A Juan Carlos Dante Gullo lo conocí en el inicio de la democracia en 1983, recién salía de la cárcel e iniciaba con la democracia, un nuevo camino de esperanza y de sueños por vivir. El Canca fue el primer político que entreviste en mi primer día de trabajo como periodista en Radio del Plata y como estudiante de primer año del Circulo de la Prensa, en Rodríguez Peña 80. El encuentro fue en plena calle, en un acto para celebrar su libertad después de ocho años de la cárcel. La charla sucedió arriba del acoplado de un camión ubicado en la esquina de Pueyrredón y Rivadavia en plaza Miserere. La entrevista la realicé con un grabador de casete, la mano me temblaba debido a los nervios que suscitaba estar frente al referente de la Gloriosa JP, título que sostuvo por siempre en estos 40 años.
Varias veces fui a entrevistarlo y a visitarlo en su refugio de Cachimayo al 1400, en Parque Chacabuco. Su casa, la de su madre, la de su hermano, la de la militancia, la de los amigos, la de toda la vida, la de siempre.
Cuantas charlas compartidas. En cada una, el Canca daba consejos, tenía ese temple paternal y la sabiduría de quien conoce desde joven la calle y las lealtades de la militancia. Era generoso, se abría a escucharte y se involucraba para aconsejarte como un referente.
Recuerdo sus relatos en cada uno de los momentos de la historia reciente que lo tuvieron como un protagonista activo: La CGT de los Argentinos, la Juventud Peronista, la campaña de Héctor J. Cámpora a la presidencia, la llegada a Ezeiza con Juan Domingo Perón y sus conversaciones en Olivos. Tras la muerte del general cayó preso en el gobierno de Isabel Perón. Después vinieron los días en la cárcel, las sesiones de torturas, el encierro y la resistencia. El presidio lo pasó en La Plata, Sierra Chica y Rawson. El dolor de la perdida de sus seres queridos, la imposibilidad de no poder hacer nada cuando supo del secuestro de su madre, Ángela Aieta, por el grupo de tareas de la Marina en agosto de 1976 y su desaparición en la ESMA. Tres años después fue secuestrado Jorge Salvador, su hermano menor.
Con la democracia volvió a lo suyo, a lo que siempre amó, la militancia política. En los ochenta abrazó con entusiasmo la Renovación Peronista y reconoció que el estudio era una asignatura pendiente, de ahí que logró ser uno de los primeros egresados de la carrera de Sociología en la UBA.
Seguramente como mi viejo, un peronista que no llegó a vislumbrar el retorno de Perón ni la democracia de los 70, y con la carga de la generación de jóvenes que soñaban llenos de utopías, volvió a ver una luz de esperanza con la llegada de Néstor y Cristina. Renació como esas 1000 flores que alentó a militar y a florecer. En octubre de 2007, mientras Cristina Fernández de Kirchner era electa presidenta por primera vez alcanzaste tu banca de diputado nacional.
El sábado en el Congreso Nacional, predominó el afecto, el reconocimiento de una multitud diversa que expresó que el disenso enriquece a las personas y que la política es el arte de lo posible. No faltó nadie para decirle “Adiós”, para despedir al compañero. Cristina dijo presente, las Madres y las Abuelas estuvieron allí. Entre miles de militantes, hubo impensadas miradas, algunos de diversos perfiles ideológicos. No hubo grietas, solo la necesidad de despedir al amigo. Obviamente se canto la marcha y varias veces. Hasta la foto con el Pocho y el brazalete negro y rojo de la JP estaban sobre la bandera celeste y blanca. Cómo resonó el grito “Dante Gullo, presente, ahora y siempre”.
Con motivo de los 40 años de la desaparición de su hermano, hace unos días reunió a los amigos, quizás fue una despedida inconsciente. Allí habló del actual gobierno, del macrismo, de estos tiempos difíciles para el pueblo argentino. Dijo que estabas cada vez más peronista y que sería un tiempo de convicciones. Que hay que trabajar para “reinventar al movimiento popular y nacional, el claro objetivo de estar unidos en un proyecto donde los únicos beneficiados sean los pobres, los trabajadores, los sectores populares y el de la producción.” Dante trabajó hasta los últimos días de su vida, en favor de esa unidad y poder cumplir el sueño de ver el próximo 10 de diciembre a Cristina Fernández de Kirchner jurando nuevamente como presidenta de todos los Argentinos y a un pueblo celebrando en las calles.
Canca Gullo, tu legado seguirá vivo en tus cuatro hijos Carlos Nicolás, Emiliano y Juan Ernesto y Salvador, y como miles de jóvenes que entendieron con tu ejemplo de militancia que vale la pena luchar por la patria, y porque un mundo mejor y es posible.
* Periodista.