Ni el amor ni el odio esta vez. Nos mueve el hambre. Un tuitero macrista sintetizó la imagen de la militancia en la cara de una mujer gastada y a la que le faltaban varios dientes. Esa mujer estaba ahí, bajo la lluvia. Alguien empujó y dijo que venía desde Ushuaia. La tormenta que acompaña al gobierno de Macri hace meses no mermó pero no amedrentó a nadie la tarde del 9. Se creyó que el libro de Cristina, escritora novel dijo Juan Boido, vendería unos 30 mil. El número resonó en la primera fila donde estaban las Abuelas y Alberto Fernández, paladín de la idea. El libro va por los 300 mil ejemplares: reafirma el cruce de cultura masiva y política. Dicen que la salida de Sinceramente le bajó los puntos en las encuestas, pero que reactivó la industria del libro su presencia en la escena. Desde el imprentero hasta las librerías, el libro de la expresidenta movió un poquito la industria local. Y de eso habló, de reactivar la industria y la producción nacional. De la necesidad de un contrato social ciudadano que comprometa a todxs más allá de a lxs propixs. Puso de ejemplo el crecimiento económico de los últimos años en los Estados Unidos, donde hay una administración (que no nombró) en las antípodas ideológicas -o al menos muy lejos- de su proyecto. Dijo que no cree en la sociedad perfecta, mejor sin héroes ni mártires ni villanos. La mujer sin dientes que la fue a ver bajo la lluvia puede ser la que más tarde en un canal de TV contó que salió de la calle gracias a un plan y que su hija estudia para trabajadora social, como puede ser esa otra: la que se levanta todos los días a las 5 de madrugada y se pregunta por qué ella tiene que agarrar la pala mientras otras cobran igual sin hacer nada. Hay que escuchar a esa mujer también, dijo CFK. Hay una mirada más allá del espacio propio acá que le pone dulce de leche a la grieta, la llena de producción nacional y la transforma en puente, provisorio quizás, para lograr los objetivos colectivos que necesita la Argentina hoy, en línea con lo que vienen afirmando varios en la oposición. En su evidente romance con las palabras, Cristina encontró las justas una vez más, y así lo dijo sin ostentar la cita a Flaubert, al hablar de la escritura del libro. Dijo que la obra ya no le pertenece, es de lxs lectores, y eso la convierte en una lectora tanto literal como literaria, que no pierde de vista que pone a las necesidades (literales no literarias) por sobre su persona y hasta por sobre su candidatura. Fue una Cristina más cercana a la reinvención de Alberto Fernández -crítica, reflexiva- que a la que parece destacar en el libro, más víctima y perseguida. Pidió que no chiflen al Presidente. Tiró una soga de diálogo con los empresarios. Ella armó el equipo, con la gente que la quiere pero proyectándose también hacia quienes no la quieren y están desorentadxs. Habló sin alambiques, ni dogmatismo, sin tirar nombres propios ni plagar todo de referencias personales. No es sólo amor. Es hambre. Es la respuesta a una desesperanza que creció entre propios y ajenos. Tal vez, el libro esté dirigido a más a propixs y el discurso fue más allá y traspasó ese vallado. Cristina apeló a la producción de una razón dialógica. Que el pueblo la ame es otra cosa.
Marina Mariasch es escritora.