La palabra populismo tiene mala prensa. Le han tirado con munición gruesa. Se la identifica con la demagogia. Con el autoritarismo. Y, en fin, con el peronismo, que habría sido hegemónico durante los últimos setenta años de nuestra historia, según la versión de los macristas. Durante esos setenta años hubo tres experiencias neoliberales fracasadas. Los militares con Martínez de Hoz, el peronismo menemista de Alsogaray y Cavallo, y la desdichada experiencia delarruísta, aunque desdichadas fueron todas. Populista fue el primer gobierno de Perón que implicó un traspaso del capital agrario al capital industrial y una redistribución del ingreso que llevó a la clase obrera a subir por encima del 50 por ciento en el reparto de la renta nacional.
El populismo no tiene por qué ser demagógico. Sucede que para la derecha siempre que se beneficia a los que menos tienen se hace demagogia. El populismo es la cara popular y humanista del capital. No busca la dictadura del proletariado, un concepto que no dio buenos frutos para los socialismos del siglo pasado. Busca la redistribución de la riqueza. Busca dinamizar la dialéctica entre la producción y el consumo. Se juega por el mercado interno. En el mercado interno está el pueblo. Y el populismo busca hacerlo feliz.
Cuando la populista rusa Vera Zassoulitch le pregunta a Marx si la comuna rural rusa tiene que pasar por la etapa del capitalismo burgués para llegar al socialismo, Marx le responde que no, que se quede tranquila, que la comuna rural rusa implica una gran conquista y que El Capital no señala un decurso histórico determinista sino que se aplica a Gran Bretaña y a los países de Europa Occidental. Algo que no supieron ver los marxistas argentinos, casi todos mitristas. Pero ésta es otra discusión, ya en gran parte agotada y superada. Lo que aquí queremos decir es que Marx aprueba el populismo de la comuna rural rusa. La palabra viene de ahí. “Narod”, en ruso, es “pueblo”. Narodnichestvo es populismo.
¿Cómo le caería a la Argentina de hoy una redistribución de la renta, una activación de la industria y el mercado del consumo? No en vano el gobierno y su cada vez más magro electorado le tienen pánico al populismo. Temen que vendrá de la mano de Cristina Kirchner, de aquí la catarata de injurias que le arrojan. De todos modos, la herencia que deja el macrismo es tan pesada que habrá que ver qué puede impulsar CFK, teniendo, como tendrá, a los medios hegemónicos en contra, al establishment financiero, a los EE.UU. y su activa embajada en Argentina. ¿Quién irá a verla a Cristina si asume? Probablemente, como a Perón, el embajador norteamericano. Si le dice “si usted hace lo que vengo a decirle será muy bien vista en mi país”. ¿Podrá contestarle Cristina como lo hizo Perón? Perón le dijo: “Prefiero no ser bien visto en su país al costo de haber sido un hijo de puta en el mío”. Difícil. Perón tropezaba con las barras de oro en el Banco Central. Y el contexto internacional lo favorecía, ya que Europa y Norteamérica recién salían de la guerra.
Hoy América Latina vive ahogada por los distintos gobiernos de derecha y hasta ultraderecha. Un nuevo gobierno deberá nuclear consensos muy amplios para actuar. Venezuela es el ejemplo de todo lo que están dispuestos a hacer. Bloqueo y embargos comerciales y financieros. Amenazas de intervención militar. Presidentes ungidos en una plaza pública. Todo esto más la deuda impagable con el FMI, organismo nefasto para nuestro país al que ingresamos de manos de la libertadora. Está, ese organismo, fracasando una vez más en Argentina como lo ha hecho en otros lados. Le prestó a un gobierno que no administra ni medianamente bien el 60 por ciento de su capacidad crediticia. A su vez, este gobierno de ineficaces se ha permitido, entre tantos dislates que acomete, incurrir en congelamientos de precios, o “precios cuidados”. Deslizándose, así, al tan despreciado populismo. Que tiene la invariable obstinación de intervenir en el mercado. También, tarde y mal como se ha dicho, busca un “diálogo” con la oposición. Pero, ¿qué oposición? La del llamado peronismo blanco o racional. ¿No es algo racista esta expresión? ¿Lo “blanco” es sinónimo de “racional”? ¿Odian tanto a los negros que buscan con afán diferenciarse? Siempre hubo un peronismo blanco. El mismo Perón, después de la muerte de Eva, buscó blanquear al peronismo incurriendo en medidas aperturistas. El viaje de Ramón Cereijo a USA y la visita de Milton Eisenhower lo testimonian. Sólo sirvió para que lo derrocaran al general abrupta e inútilmente aperturista. El peronismo no era confiable. Perón menos. Luego el sindicalismo dialoguista y conciliador de Vandor buscará blanquear al peronismo. Hoy, la administración Macri confía en los blanqueadores Pichetto, Massa y Urtubey. Acaso también Lavagna. Les envió (¡por whatsapp!) un acuerdo de diez puntos. Un acuerdo ridículo que demuestra hasta qué límite de torpeza llegaron. Fue rechazado. Los blancos no quieren hacer el ridículo, salvo Urtubey que se ha cansado de hacerlo. Notable este ofrecimiento por lo que excluye. Excluye a Cristina Fernández. Es que el kirchnerismo (para el gobierno y toda la derecha argentina) es lo inintegrable. Todo el peronismo, menos el peronismo K, es lo blanco. Lo negro es el denostado populismo de siempre y la más aún denostada Cristina, que ya mide el 40 por ciento en las encuestas. Y cuyo libro se vende tan abundantemente que implica un plebiscito que despierta la furia de Cambiemos y el establishment periodístico, aberrantemente complicado en las causas que se tramitan en el juzgado de Dolores.