El papa Francisco dijo “sufrir” por las tensiones y las amenazas contra una familia gitana de Bosnia que acaba de obtener una vivienda social en Roma. Tras haber esperado más de dos años, trasladados de campamento a campamento, Imer y Senada, instalados desde hace tiempo en Italia, pudieron mudarse esta semana con sus 12 hijos a un pequeño departamento en Casal Bruciato, en las afueras de la capital.
Desde entonces, vecinos y militantes neofascistas los insultaron y amenazaron –incluso de violación–, al considerar que las familias italianas tienen que ser prioritarias en la atribución de estos alojamientos.
Se ha tenido que poner en marcha un importante dispositivo de seguridad y el miércoles, la policía tuvo que intervenir para permitir que la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi (Movimiento 5 Estrellas, antisistema), pudiera salir del edificio, donde acudió para visitar a la pareja.
“Se quedan aquí porque tiene derecho, se tiene que respetar la ley”, declaró Raggi, poco apoyada en este caso por su partido.
La Iglesia de Roma en cambio aportó su apoyo a la familia, de confesión musulmana, y la invitó a un encuentro con fieles de la diócesis con el papa Francisco ayer por la noche en la basílica de San Juan de Letrán.
Antes, el pontífice argentino recibió a unos 500 miembros de la comunidad gitana bajo los frescos del Palacio Apostólico para una oración, prevista desde hacía tiempo. “Rezo por ustedes y estoy cerca de ustedes (...) Hoy leí cosas malas en el diario y sufro, porque no es decente”, declaró.
“Es verdad que hay ciudadanos de segunda. Pero los verdaderos ciudadanos de segunda clase son los que rechazan a la gente (...), que viven con una escoba en la mano para expulsar a los otros”, insistió.
El ministro del Interior, Matteo Salvini (extrema derecha), afirmó por su parte que dar la prioridad a los italianos era “un principio de decencia”.