Apenas tres partidos de singles en ocho meses hundirían el timming de cualquier tenista de la media. Los jugadores fuera de serie, sin embargo, no suelen perderlo de la noche a la mañana. Lo llevan consigo. Y Juan Martín Del Potro es uno de los privilegiados que integran ese selecto grupo. 75 días después de su última aparición en el circuito, en el torneo de Delray Beach, se encontró a un punto de ganar en su debut en el Masters de Madrid: el serbio Laslo Djere salvó un match point y lo eliminó por 6-3, 2-6 y 7-5 tras dos horas y 22 minutos de disputa.
“El balance más allá del resultado final es bueno. Jugué más de dos horas ante un rival exigente, que me hizo mover, que me hizo correr, pero el cuerpo respondió bien. Obviamente, me falta aire, me falta ritmo, me falta competencia, pero eso lo voy a conseguir jugando torneos y más partidos”, comentó Del Potro –que aprovechó para confirmar su presencia en el Masters de Roma– en el final de una jornada que incluyó también una derrota en cuadro del dobles junto al japonés Kei Nishikori.
Aquella fractura de la rótula derecha que sufrió en Shanghai el último 11 de octubre generó incertidumbre respecto de su estado de salud. Fue un golpe al mentón en pleno ascenso. Con buenas chances de pelear arriba en el ranking y después de haber tocado el tercer puesto, debió cambiar de planes y encarar una nueva lesión que incluso lo llevó a evadir, hasta las últimas consecuencias, otra eventual intervención quirúrgica. En el camino intentó volver en el Condado de Palm Beach, donde jugó tres partidos y no tuvo buenas sensaciones; se distanció de Jorge Batista, el reconocido médico de Boca Juniors que lo atendió desde aquella caída en China; y decidió continuar con una terapia regenerativa de plasma enriquecido de la mano de Angel Ruiz Cotorro, el profesional de confianza de Rafael Nadal que alguna vez asistió a David Nalbandian durante su operación de cadera.
“No quiero pensar si fue un mal diagnóstico o si un médico se equivocó, si me dijeron algo y era otra cosa. No me hace bien. Siempre hice todo lo que los médicos me aconsejaban. Evidentemente fue una lesión que se alargó, pero ahora trabajo con Cotorro y tengo que confiar en lo que él me dice”, deslizó Del Potro ante los medios antes de su regreso a las canchas en la capital española.
Aquella historia, no obstante, parece haber quedado enterrada luego de su segunda reaparición. Después de testear las condiciones del torneo –rápidas respecto de otros eventos sobre canchas lentas– y la respuesta de su rodilla en su debut en dobles junto con Kei Nishikori, protagonizó un regreso que no deja de ser positivo y alentador. Pese a haber quedado a las puertas del triunfo, el resultado no es más que un decorado. Del Potro soportó la intensidad de un partido apretado en polvo de ladrillo y durante un tiempo prolongado; profundizó el juego con el revés de dos manos, varió sus golpes y destiló veneno con su poderoso tándem saque-drive; y, sobre todo, no exhibió problema alguno en los desplazamientos ni gestos de dolor en la zona afectada.
El camino es largo, claro, y el retorno a la alta competencia requiere ritmo y consistencia. Por eso resulta primordial y necesario que Del Potro pueda encadenar varios partidos para sumar kilómetros, ponerse a punto y regresar a su verdadero hábitat, que es la pelea mano a mano con los mejores del mundo. El campeón del US Open 2009, en definitiva, se siente en plenitud dentro de una cancha y en los grandes escenarios.