La guerra cultural bolsonarista acaba de adquirir una nueva dimensión, esta vez, en las aulas, con un llamamiento oficial a los alumnos para que delaten a los maestros “desobedientes”. La propuesta oficial para el alumnado es que filmen a los docentes en caso de que haya sospechas de que están promoviendo ideas de izquierda. Ya antes de asumir como presidente de Brasil, el recién electo Jair Bolsonaro había prometido eliminar el supuesto “adoctrinamiento marxista y de género” de las escuelas del país vecino. Una de sus propuestas entonces fue la prohibición del uso de la palabra “género” y de la expresión “orientación sexual” en cualquier establecimiento educativo. Todas estas ideas estaban incluidas en una reaccionaria ley de persecución y censura a los docentes de todo el país.
"Los maestros deben enseñar y no adoctrinar", escribió esta semana Bolsonaro reafirmando su postura a favor de la censura y la persecución cuando compartió un video filmado en clase por un estudiante que acusó a su maestra de criticar al presidente de extrema derecha.
El hijo del primer mandatario brasilero, Carlos Bolsonaro, también tuiteó por estos días en esa misma línea: compartió un video hecho por estudiantes con el comentario de que “grabar en las escuelas es un acto de legítima defensa contra los depredadores ideológicos disfrazados de maestros".
La iniciativa de filmar a los docentes tiene sus orígenes en la agrupación “Schools without Party” (“Escuelas sin partidos”, conocida por su acrónimo en portugués, ESP), un movimiento de ultraderecha fundado en 2004, que se encuentra de parabienes con la llegada de Bolsonaro al poder. Miguel, Nagib, fundador del ESP, argumenta que el sistema educativo de su país está dominado por “izquierdistas que diseñan sus clases con el objetivo ganar votos para los partidos progresistas”.
La aprobación por parte de Bolsonaro de ese mensaje se produce en medio de una creciente batalla por la educación en Brasil y en el contexto de un abrupto recorte del presupuesto de tres universidades públicas importantes en un 30%. La medida estuvo motivada en parte por supuestas quejas sobre actividades partidarias en el campus.
No es la primera vez que este Gobierno, el que apunta a incorporar el creacionismo, en lugar de la Teoría de la Evolución de Darwin, en la currícula de las escuelas públicas y a reescribir la historia al punto de negar la dictadura- pide a los alumnos que denuncien a sus maestros por los contenidos de sus clases. A pocos días de ser electo, Bolsonaro se mostró partidario de que los alumnos filmen a los profesores, tal como lo había aconsejado una diputada de su partido para combatir el llamado adoctrinamiento escolar. “Vamos a filmar lo que sucede en las aulas de clase y vamos a divulgarlo. Padres, adultos, hombres de bien tienen el derecho de saber lo que esos ‘profesores’ (entrecomilló la palabra con gestos) andan haciendo en las aulas. Entren en contacto con nosotros”, exhortó en aquel momento el presidente.
El supuesto adoctrinamiento político y la posibilidad de que la perspectiva de género se incorpore como parte de las materias son dos de las grandes obsesiones de Bolsonaro. Por eso una de sus propuestas para este año, que ya fue parte de su plataforma de campaña, es la de ampliar la educación a distancia, es decir, a través de clases grabadas, que reducen al mínimo posible la interacción entre alumnos y docentes. Desde esta óptica, al restringir el contacto, la “proliferación de ideas de izquierda” y, en términos vaticanos, la “ideología de género” quedaría reducida a su mínima expresión y también sometida a vigilancia.
La historia es un tema especialmente controvertido para el presidente de Brasil, ferviente negacionista, que sostiene que los 21 años de gobierno militar de su país no constituyeron una dictadura. Bolsonaro es también uno de los más fervientes defensores de la hipótesis de que los africanos y afrodescendientes de Brasil fueron responsables de su propia esclavitud, y no los colonizadores portugueses.
El presidente de Brasil también ha atacado con insistencia a Paulo Freire, prestigioso educador de reconocimiento mundial por sus programas de alfabetización. La semana pasada expresó su apoyo a una iniciativa que busca despojar a Freire de su título post-mortem de patrono de la educación brasilera.