El debut de Lucía Garibaldi con su ópera prima Los tiburones viene con un espaldarazo repleto de premios. Tras obtener el Premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián en 2018, la cineasta uruguaya conquistó este año el galardón a la Mejor Dirección en el prestigioso Festival de Sundance. Y hace unos días cosechó el Premio Especial del Jurado de la Competencia Internacional del 21º Bafici. "Hace dos meses y medio que empezó todo. Entonces, todavía no bajé a tierra", admite Garibaldi. "El 4 de febrero fue lo de Sundance. En realidad, todo se inició un poco antes cuando ganamos el Premio Cine en Construcción en San Sebastián. El golpe de suerte de haber quedado en San Sebastián fue un impacto grande. Fue muy fuerte y mucha exposición de golpe y, de a poco, fui entendiendo que la película se ve y tiene una fuerza propia que nunca fue premeditado ni calculado. No fue hecha para ciertos festivales. Fue algo muy instintivo", reconoce la directora. 

El film que se encuentra en cartelera narra la experiencia de Rosina (Romina Betancur), una adolescente de 14 años que vive en un pueblo de la costa uruguaya, el cual se prepara para la llegada de los turistas en las vacaciones. Como dice el dicho, "después de la calma viene la tempestad", la tranquila vida de la ciudad balnearia se ve alterada por la supuesta aparición de unos tiburones en la playa que podrían hacer peligrar las ganancias económicas de una zona que vive del turismo, entre otros problemas. Pero ese no es el tema principal, aunque de alguna manera es alegórico. Rosina tiene su rutina trabajando de jardinera con su padre, con quien también trabaja Joselo (Federico Morosini), un joven mayor que ella y por el que Rosina se siente atraída sexualmente, situación que marca uno de los tópicos del film: las experiencias y los descubrimientos de una chica que transita entre la adolescencia y la vida adulta.

La idea de la película surgió hace siete años. "El germen fue simplemente las ganas de inventar un personaje con esas características, de hacer una película con un personaje con ciertas contradicciones, y muy detallado", explica Garibaldi. "Después vino la atmósfera y por último la trama. Esta surge por la idea de meterme en la cabeza de este personaje que fui inventando preguntándome: ¿Qué puede hacer ella para conseguir acercarse al chico que le gusta?, ¿Qué puede llegar a hacer ella en tales situaciones? Así se fue armando el hilo", plantea Garibaldi.

-¿Cómo llegaste a elegir a la protagonista?

-Tenía que hacer un ejercicio para un laboratorio de desarrollo. Me indicaron encontrar una actriz adolescente. Me contacté con profesores de teatro. Con el primero que hablé me mostró unos videos de sus clases. Y a la primera que vi fue a Romina Betancur. Después vi varias más. Llamé a siete. Pero era claro que tenía que ser ella. Tuve suerte en conocerla.

-¿La película intenta reflexionar sobre el tránsito por la adolescencia?

-Habla un poco más que de la adolescencia. Va más por las contradicciones de este personaje o por esta forma de ser. Lo sigo asimilando y sigo viendo de qué se trata, pero va más allá de la adolescencia. Es más sobre esta persona. Pero habla de la incomodidad de ser adolescente en todo sentido: en la sexualidad, en lo corporal, en pasar desapercibido y en no estar en ningún lugar. Un poco puede llegar a hablar de eso, pero me parece que habla de más cosas. Reflexiona también sobre la maldad o el instinto de querer hacer mal un poco o de permitirse hacer las cosas que no están bien, que no son correctas. Escapa a la temática del género.

-Ella tiene un acercamiento un poco torpe y también poco correspondido en lo amoroso. ¿Por qué lo pensaste así?

-Me parecía interesante porque es un personaje que se mueve de forma muy alternativa, como que todo lo que piensa es rebuscado y manipulador. Se anima a hacer lo que muchos pensamos pero no hacemos o ni siquiera algunos pensamos. Ella lo hace muy fácilmente. Sus ocurrencias son un poco extrañas, pero de alguna manera pueden llegar a tener sus frutos. Puede manipular la felicidad del otro secuestrando a su perra. Es un plan perfecto, pero todo lo hace rápido. 

-¿Hay elementos de tu vida adolescente en la película?

-No. Por eso estuve tanto tiempo escribiendo. No hay muchos elementos autobiográficos. Hay cosas de intereses atmosféricos y climáticos, una dinámica de familia y juventud similar; es decir, como un universo que me envuelve a mí y a mis amigos. Todo eso tiene que ver con mi mundo. También el espacio: Piriápolis, donde mi familia tiene casa de veraneo, y yo fui mucho. Pero no mucho más.

-¿Ese miedo colectivo al tiburón es una manera de representar metafóricamente el miedo a los descubrimientos de esa etapa tan conflictiva de la vida como la adolescencia?

-Yo no podría decirlo. Justamente la película juega con la libre interpretación de todo. Está todo el tiempo yendo para un lado o para el otro. Es muy ambigua. Las alegorías no están tan claras, pero te invita a asociar cosas. Se la puede asociar a ella con un tiburón, como la que se mueve por abajo, la que nadie ve, esa cosa de animal malo, temido, desconocido, que se mueve por el instinto. Es peligroso, como medio deforme pero hermoso y tierno a la vez.

-¿El humor de la historia fue pensado desde el comienzo de la escritura?

-Tenía un poco, pero fue creciendo mucho más. Me parecía el elemento clave como para empatizar con un personaje así, tan complicado. Además, me salió por los poros. Eso es también bastante personal. Y me gusta la idea de reírme de cosas terribles. Me divierte.

-¿Por qué señalaste que querías hacer un personaje que resulte un tanto incómodo?

-Porque a mí me gusta cuando como espectadora me sucede que no sé por qué me cae bien un personaje que es terrible. Me interesa lo que me pasa por dentro y que como espectadora me hagan sentir mal por sentir ciertas cosas. Así me voy del cine con una sensación. Y me quedo pensando en eso.

-¿Cómo fue la experiencia de trabajar con actores que interactuaron con personas que no lo eran?

-Fue linda, no fue tan difícil. Se gestó mucho por el tiempo y por la dedicación que le pusimos. Era mi primera película y ensayamos mucho todo sin protestar. Todos se fueron entendiendo. Los actores fueron entendiendo por qué quise trabajar con ella y él que no son actores. Ella no se miró al monitor durante el rodaje, no tenía una autoconciencia de sus movimientos ni de su voz. Entonces, había una naturalidad que yo necesitaba para el personaje. Y eso lo entendieron los actores y ella entendió cosas de los actores. Con el tiempo, nos fuimos combinando todos y resultó bastante sencillo. Hubo mucho sentido común.