Desde Barcelona

UNO Y apenas una semana después ya están todos nuestros antihéroes de nuevo listos para una triple-ronda de elecciones municipales, autonómicas y europeas el próximo 26 de mayo. Todos en campaña para volver a entrar en una campaña de la que apenas han salido un rato para ver si llovía o hacía sol. 

Y, sí, la sensación es un tanto parecida pero nada que ver (Rodríguez todavía tiene accesos de llanto cada vez que la recuerda; aunque está claro que en realidad está llorando por tantas otras cosas) a la que se experimenta en la magnífica  Avengers: Endgame cuando todos vuelven al pasado para así poder modificar el presente y que haya algo de futuro. La diferencia es que los diferentes candidatos piensan en un presente y futuro para ellos mientras repiten una y otra vez que les preocupa tanto lo que pasa, lo que ya pasó.

DOS Y la palabra que más se repite es, parece, mágica: “estabilidad”. Las pasadas elecciones del 28 de abril para jefe de gobierno fueron, se supone, para mantenerla. A la estabilidad. Y, sí, alguna cosa se mantuvo. La más importante de todas fue la de un gobierno socialdemócrata (el único otro es el de Portugal) frenando una avanzada ultra-derechista continental. También se desarticularon las (malas) jugadas de Pablo “Aznarito” fraCasado (quien ahora intenta recuperar cierta mesura con el slogan “Centrados en tu futuro”) y de Albert Rivera Revirado (aspirando a liderar la oposición) quienes pecaron de extremistas patrios (y en algún lugar, Rajoy, el hombre más estable por inamovible del universo, sonríe y se fuma un puro). Y el cada vez más conmovedor por todas las razones incorrectas Pablo “Pudimos” Iglesias se quedó balbuceando sus comparaciones con Juego de tronos y esperando en vano a que el renacido en serie Pedro Sánchez lo invite a su fiestita en Moncloa. (Y, de verdad, en serio: ¿no es un poco raro que un joven revolucionario no pare de hablar de una serie de televisión donde todos y todo son reyes y reinos? ¿Y qué fue esa tontería de la tan cacareada y graznada “La larga noche” y todas esas discusiones sobre oscuridad y compresión y no ver con el móvil encendido y tweeteando? ¿Alguien entiende semejante dislate estratégico-miliar de “los buenos”? ¿Los guionistas no vieron Espartaco, Lawrence de Arabia, El señor de los anillos, 300, Avengers: Infinity War? ¿Y eso es lo que tenían para ofrecer el mismo fin de semana en el que se estrenó la muy bien planeada a la hora del al ataque Avengers: Endgame? ¿Tanto frío para semejante tibieza? ¿Eso los emociona?) Y los independentistas catalanes asumiendo que se les acabó lo hasta ahora establecido de saberse indispensables para que otros pudiesen gobernar o no (en cualquier caso, los políticos-presos-políticos deben de haber respirado aliviados por la victoria del PSOE, porque si ganaba el trío dinámico de la Derecha no iban a salir nunca). ¿Y qué espera Rodríguez en cuanto a este asunto? Fácil y estable: que los juzguen y sean condenados con penas leves y que sean indultados pero, también, inhabilitados políticamente de por vida; porque lo hicieron muy mal, porque jugaron con fuego y quemaron a toda una sociedad todavía desestabilizada. 

Mientras llega el momento de la investidura a principios de junio, Sánchez (más que nunca ajeno a todos y dueño de sí mismo y ¿eso que hace es un guiño de ojo experto o apenas la evidencia de que es un tuerto en un gremio de ciegos?) insiste en que intentará gobernar a solas. Y pactando paso a paso. Pero nada se sabrá del todo o quedará absolutamente claro hasta finales de mayo, cuando el mapa se habrá dibujado del todo y se sabrá si summer is coming o si –en las (in)mortales palabras de Tony “I’m Iron Man” Stark– part of the journey is the end para muchos. Y, sí, hoy se augura la desaparición del Partido Popular como no hace mucho se predijo el fin del PSOE. Pero ya se sabe: en el mundo de la política no hay finales, porque lo que no abundan son los principios. Y –como en los cómics– lo que acaba imponiéndose, siempre, es el (to be continued...). 

TRES Y, sí, Rodríguez no puede sacarse a Tony Stark de la cabeza. Por un lado, está dispuesto a casi lo que sea para que le den el próximo Oscar a Mejor Actor a Robert Downey, Jr. (otro resucitado de la estirpe de Sánchez). Alguien que estaba en lo más bajo y se hizo multimillonario actuando de multimillonario. Pero lo interesante es el personaje: el cínico y pesimista Stark siempre en amigable conflicto con su contracara optimista y patriótica que es el Capitán América. Stark que es súper-héroe por accidente y que a diferencia de Bruce Wayne no tiene trauma en su pasado que más o menos lo justifique para andar disfrazado. Y quien –además– había quedado más que bien parado luego de que Thanos borrase a medio universo: sano y casado con Virginia “Pepper” Potts y padre de una nena encantadora. (De acuerdo: estaba esa inquietud que Stark podía llegar a sentir, en la noche oscura del alma, por la muerte y desintegración de Peter “Spider-Man” Parker; pero para cuando salía el sol Tony ya volvía a tener todo bajo control). En resumen: Stark –alguna vez bon vivant díscolo y chico rico con alegría– se había conseguido una vida estable. Y aún así, en Avengers: Endgame, Stark es quien acababa realizando el sacrificio definitivo (junto con Natasha “Black Widow” Romanoff; a quien nadie parece ya recordar demasiado al final de la película, tal vez por ser rusa). Y todo en nombre de recuperar la estabilidad. Esa estabilidad con la que aquí sueña la Banca y los empresarios en titulares de periódicos como “El Santander infiere que pactar con Ciudadanos gustaría al mercado”. Pero va a ser difícil. Rivera se lanzó al cuello de Sánchez en campaña y las bases socialistas ya avisaron a Sánchez que si pacta con Rivera se acabó el amor. Y, se sabe, hay pocas cosas más inestables que el amor. Y en el amor político, para qué te voy a contar, para qué te voy a votar.

CUATRO Pero lo de antes: dentro de poco –con amor o con odio, premiando o castigando– a votar de nuevo. Y días después de las pasadas elecciones, Rodríguez iba caminando por la avenida Diagonal y allí vio una de esas mamparas para poner posters políticos sin ensuciar la ciudad. Los carteles estaban rotos y pegados unos sobre otros y producían una especie de unificador pero irreconciliable collage multi-ideológico y mix-partidista. Algo que a Rodríguez le recordó mucho a algo de Robert Rauschenberg, su pop-artist antes del pop favorito. Así que le tomó una foto y pensó que –de no ser él estable publicitario y de haber conseguido ser inestable escritor de ficciones obligado por cuestiones alimenticias a escribir crónicas sobre la desequilibrada realidad– bien podría haberla usado para ilustrar alguna de sus columnas. 

Pero no. 

Así que –con un click igual al click con la que la grabó– Rodríguez la borra.

Ahí arriba se juntan más y más nubes. Oscuras y comprimidas. Y un día hace frío y otro calor. Va a ser –porque, pronostican, ya lo está siendo– una primavera inestable.