Una tarde calurosa de diciembre de 2008, Ad Minoliti visitó a Paola Vega en su taller de la calle Zapiola en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras conversaban y escuchaban el ruido de los trenes pasar, se les ocurrió imaginar cómo sería su muestra ideal, qué obras de arte exhibirían, a quiénes podrían llamar para participar. Empezaron a escribir en papelitos desperdigados sobre una mesa algunos nombres y así la exposición ideal dio origen a una lista y este repertorio de nombres dio forma a pintorAs. Todas mujeres, pintoras, amigas, maestras o colegas.
En 2019 pintorAs cumple diez años de autogestión para la organización de exposiciones y actividades en torno a la exploración de los límites y las posibilidades de la pintura como dispositivo. Su fundación coincidió con un momento en el cual las exposiciones tenían como grandes protagonistas a los hombres, el debate sobre la participación de la mujer en el mundo del arte era tímido (me atrevería a decir que era casi inexistente) y la pintura era resistida a ser entendida como práctica contemporánea. Con este panorama, los objetivos del grupo adquirían proporciones casi épicas.
Las artistas desplegaron en estos diez años deseos y estrategias para realizar distintas acciones. A lo largo de este tiempo realizaron exposiciones, talleres, charlas sobre arte y sobre género en distintas ciudades de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Salta y Corrientes, también en España y Francia. Con su trabajo sostienen una forma de estar y de despertar conciencia en un ámbito que históricamente se ocupó de discriminar a las mujeres. Las pintorAs no hacen arte de mujeres –la identidad de género de unx artista no predispone un tipo de obra, las obras no tienen género–. La cuestión de género como problema no está presente necesariamente en la obra de cada una de las artistas sino que se evidencia en el funcionamiento del colectivo.
PintorAs forma una comunidad con una organización interna que resiste el paso del tiempo. Hay división del trabajo, solidaridad y un oficio compartido. Su unión es un acto político, aunque la política no es el común denominador en el programa de cada una. La decisión que condujo y sostiene su existencia es política. Para ellas la pintura y lo pictórico, la política y lo político se entrecruzan y se funden en un mismo gesto.
Las obras de cada una de las artistas y su convivencia en una exposición hacen visible la existencia vital y el proceso de cambio permanente que atraviesa la pintura como lenguaje. En todas sus formas la pintura se presenta como un recurso inagotable, como territorio resistente y a la vez permeable a las nuevas formas que va adquiriendo la práctica artística a lo largo del tiempo.
En esta exposición se despliega un escenario generoso sobre las posibilidades de ser pintora, hacer pintura y entender lo pictórico, es decir exponer obras y compartir actividades que permiten pensar la pintura desde distintas posiciones. Las pintorAs cumplen diez años y exponen su trabajo en la sala de la Usina del Arte llamada “el laberinto”. Esta forma enmarañada no podría ser mejor porque la pintura hoy, aunque existen obras muy bellas, no ofrece una gratificación necesariamente fácil e inmediata. Como en un laberinto se trata de caminar, rebotar mirar una y otra vez para atravesar la experiencia estética.
Las pintorAs nos muestran que la pintura es un lugar, es una forma de presentar y representar, es un lenguaje que se hace, se pinta, se mira, se enseña, se aprende, sobre el cual se escribe, sobre el que se escribe y con el cual se escribe porque quien pinta mira el mundo de una manera particular.
* Curadora de la muestra. Licenciada en Artes (UBA). Texto escrito especialmente para la exposición, que sigue hasta el 30 de junio en sala Laberinto, de la Usina del Arte, en Caffarena 1, La Boca, de martes a jueves de 14 a 19 hs. Viernes, sábados, domingos y feriados, de 10 a 21 hs. Entrada libre y gratuita.