"El trabajo es un derecho fundamental" y, por este motivo, "la desocupación representa una verdadera calamidad social, sobre todo para las jóvenes generaciones". La afirmación pertenece el obispo Jorge Lugones, Presidente de la Pastoral Social del episcopado católico y forma parte de un pronunciamiento emitido con ocasión del pasado 1 de mayo, día del trabajador y de la trabajadora. En la ocasión Lugones aseveró que "ante esta fecha tan importante para todos los trabajadores y trabajadoras, tenemos que decir que el trabajo es un derecho fundamental, porque es un bien útil, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana". Y con énfasis sostuvo que "no es posible morirse de hambre en la patria bendita del pan"

  Lugones agregó también que "estamos un poco perplejos y sufridos por la falta de trabajo en el día de hoy" y lamentó que "estamos acostumbrándonos a vivir en un mundo de excluidos e inequidades sociales".

  El obispo, a quien sus pares de la Conferencia Episcopal han encargado de seguir de cerca los temas sociales, aseguró asimismo que esta realidad de desocupación "es una gran falta moral que compromete a la dignidad del hombre y atenta contra la paz social".

  El Presidente de Pastoral Social es enfático cuando sostiene que "el Estado es quien debe defender los derechos de quienes no tienen voz" porque "si no actúa a favor de los desposeídos pierde su razón de ser". Y recordando palabras del papa Francisco, agrega que si el Estado no cumple con esa función "se convierte en botín de negocios y especulación, y de la tiranía del libre mercado" dado que "al Estado compete el cuidado y la promoción del bien común de la sociedad".

  Analizando la coyuntura Lugones afirmó que "sobre la base de los principios de subsidiariedad y solidaridad, y con un gran esfuerzo de diálogo político y creación de consensos, (el Estado) desempeña un papel fundamental, que no puede ser delegado, en la búsqueda del desarrollo integral de todos". Pero advirtió también que "este papel, en las circunstancias actuales, exige una profunda humildad social".

  El obispo agregó además una reflexión acerca de la situación de las mujeres trabajadoras. "Presenciamos que muchas mujeres de nuestro pueblo trabajador ven conculcados sus derechos laborales", dijo Lugones. Y recordó que la Iglesia Católica en su magisterio sostiene que  "la persistencia de muchas formas de discriminación que ofenden la dignidad y vocación de la mujer en la esfera del trabajo, se debe a una larga serie de condicionamientos perniciosos para la mujer, que ha sido y es todavía 'olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud' " Y por tal motivo reclama, con "urgencia", un "efectivo reconocimiento de los derechos de la mujer en el trabajo (...) especialmente en los aspectos de la retribución, la seguridad y la previsión social".

  Por último el obispo Lugones señaló que la solución a los problemas actuales que afectan al mundo del trabajo "se dará si hay una confianza entre nosotros y un espíritu de unidad". Porque, agregó, "sin unidad no podremos salir adelante ni como familia, ni como comunidad, ni como país".

 

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