“Es tan deprimente ver que no solo el ámbito guitarrero del espectro musical es un club de chicos…”, suspiraba el sitio Flavorwire tiempo atrás, resaltando cuán poquitas damas pinchadiscos ofician de DJs en la escena club. O en cualquier escena, para el caso, como bien saben melómanas en tema. Entre ellas, las integrantes de Chulita Vinyl Club, un potente grupo de jóvenes latinas que -de 2013 a la fecha- junta fuerzas en EE.UU. para crear espacios que visibilicen su labor en una industria que, cuando no las excluye por su género, lo hace por sus raíces. “Fundé CVC por amor a la música y por la falta de mujeres invitadas a participar en esa conversación artística; también con el propósito de empoderar y armar una hermandad para chicas que aman coleccionar discos”, cuentala DJ Claudia “TearDrop” Saenz, para quien “el apoyo femenino es vital en un ambiente saturado de sexismo”. De allí que, además de compartir gustos, generar eventos, armar eclectísimos sets donde pueden sonar rancheras, punk-rock, New Wave o baladas con igual desenfado, las chulitas se asisten mutuamente en conocimientos técnicos, creando “una zona libre de prejuicios, donde cualquiera puede preguntar, tocar botones, recomendar trucos y, por sobre todo, cometer errores”.
Así, para este colectivo norteamericano de latinas, coleccionar vinilos es un acto de resistencia, y pinchar discos, una forma de activismo que busca cortar con mitos tontolones. Labor que empieza a hacersonoras olas, siendo las muchachas recientemente destacadas por la mítica revista feminista Ms Magazine ni más ni menos, presurosa por incitar a sus lectoras a conocer “el club que se resiste al patriarcado un vinilo a la vez”. En entrevista con la publicación, que reúne las voces de algunas de sus integrantes de distintos puntos cardinales (de momento, CCV tiene sedes en Austin, San Antonio, el Valle del Río Grande, Los Ángeles, el Área de la Bahía de San Francisco), las melómanas damiselas dan cuenta de la importancia de hacerse cargo de las bandejas, de visibilizar el andar y contagiar el entusiasmo, amén de quemás mujeres continúen sumándose a las filas pinchadiscos. Sobre la autoimpuesta misión del colectivo, explica Camila Torres-Castro, de la filial texana: “Siempre he creído que el arte es una forma pacífica de resistencia contra aquellos que están en el poder, incluso en el mismo mundo del arte. Y la idea de un colectivo femenino es subversiva en sí misma: un grupo de chicas que se juntan para hacer algo que aman en una sociedad que les ordena estar en constante competición. Nosotras, las chulitas, compartimos y creamos, y nos alegramos del éxito de las otras. Eso, en mi opinión, ya nos vuelve activistas”.
“Toda mi vida me han dicho y repetido que ‘para ser una chica’ sé mucho de música. Supongo que todas las mujeres escuchan la misma tontería, cualquiera sea su campo de interés: historietas, videojuegos, ingeniería, lo que sea; campos que siempre han pertenecido al reino de los varones”, suma Torres-Castro. Y compañeras como Yoalli Rodríguez, de Austin, se encienden con símil vehemencia, aportando propias consideraciones; por caso, que “al pasar música en espacios públicos, hacer visibles nuestros cuerpos, nuestras voces, desestabilizamos la típica narrativa acerca de quién es el DJ, quebrando una escena masculinizada, transformándola en una experiencia emancipadora”. No son las únicas, por fortuna; a lo largo y ancho del globo, existen otros grupos similares que desafían de igual modo el statu quo. “Colectivos femeninos de DJs como Discwoman en Nueva York, Mahoyo en Estocolmo y Born’nBred en Londres también laburan para empoderar a una nueva generación de oyentes y pinchadiscos”, subraya la web Fusion.
“Somos una sororidad que trabaja colectivamente, políticamente, compartiendo conocimiento y entusiasmo”, remata YR sobre CVC. Mientras Evelyn Gómez, desde San Francisco, refiere a otro aspecto vital de la organización: mantener vivita y coleando la cultura latina “a través de gracias canciones que nos encuentren unidas”. Cometido que, en la inquietante era de la administración Trump, cobra trascendental sentido. No es casual -de hecho- encontrar que, desde su sitio SoundCloud, las chulitas regalan mezclas a medida como “ChingonxsToThe Front”, seguidilla de contundentestracks que viene con correspondiente aclaración: “Este mix está dedicado a todos los chingones que se mantienen fuertes y con la cabeza en alto en estos tiempos absurdos. Ahora más que nunca, necesitamos ocupar espacio, resistir a nuestros opresores, rechazar el patriarcado. Existencia es resistencia. Que estas canciones les ayuden a liberar el enojo y el estrés”. Canciones que, en esta y otras mezclas, hacen las delicias de oídos dispuestos, gustosos de amenizar momentos con los sets que las chulitas comparten semanalmente en redes, compuestos según los ánimos que prevalecen ¿El último? “Nuestra venganza es ser felices”, aunque -rastreando mixs pasados- también sea posible darle play a “Canciones para bailar en la cocina”, o selecciones de música cósmica, soul, funk, reggae…
No hay barreras para las concienzudas chicuelas de CVC, que -como parte de su declaración de principios- se niegan rotundamente a pasar música en sitios que contribuyen de cualquier modo a la gentrificación, el desplazamiento, el racismo, el sexismo, la transfobia… Por lo demás, advierte otra de sus miembros, la DJ peruana Lisbeth Ortega, que “crear un espacio que es seguro y libre de agresión no solo da rienda suelta a la creatividad de DJs femeninas y coleccionistas de discos: También permite que quienes nos escuchan, vienen a nuestros eventos, se expresen libremente. Una puede sentirlo en al aire… esa sensación de que podés ser quien quieras ser, y que lo que tengas para ofrecer es bello y será apreciado. Una sensación, sin lugar a dudas, revolucionaria”.