Hay una obra en cartel que pone en cuestión el individualismo y la fragmentación, y que podría ser una obra más sobre el tema salvo por una característica que la destaca: está hecha por un colectivo al que la opinión pública le atribuye, paradójicamente, esas conductas; hecha por adolescentes. Tienen entre 18 y 20 años y, de la mano de su profesora de teatro, dieron vida a A once fotogramas por segundo, un espectáculo que pone en escena “un pueblo donde habitan corazones partidos y una sociedad dormida”. “Eso último fue lo que más entusiasmó al grupo”, cuenta a este diario Silvana Amaro, la docente y directora, que define a sus jovenes actores como sujetos “atravesados por todo lo que los rodea”. “Empezaron a poner sobre la mesa mundos posibles para trabajar y terminaron delineando un lugar de encuentro de soledades”, dice sobre la obra que se ve los sábados a las 18 en El Método Kairos, El Salvador 4530.
El proceso de la pieza, según cuenta Amaro, comenzó como una construcción colectiva de los jóvenes que fueron armando personajes a partir de una selección de fotos. Pronto aparecieron “un bosque, una aldea, un pueblo abandonado con una estación de tren; los años 50”. Pero todo hizo un quiebre cuando se unieron al proyecto dos ex alumnas de la directora, que están dedicadas a la dramaturgia. “Observaron ensayos y empezaron a proponer ideas. Fue un trabajo intenso y de mucho compromiso, una escritura a cuatro manos que devino una poética común”, cuenta. Así, la obra pasó de ser actuada y pensada por adolescentes, a ser también escrita por ellos.
La pieza está protagonizada por Lula Andrada, Santiago Condomí, Malena Consoli, Camila Fariña, Guido Frontelli, Camila Gier, Rocio López Acuña, Manuel Rodriguez y Facundo Strier, y escrita por Guadalupe Alonso y Luna Zaballa, alumnas y alumnos avanzados o ya “egresados” de la escuela de Amaro. “La escuela es un laboratorio donde poder abordar distintos aspectos de lo teatral. En este proyecto no sólo se ven expresados solo sus temores, deseos, penas o amores, sino también su impronta en la estética. Son seres que se entregan y comprometen con los proyectos cuando se les da el lugar. Por eso pienso que tenemos una deuda como sociedad, un lugar vacante poco explorado para estas edades”, dice la directora a Página/12.
-Siendo una obra pensada, escrita y actuada por adolescentes, ¿aparece en ella algo de su propia generación?
-Diría que en realidad está más cerca de mi generación que de la de los más chicos. Aparecen reflexiones sobre la desaceleración del mundo al que están acostumbrados, sobre qué bueno que es poner una pausa. Creo que es un poco una excusa para hablar del crecimiento, de esa etapa a la que están entrando de a poco.
-Pero hay diferencias en su modo de trabajo y el suyo, ¿no?
-Bueno, sí, primero que ellos quieren todo ya, y segundo, y sin ir más lejos, la obra habla de nuestra cultura individualista y en ese camino los jóvenes actores no toleran la frustración pensando en hacer “la gran obra”, y esto muchas veces obstaculiza el proceso. Por eso mi intervención es aportar una mirada diferente donde se pierda esa noción individual y narcisista, para dar lugar a lo grupal. Eso es importante porque muchas veces sienten que no tienen ese lugar.
-¿En qué sentido?
-Sienten que hay un prejuicio de los adultos por ser adolescentes y eso sale en las charlas que tenemos. Registran una mirada colectiva que los piensa como seres conflictuados y centrados en sí mismos, como si no pensaran o no sintieran, cuando en rigor de verdad están en un momento de sedimentación de su identidad.
-¿Los atraviesan las cosas que pasan en el país, por ejemplo?
-Los atraviesa todo. La política, lo que pasa con la educación pública, el feminismo, la lucha por la legalización del aborto. Se comprometen mucho con todas las luchas actuales. Van a ensayar con sus pañuelos verdes. Una de las chicas me pidió hablar al público antes de que empiece la obra, por ejemplo, para decir algunas cosas. Es muy potente su compromiso. Yo los veo y escucho y siento que lucho a través de ellos.
* A once fotogramas por segundo estará en cartel hasta el 25 de mayo. Reservas al 4831--9663 o por Alternativa teatral.