El 8 de mayo de 2016, la directora y dramaturga Sol Bonelli estrenó su obra Flores de Tajy, una historia sobre la trata que, según cuenta a PáginaI12, en ese momento se hacía todavía muy difícil de digerir. Exactamente tres años después, la pieza reestrena hoy con otro contexto, con otro enfoque y con otra directora: la reconocida Valeria Ambrosio se hará cargo de la obra con una puesta renovada y con nuevos sentidos. “El tema está ahora mucho más sobre el tapete y reestrenarla significa una oportunidad para que siga contribuyendo a esa discusión que me gusta pensar que dio en sus presentaciones anteriores”, dice a este diario la dramaturga, que realizó funciones de la obra en fechas muy significativas para el movimiento de mujeres y que ahora prestó consentimiento para que su obra se haga con nuevo elenco y algunos cambios.
La pieza hace foco en la vida de “la Naty”, una esclava sexual que está al borde de la fuga del burdel donde la tienen encerrada. Podría decirse, sin riesgo de caer en spoilers, que empieza por el final: justo cuando la protagonista asesina al cliente que la somete desde que era muy chica. En el camino entre decidir si luego de eso se escapa o no, compartirá momentos y escena con una travesti que regentea el prostíbulo y otra joven que, como ella, hace tiempo está resignada a ese confinamiento al que las sometieron desde niñas.
Protagonizada por Edda Bustamante, Willy Lemos, Nacho Pérez Cortés y Renata Toscano, Flores… se propone “hablar de forma poética de un tema tan duro”. “En esta versión eso se ve incluso mucho más, porque Valeria hace estallar la obra en nuevos sentidos y le da una vuelta de tuerca interesantísima que tiene que ver con un mundo más onírico, más experimental”, adelanta Bonelli, que ya se había metido con el tema de la trata cuando escribió el unitario de televisión Se trata de nosotros, que ganó un concurso del Incaa y fue declarado de Interés Cultural por la Legislatura porteña.
–¿En qué aspectos innova la versión que se estrena hoy?
–La propuesta estética es distinta y eso modifica a su vez el mundo de la narración. Valeria musicalizó toda la obra, mientras que antes sólo lo estaban un par de escenas. Ahora hay una base de trap que acompaña a los monólogos y que vuelve a la escena algo interesantísimo. La propuesta en sí propone un mundo atemporal, onírico, como de ciencia ficción. Eso permite ver a los personajes de un modo más universal, cosa que me encanta porque hace crecer a la obra. Indaga sobre qué nos hace libres y esclavos, más allá de la temática particular de la trata.
–Hubo críticas de la obra que afirmaron que no es apta para todo público porque es muy fuerte. ¿Coincide?
–De entrada dijimos que es para mayores de 16 años. Más allá de eso, nos pasa de recibir mensajes de amigos que vienen y nos escriben “mi papá se fue muy conmocionado”. Si bien no ha pasado que alguien se levantara y se fuera, es cierto que si tenés cero conciencia de lo que sufren estas mujeres o si no sabés lo que es la trata directamente, es una obra que te va a hacer mal. Yo lo que pienso cada vez que me mandan un mensaje así es porqué esos padres y esos señores se sentirán tan tocados. Me parece sospechoso.
–¿Cómo si fueran clientes?
–Como si fueran potencialmente clientes, al menos. Siempre miro las reacciones de los varones en ciertos momentos de la obra porque me intriga esa posición por la cual ellos pueden ir a consumir un cuerpo con naturalidad, como nosotras vamos a comprar verdura. Me gusta ver qué hacen frente a la denuncia que hace la obra sobre esa situación, qué hacen con esa posición que tienen como varones heterosexuales.
–En la obra aparece una travesti, parte de un colectivo con muy poca representación en toda la historia del teatro. ¿Fue pensado como una reivindicación?
–Como una reivindicación dentro del teatro y fuera de él, como una manera de mostrar que no hay muchas más opciones para la comunidad trans travesti que la del mundo de la prostitución. A Cris (el personaje) por ser diferente lo echan de su casa y no es recibido en casi ningún lado más que ahí. De todos modos, como en la obra todos son víctimas y victimarios, tomé la decisión de que el personaje tuviera poder, de que también ejerciera la violencia y la explotación ajena. Cris es discriminado como travesti, el cliente le dice “puto” y “feo” y le falta el respeto a su identidad como todo buen machirulo, y a su vez ejerce poder sobre Naty, la paraguaya engañada, violada y llevada a un prostíbulo. Eso muestra cómo todos accionamos dentro de este sistema que es perverso, injusto y deforme.
* Flores de Tajy se verá desde esta noche, todos los miércoles a las 21 en Maipo Kabaret, Esmeralda 443.