Todos los días, los funcionarios le rezan al dios mercado: “Que no haya más liquidez, señor te lo pido”. Y con la crueldad de los dioses antiguos, este dios de los señores les pone el dólar por las nubes. El gobierno de Mauricio Macri pasará a la historia. Será estudiado en las carreras de Economía de todo el mundo como uno de los fracasos más resonantes, increíbles y devastadores al conseguir el espectacular record de que el precio del dólar siga en ascenso con tasas de interés que superan los 72 puntos. Primero fue rezar, después echarle la culpa a Cristina Kirchner. Y ahora sintetizaron en diez puntos el programa de gobierno que hundió al país para ofrecerlo como plataforma de un acuerdo de salvación nacional.
Si lo firman todos, dicen, el mercado se va a tranquilizar. Este dios reclama sacrificios humanos como el viejo Huitzilopóchtli de los aztecas o el Moloch Baal de los cartagineses, pero esta vez es la sangre de los argentinos. Invitaron a todos, menos a los kirchneristas, a los que sólo buscaron atraer cuando tuvieron el primer rechazo por parte de Roberto Lavagna. Después lo rechazó Sergio Massa y quedaron coqueteando Miguel Angel Pichetto y Juan Manuel Urtubey.
Los diez puntos incluyen desde las reformas laboral y previsional hasta la no revisión de los préstamos impagables tomados por el macrismo con el FMI y otros acreedores. “Si podemos garantizar que estas políticas tengan continuidad –insisten en Cambiemos–, ayudaremos a llevar tranquilidad a los mercados”.
Resulta patético el ideologismo suicida de un gobierno que arrastra a todo el país a un holocausto y sigue pensando que las mismas causas que llevaron a ese desastre serán su tabla de salvación. Esta burrada es como el harakiri donde el suicida primero tiene que revolver el puñal en sus entrañas antes de que un amigo lo decapite.
Las encuestas para abajo, los “70 años de populismo”, por supuesto Cristina Kirchner y ahora este compromiso interpartidario infirmable son cortinas de humo del Gobierno para ocultar su fracaso. Al mismo tiempo habla de unidad nacional para frenar la crisis, pero aumenta las naftas más del 4 por ciento.
En lo que va del año, el precio de los combustibles subió por encima de la inflación. A los tipos les interesa que el dólar no suba y no bajar en las encuestas, pero les importa un pito el sufrimiento de la gente con una inflación que recorta salarios y jubilaciones todos los días porque el precio de la nafta repercute inmediatamente en el de los alimentos.
En un cuadro agudo de estrés de la economía y la sociedad causado por las políticas económicas, el Gobierno se enorgullece de no cambiarlas y ha ocultado el saqueo brutal de la economía popular con un fabuloso blindaje mediático que se articula con la guerra jurídica contra los dirigentes de la principal fuerza opositora.
Pero ese dispositivo llegó a un punto de máximo desgaste. La economía está tocando fondo y se empieza a resquebrajar el sistema de noticias falsas y guerra jurídica.
Los medios corporativos oficialistas trataron de ocultar detrás del fallido golpe militar en Venezuela, a la potente huelga que se realizó el martes sin respaldo de la CGT, así como la importante movilización que la acompañó en Plaza de Mayo.
El acatamiento masivo de un paro que no convocó la CGT, sino las dos CTA más la Corriente Federal de Gremios y Camioneros con los grandes gremios de la industria se convirtió en una señal de atención para el Gobierno y para la conducción de la CGT. La convocatoria generó tanta expectativa que arrastró incluso a partes importantes de gremios, como UTA, cuyas conducciones no se habían sumado.
En forma paralela se producía el fenómeno del Sinceramente. Filas en las librerías, decenas de miles de libros vendidos antes de ser publicados, con colectas para comprarlo entre varios amigos, y finalmente con el PDF que circuló en las redes y que fue bajado miles de veces y hasta aparecieron vendedores ambulantes en colectivos y subtes que vendían a mitad de precio copias bajadas de internet con las hojas unidas con arandelas.
Para los medios oficialistas, el golpe fracasado que apoyó Macri en Venezuela tenía el respaldo de 25 generales del alto mando, pero solamente había un teniente coronel y dos o tres capitanes, con mínima movilización popular. El rotundo paro del martes acá en la Argentina fue una “merma de la actividad”, según la ministra Patricia Bullrich. Y el fenómeno del libro de Cristina Kirchner fue publicitado como un llamado al odio y la venganza. Hay una realidad que se les escapa por las costuras.
El libro de Cristina Kirchner es más que los libros de ocasión que publican los candidatos en tiempos electorales. Para un periodista tiene que resultar atractivo, simpatice o no con la ex mandataria. Son relatos de hechos históricos contados coloquialmente en primera persona con mucha fluidez por alguien que presidió el país durante ocho años.
Hubo un editorial de Joaquín Morales Solá sobre el libro de Cristina Kirchner tan adjetivado que resultaba difícil de leer. Coincidió con otros opinadores del oficialismo: “un llamado a la violencia”, “quiere volver con sentido de revancha”, “es el odio encarnado”, “vuelve para cortar cabezas”. El tono de los comentarios de los opinadores del oficialismo se repitió con esas coincidencias que después del caso del espía D’Alessio ya no se pueden atribuir a la casualidad.
Cualquiera puede leer el libro y no va a encontrar nada de eso. No hay una palabra que convoque al odio o la revancha. La idea de hacer aparecer el libro como un panfleto odiador es obra de alguna de las cabezas publicitarias que por lo general han escrito el libreto que después bajan estos opinadores.
Decir que el golpe frustrado en Venezuela tuvo apoyo militar y popular es falso. Aunque estén de acuerdo con los golpistas, esa información es falsa. Ignorar el dato del alto acatamiento a una convocatoria gremial que no realizó la CGT, o decir que solamente significó “una merma de la actividad”, es información falsa, aunque no se estuviera de acuerdo con el paro. Y decir que el libro de Cristina Kirchner es un llamado al odio también es un dato falso.
La persona que se informe solamente en esa mirada tendrá una percepción distorsionada de la realidad. Toda esa información es tan tendenciosa y manipulada que ya será difícil volver a la vieja configuración de la práctica periodística donde la manipulación no llegaba a este extremo.
Manipular la información hasta un punto tan extremo es un rasgo de debilidad. Y la eficacia de esa manipulación se resiente, al punto que la reacción destemplada de los opinadores del oficialismo se convierte en publicidad positiva y hace que muchos otros compren el libro de la ex presidenta.
Esa reacción exagerada es secundaria en el cuadro de situación, pero se convierte en un síntoma de la falta de respuesta del oficialismo. Lo mismo sucede con el apagón del jueves en la Plaza Lavalle para obstaculizar la concentración frente a Tribunales en apoyo al juez Alejo Ramos Padilla. No es importante, pero se convierte en un síntoma.
Sin respuesta para la crisis, con defensas mediáticas en baja, al Gobierno se le suma el desinfle de su guerra judicial por la causa que sigue el juez Ramos Padilla en Dolores. Las pruebas de la forma en que los servicios de inteligencia diseñaron las denuncias mentirosas contra dirigentes del kirchnerismo que formularon las diputadas Elisa Carrió y Paula Olivetto son contundentes.
Pero el golpe más fuerte para el Gobierno es que las pruebas destrozan a su fiscal estrella, Carlos Stornelli. Seguramente deberá ser apartado. Sin él, el frente judicial del oficialismo, que es su herramienta principal, quedará debilitado en plena campaña.