A quince meses de la denuncia de asbesto en los coches del subte y a doce de la presentación judicial, los metrodelegados advierten que la cantidad de formaciones para garantizar el servicio de la línea B está por colapsar porque ni el gobierno porteño ni la justicia ni Metrovías toman medidas para la desamiantización de los vagones. La flota de la Línea B es la más afectada, pese a que la presencia de amianto, clasificado como un cancerígeno humano, se detectó también en trenes de las otra líneas, en el techo del cuarto de descanso de conductores del Premetro y en frenos de escaleras mecánicas. “Estamos haciendo todo para que no se llegue a parar la línea, pero tampoco puede funcionar a costa de nuestra vida ni la de los usuarios. Exigimos que realicen las mediciones y los análisis médicos correspondientes”, detalló el secretario de Salud Laboral y Condiciones en el Medio Ambiente de Trabajo de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (Agtsyp), Francisco Ledesma.
Ledesma explicó a este diario que la línea B está en estado de alerta naranja. De los 24 trenes que recorren la línea, sólo 17 están funcionando; si por algún desperfecto llegan a quedar en funcionamiento sólo 15, la línea se va a paralizar. “Por protocolo, cuando se llega al alerta rojo, significa que tenés todas las cocheras llenas de trenes y no se puede estacionar ninguno más. Si se rompe uno, no se lo puede llevar al taller y se para la línea porque no hay dónde evacuarlo. Ahora, todavía quedan dos lugares libres antes de que colapse. Y si se queda una formación en el túnel es muy peligroso evacuar porque en la B hay tercer riel”, es decir, alimentación eléctrica. Las formaciones que se rompen y tienen componentes con asbesto no se reparan.
Desde hace dos meses los trabajadores del taller Rancagua, donde se realiza el mantenimiento, hacen retención de tareas en piezas que saben que tienen asbesto: no las tocan para resguardar su integridad.
El conflicto comenzó el año pasado, cuando se detectó el material contaminante en los vagones CAF 5000, que había comprado Mauricio Macri cuando era jefe de gobierno porteño al Metro de Madrid, donde se registraron casos de cáncer entre trabajadores.
En marzo de 2018, los trabajadores del subte pararon el servicio. “La empresa nos decía que no queríamos trabajar y que no había asbesto”, recordó Ledesma, quien señaló que “recién en diciembre Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) reconoció la situación”.
Entretanto y ante la angustia de los trabajadores, el sindicato envió a analizar muestras de diversas formaciones a la Universidad Nacional del Sur (UNS). El informe, a cargo de la investigadora del Centro de Geología Aplicada de la UNS y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires Leticia Lescano, concluyó que había rastros de asbesto en los coches en los coches Mitsubishi de la B, los Gee-Caf de la Línea E, los Nagoya y General Electric de la Línea C, en los Fiat de la E, en los Siemens de la H, en el techo del cuarto de descanso de conductores del Premetro, y en frenos de escaleras mecánicas, principalmente de la línea E y D.
“Lo hicimos unilateralmente y queremos que el gobierno haga lo mismo para que haya certeza a nivel general. Durante muchos meses la empresa quiso llevarse los trenes sin hacer las mediciones. Eso significaba hacer desparecer las pruebas, porque si te los llevás sin que haya constancia del material, no se declara que hay asbesto, y la empresa no tiene que hacer los estudios por ART por exposición a la sustancia. Y si en el futuro tenés asbestosis, una enfermedad que se puede de- sarrollar entre 20 y 40 años luego de la exposición, no hay vinculación con tu trabajo”, explicó Ledesma.
Mañana, una comisión integrada por representantes de Sbase, Metrovías, los gremios, la Agencia de Protección Ambiental, la Subsecretaría de Trabajo y el Ministerio de Salud porteños, intentará encontrar una solución al tema.
Según dijo Ledesma, “la empresa tiene tiempos muy distintos al que tiene la salud de los trabajadores”. “Dicen que mandaron a hacer análisis a todo el personal. Nosotros queremos que presenten los resultados al Instituto (de Tisioneumonología) Vaccarezza que funciona en el Hospital Muñiz, y depende de la Universidad de Buenos Aires. Y que se haga un cronograma para analizar las piezas de las formaciones para pasar del estado de sospecha al de certeza. Al mismo tiempo, tienen que implementar un plan de cómo se trabaja mientras se reemplazan los componentes con asbesto”, añadió.