Fue un discurso sin rispideces. Incluso tuvo un tono menos áspero que el de varios tramos de su propio libro. En la media hora que usó Cristina Fernández de Kirchner para presentar Sinceramente, el centro estuvo en lo que llamó “un contrato social de ciudadanía responsable”. No habló de los diez puntos del gobierno de Mauricio Macri, aunque mencionó al pasar, con ironía mansa, “una época de grandes acuerdos”, pero dijo que eso no es suficiente hoy.
El contrato consistiría en un conjunto de “metas cuantificables y verificables” y estaría centrado en el mercado interno y en el desarrollo industrial. Más allá de la teoría, los dos objetivos quedaron marcados con una descripción de la realidad actual de los Estados Unidos. Allí, aunque Cristina no dio el número, la cifra actual de desocupación es de solo 3,6 por ciento, la cifra más baja desde diciembre de 1969.
La ex presidenta eligió solo tres números para su discurso. El primero, la cantidad de planes sociales que existían cuando Néstor Kirchner asumió, el 25 de mayo de 2003: 2.300.000. El segundo, la cantidad que había cuando ella terminó su mandato: 207 mil. El tercero, los de hoy: 467 mil. Su conclusión es que los gobiernos kirchneristas generaron trabajo. El plan del contrato a futuro, y según lo que CFK recogió de la historia, consistiría en un acuerdo social. Cristina rescató el pacto firmado en 1973 entre empresarios y sindicalistas con el aliento del ministro de Economía de Héctor Cámpora y Juan Perón, José Ber Gelbard. Y destacó un discurso poco recordado de Perón, el que pronunció por cadena de radio y televisión en la mañana del 12 de junio de 1974. “Criticó a los especuladores que medraban con la miseria y con el hambre del pueblo”, subrayó.
Hubo un guiño a su actual equipo con el agradecimiento a Alberto Fernández, que la escuchó sentado en primera fila entre la abuela de Plaza de Mayo Estela Carlotto y la madre de Plaza de Mayo Taty Almeida. Quizás lo dejó marcado como jefe de campaña.
Hubo también un guiño que acaso no sea solo histórico. Fue el reconocimiento a los planes sociales que en la situación de emergencia desarrollaron “el doctor Duhalde” (así mencionó a quien en 2005 apodó “El Padrino”) y “su ministro Roberto Lavagna”.
“No es el Talmud, la Biblia o el Corán”, dijo sobre su libro. “El libro es para discutir a partir de la experiencia.” Agregó: “Es imposible resolver bien si no se entienden la magnitud, la densidad y la profundidad de los problemas”. Su habitual crítica de la manipulación estuvo ausente. Incluso trató de mostrar la complejidad de la situación social cuando dijo que hasta chicas humildes (traducción: no solo la clase media como reza una interpretación facilista) hablan hoy contra los supuestos planeros y choriplaneros.
Si CFK mantiene este discurso peroniano, y si el 22 de junio termina encabezando la principal lista opositora, las claves de campaña parecen claras: evitar las formas hoscas y no engancharse en el discurso de Macri. Más bien dejar que el Gobierno se siga hundiendo y, mientras tanto, insistir en el contrato de ciudadanía, o sea de ejercicio de derechos exigibles al Estado.