Uno. Lo que indigna es lo que no se puede comprar. Una teta firme, blonda, declarada o sospechadamente artificial, expuesta en una playa prestigiosa, o mejor, en horario central. Pulgares arriba. No solamente no ofende. Es celebrado. Ocupa lugares de preferencia. No es obsceno, por oposición, es decente.
Dos. Lo que indigna es lo que no se puede comprar. Una teta cualquiera, natural, así como es, en una playa, una foto, o cualquier espacio "no central". Pulgares abajo. Ofende, molesta, indigna. Hay que reprimir. No solamente en el sentido Freudiano. Es obsceno. O sea, indecente.
Tres. Lo que indigna es lo que no se puede comprar. Lo que no se puede comprar es un territorio que se pretende cada vez más pequeño. Lógica del mercado. Todo se compra y todo se vende. ¿Cómo sería posible un mundo‑mercado, un sistema de consumo si hay cosas no transables? Posible respuesta: Lo que no se puede comprar, lo escaso, adquiere un mayor valor. Posible respuesta a la posible respuesta: No todo es calificable como "cosa". Gracias filosofía, gracias poesía.
Cuatro. Lo que indigna, ya fue dicho, es lo que no se puede comprar. Aquí aparece una oposición. Lo que es "cosa" y lo que es "no‑cosa". Categorizar no es el ejercicio que prefiero, pero sirve para ir avanzando, a grandes pasos y con margen de error. Corolario de la oposición: Las tetas que no se pueden comprar no son cosas. Las otras sí.
Cinco. Lo que indigna es lo que no se puede comprar. Lo que indigna es que haya un territorio hostil a las leyes del Dios Mercado. Vos ¿de qué lado estas?
Seis. Lo que indigna, etc. Cambie el concepto "teta" por el que usted prefiera. Y espabílese un poco (no digo demasiado). No sea gil.