea en extendidas publicidades de moda. Bonjour et Bienvenue, saludan desde su sitio oficial las mannequins que participaron del happening The All Sizes Catwalk, como bautizaron a una iniciativa que pretende “recordar a todas las marcas que la gente necesita ver variedad de morfologías en revistas o desfiles, para que todas podamos sentirnos representadas”. Palabras de Georgia Stein, de 32 años, fundadora de esta propuesta al aire libre que tuvo buenísima acogida, con decenas de muchachas blancas, mulatas, negras, de 18 a 45 años, de talles 34 a 52, mostrándose con orgullo y sin pruritos con su reveladoras pilchas. Stein, que trabaja además como auxiliar de vuelo, ya había organizado otra intervención similar el año pasado, con tantísima menos repercusión: apenas 9 mujeres se animaron entonces; número que prácticamente se ha quintuplicado en esta ocasión. “La meta sigue siendo la misma: que se imponga otra forma de ‘normalidad’, una forma que nos incluya a todas, con nuestras celulitis, estrías, barrigas…”, destaca Georgia. Y agrega la mentada portavoz: “En Francia, estamos muy, muy atrasados en el tema. El talle promedio del mercado es mínimo, 36 en promedio, mientras la mujer promedio viste 42”.
“Chicas, ¡no se olviden de sus alas!”, pedía Stein horas antes del desfile, durante los preparativos en un café al norte de París. Y es que, además de carteles con frases a tono (“Orgullosa de mi cuerpo”, “Sexy en cualquier talle”, “Diversidad es poder”, “Todos los cuerpos son perfectos”), las variopintas modelos se calzaron alas de plumas, y no en forma aleatoria: como mojada de oreja al sello distintivo de los (flaquísimos) ángeles de la famosa marca de lencería Victoria’s Secret. Una firma que, meses atrás, fue trending topic por nefasto motivo: Ed Razek, su director de marketing, dijo que nunca incorporarían modelos trans o de talle grande en sus campañas porque lo que ellos venden “es una fantasía”. Comentario discriminador que desató indignación generalizada, con grandes personalidades aclarando que jamás volverían a comprar una prenda de la marca.
Sobra decir que la falta de diversidad en la industria de la moda lleva añares en tela de juicio. De hecho, ha habido algunos avances: limitaciones en el uso de Photoshop, renuencia a fichar modelos insalubremente esqueléticas, maniquíes trans o afro cada vez más populares, etcétera. En 2017, sin más, la ponderada Business of Fashion publicó una larga reflexión que hizo olas, donde se alegraba de que -cada vez más- las grandes marcas incluyesen modelos no estereotipadas para desfilar sus colecciones. Pero el asunto dista años luz de estar zanjado. Alcanza con ver cómo, en cada Semana de la Moda, vuelven las campañas y los titulares que bregan por no caer siempre, indefectiblemente en la belleza estereotipada, esos talles imposibles que devuelven las pasarelas… No es casual, en ese sentido, que la alcaldesa de París lanzase el pasado año una iniciativa de sensibilización contra la gordofobia (sesgo por el cual se discrimina y menosprecia, consciente o inconscientemente, a las personas percibidas como rollizas) por las fechas en las que se celebraba el Fashion Week, consciente doña Anne Hidalgo de que las consecuencias del problema exceden por mucho el poder o no calzarse tal o cual ropita. Una investigación reciente, por dar solo un ejemplo, arrojó que una mujer curvy tiene ocho veces menos probabilidades de ser empleada en un laburo en Francia.
“Los consumidores y los medios de comunicación hoy culpan a las marcas de moda por no ser inclusivas, las que a su vez culpan al conformismo del mercado (y, por lo tanto, a los consumidores y a los medios de comunicación)”, explica Mischa Notcutt, directora de la agencia londinense 11 Casting, comprometida con el movimiento body positive. Y señala especialmente la responsabilidad de su circuito: “Este círculo vicioso solo puede romperse si los directores de casting están a la altura de las circunstancias al momento de fichar elenco para un desfile. Debemos estar preparados para tener intercambios difíciles con las maisons para las que trabajamos y, si es necesario, presionar, hacer preguntas incómodas: ¿por qué no quieren ser, o parecer, diferentes e inclusivos en 2019? No hay excusas posibles”.
No está de más aclarar que The All Sizes Catwalk no es de ningún modo la primera propuesta en su tipo. Entre los antecedentes más recientes, puede mencionarse The Real Catwalk, organizado por la modelo plus size y activista Khrysty AnaKazakova, conocida por su paso por el reality America’s Next Top Model, que ya ha gestionado distintas intervenciones en céntricas avenidas de Nueva York y Londres con buenísima concurrencia de mujeres de todos los talles, colores, alturas, edades, que no dudaron en pasear su monona ropa interior frente a medios y transeúntes. “No es solo un desfile: es un acto político”, aclara siempre que puede la muchacha de origen siberiano. Mismo compromiso yace tras Body Positive Catwalk, con ídem buena repercusión: pergeñado por la modelo curvy, diseñadora y bloggera fashion tana Laura Brioschi, tuvo su primera edición el pasado año y revivió los pasados meses en la Piazza del Duomo de Milán, donde caminaron a paso firme determinadas mujeres que luchan a capa y espada (o, bueno, a corpiño y bragas) por redefinir el muy pernicioso, ¡y tan desactualizado! concepto de belleza única.