Tras hablar con Donald Trump, Mauricio Macri está más cerca de cumplir el sueño de su vida en este momento: llegar al 22 de junio con algo de oxígeno. Ese día cierra la inscripción para las candidaturas presidenciales. Macri apuesta a llegar en posición dominante para esa fecha que queda aquí nomás, el mes que viene. Si lo logra, como todo parece indicar hoy, de ahí en adelante empresarios y financistas dejarán de soñar con otros planes, como el V de María Eugenia Vidal o el L de Martín Lousteau, y se convencerán de que la mejor candidatura ultraliberal es la que hay. Es decir, la de Macri. Una candidatura hoy devaluada y en firme caída. Como revela un interesante estudio del Grupo de Opinión Pública de Raúl Timerman, que estudió la secuencia de evolución de las imágenes de Macri y de Cristina Fernández de Kirchner, hoy está mejor CFK que MM. La ex presidenta tiene un 50,2 por ciento de imagen positiva y un 48,1 de imagen negativa. El Presidente, 77,1 por ciento de imagen negativa y solo un 22 por ciento de imagen positiva. La diferencia de Cristina es positiva, de un 2,1 por ciento que surge de restar la magnitud mayor con la menor. Al hacer la misma operación con Macri la diferencia da negativa. Un impactante -54,3 por ciento. En enero de 2016, cuando el consultor hizo la primera medición, CFK tenía una diferencia negativa de -18,9 por ciento y Macri una diferencia positiva del 25,8 por ciento.
Trump y Macri conversaron unos diez minutos y, como trascendió por un comunicado de la Casa Blanca, Trump le expresó su apoyo por el rumbo de la economía. También conversaron sobre la situación regional, que cualquiera podría traducir con la palabra "Venezuela".
Está claro qué quiere Macri. Primero, llegar al 22 de junio. Luego, dólares suficientes para inyectar en el mercado y que la relación entre la divisa norteamericana y su pariente pobre, el peso argentino, ni se dispare más todavía ni oscile hasta volver más locos a los argentinos.
¿Y Trump? La Argentina no ocupa un lugar estratégico como Israel ni tiene el peso económico de Brasil, y tampoco es un vecino como México. Pero la Casa Blanca ya tiene una alianza sólida con Brasil (con la gestión de Bolsonaro o el general que lo suceda garantizada hasta el 31 de diciembre de 2022) y por supuesto con los israelíes, que acaban de encumbrar otra vez al amigo de Trump Benjamín Netaniahu. En cuanto a México, convive con Andrés Manuel López Obrador.
Sin ser estratégica, la Argentina es una buena carta a controlar por parte de Trump. Si ya tiene aquí a un político dócil, a tal punto que lo endiosa aunque con poco profesionalismo diplomático apostó a Hillary Clinton en las elecciones norteamericanas, ¿por qué perderlo?
Sin embargo, cualquier análisis sería superficial si no tuviera en cuenta el espíritu práctico de los Estados Unidos. En primer lugar, para sacar ventaja de cualquier ayuda. Y en segundo lugar para prepararse ante cualquier circunstancia. Por ejemplo, que en lugar de Macri el 10 de diciembre asuma un gobierno distinto y hasta opuesto. Sin ir más lejos, López Obrador no era el candidato preferido de Trump pero, también en los Estados Unidos, la única verdad es la realidad.