En tiempos de universos cinematográficos, fan service a la carta y secuelas y reinicios al por mayor, era lógico que la galaxia Pokémon tuviera una traslación al cine de gran presupuesto. Más allá de estar basada en el largo historial de video games de Nintendo (especialmente en el que aporta el nombre de la película) y no tanto en los mangas y animés creados a partir del éxito de los juegos de consola, los avances publicitarios permitían imaginar una versión centennial y un poco más aniñada de ¿Quién engañó a Robert Rabitt?, cruza de animación y cine con actores reales montada sobre una trama pseudo policial aderezada con humor. Y algo de eso hay. Los primeros treinta minutos del largometraje de Rob Letterman –cuyo dudoso CV incluye Monstruos vs. Aliens y Los viajes de Gulliver– se anclan en una relectura ligera de los usos y costumbres del noir clásico y sus derivados post Blade Runner, al tiempo que los protagonistas tienen la oportunidad de conocerse: Tim, un joven cuyo padre detective acaba de morir en un extraño accidente en la ruta, y el más lenguaraz de los pikachus, aunque el único capaz de comprenderlo sea el muchacho.
La reunión de cuatro guionistas en una película de producción de grueso calibre suele indicar una buena cantidad de borradores, lecturas y reescrituras y ese parece ser el caso de Detective Pikachu. La química entre humanos y monstruitos tiene su encanto y funciona hasta cierto punto (la acción transcurre en Ryme City, verdadero oasis para la convivencia entre seres tan diversos) y los gags físicos y verbales se suceden con relativa gracia, al tiempo que la trama comienza a avanzar, definiendo héroes y villanos y haciendo visibles elementos ocultos. En algún momento, sin embargo, y como una bola de nieve, la película comienza a adquirir cualidades elefantiásicas, las mismas que todo blockbuster moderno –sea o no de animación– parece requerir para su “correcto funcionamiento”: escenas de persecución y peligro, explosiones y cuasi desastres, todas grandotas y en fila india, esperando su momento triunfal de aparición.
La obsesión por mantener el horror al vacío narrativo a distancia acarrea una acumulación de vueltas de tuerca y revelaciones de último momento capaces de marear al más inveterado de los conocedores del universo Pokémon. Tal vez los monstruos de bolsillo más famosos del mundo merecían algo un poco mejor o, por el contrario, esta película es precisamente el producto que los fans estaban esperando: al fin y al cabo, la trama está repleta de guiños, meta-referencias y vasos comunicantes con los treinta años de historia del peluche amarillo. El cine bien, gracias.