¿Dónde está Evita? ¿En la cara expectante de las Hijas de desaparecides que una vez más retoman la historia que les truncaron a sus padres? ¿En Gabriela, puta feminista que lleva consigo el cartel de Justicia por Sandra Cabrera, trabajadora sexual asesinada? ¿En la militante peronista de toda la vida que lleva su rodete con orgullo? Varias Evitas se pusieron su pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto en la muñeca. ¿Está Evita en Dora, vecina de Villa Manuelita que se acerca a la plaza de la Resistencia abrazada a un pequeño busto de la Jefa Espiritual de la Nación? En todas, en cada una, y en muchas otras. "Soy Milagro Sala, y soy Evita", dice una de las 104 compañeras que ayer surcaron la ciudad caracterizadas con vestimenta de los 50. Todas hacen el coro. "Soy arquitecta, quiero que liberen a los compañeros presos políticos y soy..." Evita fue el grito que ayer las unió. "Soy maestra de escuela pública". Evita, Evita, Evita. Para la Colectiva Mixta de Cultura, Evita es el rostro de la lucha contra todas las desigualdades. Evita es la compañera discapacitada, la gorda; Mariana, la trans que eligió el rodete y el traje sastre. Evita es la hija de una peluquera que pudo acceder a la jubilación de ama de casa. "Soy Cristina Kirchner y soy..." empieza una. Las demás completan con fervor "Evita", el nombre recogido como bandera, tal como ella misma vaticinó en su discurso de despedida, en 1951. Cien Evitas fue una sucesión de intervenciones artísticas callejeras y un acto político que paseó por la ciudad la vitalidad de Evita.

Las 100 Evitas salieron pasadas las 14, en un día gris y frío, desde el local de La Corriente, en Maipú al 1100. Con megáfono en mano, una de las directoras de la intervención, Carla Saccani (junto a Lala Brillos, Sol Fernández y Juli Morán), organizó el traslado en los tres tranvías que llevaron a las Evitas hasta Lucero y Lituania, en el Monumento a Eva Perón, conocido como la Mandarina. Allí fue la primera intervención. Las Evitas caminan entre el público. Una señora grita "esta es la cuna del peronismo, acá empezó todo". Las Evitas siguen caminando, la gente empieza a preguntarse cuál de todas es ella. Las Evitas se detienen, vuelven a caminar, empiezan a correr y a gritar que no se la lleven. Algunas Evitas son alzadas y llevadas por la fuerza. En el público, las preguntas aparecen en voz alta. ¿Qué pasa? Esa es Evita, a ella se la llevan, concluyen. En un pequeño escenario, Daniel Tolosa cuenta historias de la resistencia, hace un homenaje a Leonor Tomé, que hizo una capilla ardiente en su casa durante cinco días tras la muerte de Evita, el 26 de julio de 1952. "Leonor sufrió muchas privaciones y apremios. Cuando fue el decreto que prohíbio nombrar a Perón y Evita, el comisario fue a la casa para obligarla a bajar el cuadro que tenía de Evita. Ella se negó y el comisario apuntó a los hijos, amenazó con matarlos. Ella les dijo: 'Lo voy a sacar de la pared pero de mí corazón jamás lo van a sacar'", relató Tolosa y también rindió homenaje a José Mármol, "héroe de la resistencia peronista" cuando tenía sólo 18 años, que ayer estuvo presente. Habló el nieto de Leonor, que la recordó como una "militante que hacía de abuela". Recordó anécdotas y las releyó desde su propia vida peronista. Leonor cuidaba el monumento. "Mientras le limpiaba la cara a Evita, ella le hablaba a los gritos. Yo la miraba con admiración. Ni siquiera soñaba con que llegarían Néstor y Cristina", levantó aplausos.

Los tranvías trasladaron a las Evitas a la plaza de la Resistencia, en Presidente Quintana y Grandoli. Allí, una compañera pintó con aerosol el recordado graffitti: "Los rusos y los yankis reconocen a la Fusiladora. Villa Manuelita No". Las Evitas corrían, gritaban "Ahí vienen". La Resistencia peronista se hizo presente. "Tiren, tiren", gritaban las Evitas ofreciendo sus pechos. Dos de ellas se quedaron en tetas. Sí, eran Evita aquellas mujeres que se enfrentaron al Ejército porque habían prometido dar la vida por Perón, como ella les pidió. Luego, el corte de mangas.

Andres Macera
Las actrices cantaron Evita Capitana en varios puntos.

En el tranvía, rumbo al Cristo Redentor, Evita Capitana se combinó con "Vamos a volver" y alguna que otra chanza. "Voten a Cristina, que se garchaba mejor", gritó una compañera por la ventanilla a la gente que pasaba por 27 de febrero. Al Cristo Redentor, las Evita llevaron "nomeolvides" como prendedores, y circulaban, no paraban. En ese lugar, de nuevo el ritual de nombrar a las Madres de Plaza de Mayo, a las desaparecidas, a las militantes peronistas, a Santiago Maldonado, a Paula Perassi, y terminar con un "Y soy Evita". Allí, la emoción fue imposible de esquivar. En el público, Graciela contó su propia experiencia: "Acá no me dejaban venir de chica, venían las mujeres, y ponían las flores, pero no podían nombrar a Evita. Por eso quise venir", relató.

"En cada mujer hay una Evita, en cada diferente, en cada trava, en cada puta, en cada torta, en cada no binarie", leyó Celeste Campos y hubo ovación.

"Eva Perón, tu corazón/ nos acompaña sin cesar/ te prometemos nuestro amor/ con juramento de lealtad", cantaron las Evitas en el tranvía mientras van hacia la última parada antes de la marcha. En Dorrego y San Lorenzo, en el balcón que supo alojar a una Evita venerada por mujeres que se treparon para tocarla, las Evitas hicieron la intervención "Yo estuve aquí, yo estoy acá". La actriz Celeste Campos, subida a una escalera, dijo lo suyo. "Nos borran los gobiernos porteños. Los gobiernos progresistas provinciales y municipales también nos borran", afirmó y desafió: "Expliqueme usted, gobierno progresista, que hay más patriarcal que callar a una mujer".

Desde la escalera, por no poder usar el balcón, la actriz rechazó la pasteurización de Evita, y recordó que reivindicarla sin hablar de Perón es una forma de negarla. "Se inventaron una Evita buena, casi un hada madrina y le endilgaron todo lo malo a Perón", ironizó y aseguró que "están haciendo lo mismo con el que se murió y la que quedó viva", en una alusión a Néstor y Cristina Kirchner que despertó la ovación. Llena de Evitas feministas, el aplauso fue contundente cuando Celeste dijo "en cada mujer hay una Evita, en cada diferente, en cada trava, en cada puta, en cada torta, en cada no binarie". Evita, multiplicada, marchó luego por la peatonal Córdoba, para llegar a la plaza Montenegro. La acción se cerró en el teatro El Círculo. La ciudad había alojado una vez más a la mujer que es un pueblo.