¿Qué cuerpos están habilitados para salir a la cancha? ¿Cómo se construyen los principios que enumeran características físicas para el rendimiento y dejan por fuera el disfrute y el placer de relacionarse con el propio cuerpo?
“Cuerpo” y “salud” se unieron para formar la pareja perfecta del momento y dar a luz al “deporte”. Ahí nomás se armó la familia ideal que habilitó una serie de descendencias como “competencia”, “negocio”, “sacrificio”, “cuerpos en forma” y dejó tirados en adopción a “juego”, “disfrute”, “placer”. Pero el linaje es amplio y si bien cuerpo, salud y deporte se llevan los titulares y la receta infalible para la vida sana, las familias siempre pueden ser disfuncionalizadas.
El deporte en su amplia gama de posibilidades, es uno de los canales directos para la producción de placer y disfrute en relación a los cuerpos. Decir posibilidades es pensar no solo en la cancha, en equipos o en torneos: es el goteo de la transpiración, las pulsaciones y los estiramientos. Es despejar la eficacia como estructura fundamental del rendimiento, reemplazar la antropometría por una pesquisa más meticulosa en las formas de placer, estímulo y experimentación del propio cuerpo. Celina Eibuszyc (47) dice que se asumió como trava desde hace seis años y que hace un mes volvió a intentar hacer deporte –no lo hacía desde la primaria– participando de un equipo de fútbol trans; dice que cuando juega se siente viva. “Esperé mucho el momento de ir a jugar, tuve la mala idea de comer a las 4 cuando el partido era a las 6 y me caí al piso como diez veces. Descubrí que me gustaba muchísimo y que en realidad no quería que terminara”. Seguramente para la antropometría caerse diez veces en una cancha sea una estadística suficiente como para que el deporte de Celina no sea el fútbol, porque sentirse viva no es una medida de rendimiento, al menos no en el mundo de la numerosa familia de cuerpo, salud, deporte.
Transpirar o sentir un músculo en tensión llevando a cabo una actividad física no es en principio potestad de cuerpos iluminados por ciertas características físicas/motoras, sin embargo las barreras deportivas se levantan muy fácilmente cuando se trata dejar pasar cuerpos esbeltos, musculosos y con respiraciones acompasadas y se bajan cuando la grasa tiene que acomodarse en la pileta o cuando la ropa no queda pintada como los afiches publicitarios de las marcas deportivas.
Laura Contreras, integrante del taller “Hacer la vista gorda” habla de un principio general de lo que el cuerpo puede o no puede: “El cuerpo gordo está pensado como un cuerpo enfermo con lo cual no está habilitado para estar en la canchas o haciendo deporte, un cuerpo que en principio está expulsado de estos espacios. Una persona gorda que tiene los hábitos considerados por el neoliberalismo magro como saludables (andar en bici, hacer yoga, practicar un deporte) es mal mirado o no creído. En lugares como gimnasios o natatorios en donde el cuerpo gordo se hace muy visible, la mirada recae de una manera sancionatoria. No debería estar ahí ese cuerpo”.
Entonces la familia perfecta que engendró al deporte y lo educó en la salud y en la calidad de vida, dejó por fuera la relevancia de que la actividad física expone los cuerpos muchas veces desnudos o con poca ropa en espacios reducidos como pueden ser los vestuarios o en la vía pública como lo son las plazas, y de qué manera esa exposición conforma una serie de principios que excluyen de manera contundente a los cuerpos no normados que están jugando, que sudan y no están pendientes de las medidas corporales o de los buenos modales.
El capacitismo entra a la cancha con la “10” y da cuenta que además de la mirada condenatoria sobre los cuerpos también hay una insistencia en lo que el cuerpo puede o no hacer. Hablamos con Nicolás Ruso, profesor de educación física que trabaja en una escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires. “Salir al patio ya es de por sí una actividad física que ubica la mirada entre lxs compañerxs desde otra perspectiva al resto de las materias que son más estáticas. Y eso ya es un ejercicio en sí mismo, es sumamente importante construir ese espacio como lugar donde nadie crea que su cuerpo no puede hacer tal o cual actividad, sino que pueden hacerse esas mismas actividades de múltiples maneras y que no hay una de esas maneras que sea mejor que la otra.” La escuela es uno de los lugares ideales para traficar versiones del deporte que profundicen la relación cuerpo/placer/diversión, la reivindicación del disfrute como derecho y no el sacrificio como mandato. ¿De qué manera será posible desterrar estos principios que habilitan a determinados cuerpos a hacer deporte? ¿En qué momento el placer, la diversión o el disfrute fueron barridos por el marketing saludable? ¿Cómo habitar los cuerpos haciendo actividad física despejándolos de los principios que excluyen a la mayoría?