Si el disco se llama Lo que nunca haría, y el músico lo hizo, entonces no cabe otra que preguntarle por qué hizo lo que nunca haría. “Lo que nunca haría era, cuando empecé esta aventura, componer una canción usando como disparador una máquina de ritmos o un sintetizador”, dice el artista que finalmente hizo lo que nunca haría: Darío Jalfín. Y lo que hizo fue un disco poblado por temas de cuna hipertecnológica, que presentará este viernes en la cúpula del Centro Cultural Kirchner. “Mi forma de acercarme a la composición, dada mi historia y mi formación, fue siempre concebir y estructurar las ideas en el piano y, una vez definidas armonía y melodía, hacerlas crecer. Y recién ahí, empezaba a pensar en su ropaje de producción, donde la electrónica fue siempre un elemento de acabado, de coloreo final. Lo que hice en este disco fue el camino exactamente inverso”, extiende el pianista y compositor cuyo inesperado trabajo devino, al mismo tiempo, de cumplirle un capricho al productor: Twetty González.

“Un día lo tuve enfrente de mí diciéndome 'quiero producirte un disco pero sin la academia. Yo te presto algunos sintes y vos ponete a investigar, que después nos metemos en el estudio y lo laburamos´. Bueno, para mí esa fue una experiencia equivalente a que venga Manuel Belgrano y te diga: ´quiero que hagas una bandera con cuatro colores. Metete a investigar que yo te ayudo´. Si en ese contexto no hacés lo que nunca harías, no lo hacés nunca más”, se ríe Jalfín, sobre las circunstancias conceptuales y dialógicas que rindieron frutos a través de un trabajo que incorpora músicos de la misma calaña. Fernando Samalea y Fernando Kabusacki entre ellos. “Se dio un acercamiento genuino con ellos, porque nos une la creatividad, sin fronteras estilísticas y con una idea de exploración permanente”, sostiene Jalfin, acerca de las alquimias -humanas y musicales- que dieron vida a las canciones.

La tardospinetteana “Saigón”, por caso, o una versión heterodoxa de “Volver a los 17”, de Violeta Parra. “La inclusión de este tema es lo más caprichoso del disco”, asegura el músico. “Desde chico me resonaba que los acentos de la letra no coincidían con los musicales. Los escuchábamos como ´se va enredando enredandó, como en el muro la hiedrá´ y esto me sugirió la idea de llevarlo a un compás de cuatro por cuatro, corriendo los acentos hacia el lugar natural del habla. 'Saigón', en cambio, es la canción más representativa, porque fue el arranque de este proceso de transformación sonora” sostiene Jalfin que, al momento de compararlo con algo de sus siete discos anteriores, relativiza el peso semántico del título. “Siento que este disco tiene raíces profundas de mis ideas musicales que permanecen más allá de los cambios, a veces radicales, que tienen mis búsquedas estéticas. Por ejemplo, una canción como 'Lo que quise bien' podría haber sido compañera de 'No me ves', de Rayes y centollas (2010). O 'Cecilia' de Chico Buarque podría haber ocupado un lugar parecido al que ocupó la versión de 'A Starosta, el idiota' en Entre otros (2012). No sé, al cabo creo que en la música como en la vida lo único constante es la transformación”, cierra.