Fue durante un verano hace cientos de siglos. Tenía entre tres y cinco años cuando murió. Viajaba con su familia, que lo enterró con amor y volvió a visitar su tumba muchas veces allá lejos y hace tiempo, cuando los pueblos nómadas se trasladaban hacia lugares más cálidos para cazar, alimentar a sus ganados y recolectar alimentos para el invierno. Descansó desde entonces y hasta hace poco a un metro de profundidad, al lado de una gran roca.
En la ruta 7 que une Mendoza con Chile, a menos de dos kilómetros de la frontera, en Villa de las Cuevas, un equipo de investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) encontró los restos de un cadáver infantil de 5.750 años. Fue durante las excavaciones que realizan habitualmente y el hallazgo terminó siendo uno de los descubrimientos arqueológicos locales más reveladores de los últimos tiempos.
El grupo liderado por Víctor Durán y Alejandra Gasco, investigadores principal y asistente del Conicet en el Laboratorio de Paleoecología Humana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo, trabaja en la Cordillera Norte de Mendoza desde 2014 estudiando las poblaciones que hicieron uso de los valles interandinos en los últimos 10 mil años. Las Cuevas, a 3200 metros sobre el nivel del mar, fue el último sitio que exploraron los científicos. Y ahí estaba el pedazo de historia.
“El análisis radiocarbónico nos permitió datar los restos en 5.750 años. En esa época las comunidades en Mendoza y la Argentina eran cazadoras-recolectoras y sabemos que, en estas regiones, usaban diferentes estrategias para explotar los recursos de estas tierras altas”, contó Durán, que agregó: “Teniendo en cuenta esos datos, el haber encontrado los restos de un niño a esa altura nos permite deducir que se estaba moviendo el grupo completo”.
Ya era 2015 cuando las excavaciones de rutina que estaban haciendo tuvieron que detenerse a un metro de profundidad de la superficie, cuando los arqueólogos detectaron huesos humanos. Al avanzar, los investigadores hallaron el esqueleto rodeado de piedras, que también tenía otra sobre el tórax, lo que les indicó que esa era una tumba.Pensada, planeada, visitada.
Los restos de El niño de Las Cuevas fueron llevados para su análisis al Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Mendoza Juan Cornelio Moyano de la ciudad de Mendoza, donde permanecen hasta el momento, y recientemente se pudo determinar su antigüedad. La hipótesis de los expertos es que la intensión de la familia al dejar el cuerpo ahí, fue poder visitarlo cada verano, ya que era un sitio por el que pasaban con frecuencia y lo consideraban una especie de territorio propio.
“El próximo paso es hacer estudios químicos de isótopos estables de estroncio, carbono, nitrógeno y oxígeno sobre los huesos, lo que nos va a permitir determinar el lugar de procedencia del individuo y su tipo de alimentación por ejemplo. Este hallazgo es una enorme fuente de información sobre el modo de vida de las personas en esos tiempos”, comentó Durán y aseguró que los investigadores seguirán trabajando en la zona en busca de nuevas piezas arqueológicas.