La performance podría ser la plataforma en la que las ilusiones de las vanguardias resucitan con una rebeldía un poco apagada. Pero si su formato hoy es más institucional que contracultural eso no responde, necesariamente, a un mecanismo de captura del estado sino a un hueco que la performance instala para recuperar una crítica sobre el hecho artístico y sus protocolos de producción.
“La Columna Durruti recoge ese guante”, se apura a decir Maricel Álvarez, curadora de la Bienal de Performance que comenzó el 9 de mayo y seguirá hasta el último día del mes. “Su práctica se relaciona con hacer una revisión histórica de las vanguardias y después producir una acción contemporánea.” Álvarez se refiere al colectivo que integra junto a Emilio García Wehbi que el 31 de mayo ofrecerá un golpe extremo y sublevado. Vida y muerte del concepto clásico de utilidad será el título que provoque una acción irreversible, inspirada en las audacias de Andrea Fraser, la artista norteamericana que alguna vez le pagó veinte mil dólares a un coleccionista para pasar una noche juntos y registró ese momento en un video donde la mercantilización se volvió explícita desde la implicancia total de Fraser con el objeto de su crítica.
La presencia del cuerpo como agitador de conflictos es un dato que podría unir a las distintas propuestas de esta Bienal “Si en la inauguración pongo una instalación con un robot, estoy hablando del cuerpo”, dice Álvarez al mencionar a la artista francesa Giséle Vienne, que unirá sus conocimientos de marionetista con el texto del escritor Dennis Cooper. “La performance es una práctica expandida que se alimenta de la contaminación, que se deja atravesar por todas las disciplinas. Es un acontecimiento en vivo, frente al público, no necesariamente ensayado pero sí trabajado en términos conceptuales hasta las últimas consecuencias.”
En la propuesta de la fotógrafa Nora Lezano aparece el tema del artista como personaje que también recuerda a las vanguardias. “Nora va a exponer gran parte de su vida afectiva y profesional en forma de exhibición de objetos y en un film inédito, también va a estar presente en una acción poética,” explica Álvarez.
Mariana Obersztern se aventura en Blow/ una asamblea, a un experimento que podría definirse como la puesta en escena del pensamiento. “El intercambio de una artista como Mariana ha sido básicamente conceptual, ella nos ha presentado el esqueleto de su proyecto porque es una gran diseñadora de estructuras exquisitas sobre las cuales después reflexiona mucho.”
El arte puesto en la mirada podría ser el eje de tres acciones performáticas que van a realizarse en el espacio público. Un recorrido en moto bajo la inspiración de los escritos de John Berger, a cargo de Lisandro Rodríguez. La pequeña arqueología de los restos del bar y teatro Ave Porco que se propone encontrar Osías Yanov donde hoy se planta un supermercado Día y el desmembramiento del Parque Rivadavia sobre el que ha estudiado largamente Julián D ‘Angiolillo. “Estamos invitando al espectador a que piense en formatos novedosos, y hacer este movimiento implica una toma de riesgos,” reflexiona Álvarez. “Recorrer los puestos del Parque Rivadavia, subir a una moto y confiar en un artista que te va a proponer una experiencia novedosa sobre la cual no tenés control y, en el caso de Osías, mucha gente que va a ir a ver el espectáculo no sabe qué fue Ave Porco. Esto va a despertar preguntas en los espectadores que pueden resultar fascinantes y me parece lo mejor que nos puede pasar en un momento donde para salirse de los problemas, lo mejor es implicarse en nuevos problemas y asumirnos también como parte de las escenas que cuestionamos.”
La programación gratuita de la Bienal de Performance puede consultarse en www.bienalbp.org