Desde Caracas
Caracas vive una tranquilidad de tiempos de guerra. Algunos días, como el martes y miércoles pasado, se aceleran como un disparo viniendo de frente, otros, como los que le siguieron, recobran el ritmo de la cotidianeidad. En esos días post precipicio las horas se parecen a las horas: mercados, colegios, autobuses, ventas de zapatos, jugos, teléfonos, reggaetones, trap y salsa, mototaxis, caribe, cielos de azules o a punto de lluvias, conversaciones sobre lo que pasó, pasa y pasará. Nadie es indiferente a lo que sucede, la política se debate en las esquinas, en los mensajes de watsap, las redes sociales, en la preocupación ante un nuevo aumento de precio, de dólar, o una amenaza norteamericana.
Ese ritmo es costumbre ya. No solamente desde enero de este año, cuando fue activada la fase desconocimiento del mandato de Nicolás Maduro y autoproclamación de Juan Guaidó bendecido con un twitt de Donald Trump, sino desde el 2013 y antes, desde que Chávez comenzó a gobernar Venezuela. Esa costumbre enseña a reconocer la gravedad de las amenazas, los escenarios, las armas a las que se enfrenta el chavismo, las posibilidades de triunfo, o no, de los planes golpistas. Preguntas que están hoy en su punto máximo. No ha cesado de multiplicarse la cantidad de especulaciones e hipótesis sobre cuáles eran los planes de la operación del 30, luego de que Leopoldo López finalizara su recorrido de doce horas escondido con su familia en la embajada de España.
Acerca de la acción del 30 ha predominado un consenso sobre el fracaso de la misma en diferentes medios de comunicación de América latina, Estados Unidos y Europa. Ni el discurso siempre positivo de “vamos bien” de Guaidó, ni su narrativa acerca de la multitudinaria respuesta popular que habría tenido el llamado del 30, pudieron esconder lo que efectivamente fue visible: la incapacidad para alcanzar los objetivos militares, sociales y políticos planteados para ese día.
Podría pensarse que sí lograron objetivos secundarios: la fuga de López, aunque luego terminara en la embajada, la demostración de que Guaidó es capaz de ponerse al frente de una acción de esta naturaleza, la imagen de militares dispuestos a encabezar un golpe de Estado.
Varias causas han sido esgrimidas para explicar por qué no sucedió lo que –se estima– debía pasar: acuerdos con altos mandos del chavismo que finalmente no se habrían cumplido, una trampa construida por el mismo Maduro para que Guaidó, López y el puñado de militares saltaran al vacío, el mismo error de cálculo mostrado en repetidas oportunidades en los planes de asalto, una capacidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) a mantenerse unida, junto con una crisis de la derecha en su relación con su misma base social que no logra activar de forma masiva en las calles.
Esto último quedó expuesto el día viernes, cuando el presidente Donald Trump se refirió a la conversación telefónica mantenida con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Allí, sobre el punto Venezuela, afirmó: “Putin no está pensando en intervenir en Venezuela, más allá de que quiere que ocurra algo positivo en el país, y yo siento lo mismo”. Esa declaración enfrió la escalada de declaraciones anti rusas mantenida por, entre otros, el consejero de seguridad nacional, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo. Este último había afirmado que el día 30 Maduro tenía un avión listo para llevarlo a Cuba, pero Rusia le había ordenado montarse.
En cuanto a Bolton, su explicación de la permanencia de Maduro había sido que: “Solo resiste en el poder porque tiene el apoyo de Rusia y Cuba, que son los únicos países extranjeros con tropas en el país”.
La declaración de Trump se alejó del tono amenazante del “todas las opciones están sobre la mesa”, repetida por miembros de su administración, y trabajado con fuerza en la Organización de Estados Americanos que, en los últimos días, había, en su seno, comenzado a plantear la necesidad de aplicar la “responsabilidad de proteger” –R2P– una forma de activar una intervención extranjera en Venezuela bajo una figura que le daría una presentación democrática.
El mismo día de la llamada tuvo lugar una reunión en una sala conocida como “el tanque” en el Pentágono. Allí estuvieron, entre otros, el secretario interino de defensa, Patrick Shanahan –quien canceló un viaje a Europa para abordar el tema Venezuela y el de la frontera con México– junto con Pompeo y Bolton. Shanahan le había pedido a su vez al jefe del Comando Sur, Craig Faller, quedarse en EE.UU. para debatir acerca de la situación venezolana. El secretario de Defensa, al hacer declaraciones sobre la reunión, sostuvo que “todas las opciones están sobre la mesa”, ratificó la confiabilidad de sus fuentes de información, y mantuvo respuestas evasivas acerca de posibles planes militares.
Son varias las preguntas sobre qué conclusión y planes por activar tiene EE.UU. Trump había dicho el miércoles por la noche que vendrían nuevos acontecimientos en la próxima semana. Por el momento el fin de semana termina sin nuevos acontecimientos de asalto, con un nuevo fracaso de convocatoria a una acción de calles por parte de Guaidó el día sábado, una tranquilidad de tiempos de guerra.