“Convoqué a una buena banda para llevar adelante un buen plan”, asegura Cristina Banegas poco después del estreno de Edipo Rey, de Sófocles, en el Teatro Cervantes (Libertad 815, de jueves a domingo a las 20). “Porque, como decía Ure, el teatro es como tener un buen plan para asaltar a un banco”, agrega junto al actor Guillermo Angelelli, a cargo del personaje protagónico. La mención al director Alberto Ure es obligada: cuando falleció en mayo de 2017, Banegas se propuso dirigir esta versión que Ure había realizado junto a Elisa Carnelli y que solamente había sido puesta en 1991 en Rosario, bajo la dirección de Rody Bertol. Para lograrlo, trabajó en la versión durante un año y medio junto al traductor de griego antiguo y doctor en Filosofía Esteban Bieda.
“Fue un trabajo de doble comando, porque la presencia de Graciela Camino (también directora teatral) fue fundamental durante todo el proceso”, destaca Banegas, que también privilegia el “campo del ensayo”, ese momento de prueba donde confluyen todos los componentes de la puesta. En este caso, un piano intervenido ejecutado en escena por Carmen Baliero, un grupo de coreutas y actores, el diseño de luces, obra de Jorge Pastorino, el vestuario de Greta Ure, la coreografía de Jazmin Titiunik y el diseño espacial de Juan José Cambre. La versión escénica tiene, según la directora, “la marca Ure”, algo que la enorgullece y alegra porque es “un modo de celebrarlo y devolverlo al presente”.
Apenas comienza la tragedia, el pueblo de Tebas, devastado por la desgracia, exige al rey Edipo que intervenga para sofocar el caos. Pero sus promesas de mano dura para con los responsables de la muerte nunca castigada de Layo, el rey anterior, empuja al protagonista al descubrimiento más atroz: él es el asesino de su padre, el esposo de su madre y el hermano de sus propios hijos.
–Guillermo, tu trabajo de actor siempre está en consonancia con un elaborado entrenamiento físico y vocal. Pero esta vez, el texto se impuso...
Guillermo Angelelli: –Cuando me llamó Cristina, pensé: “O me tiro a la pileta, o me quedo mirando desde el borde” (risas). Pasar de la lectura neutra a “poner el texto en boca” fue ir descubriendo frases poderosas y terribles que luego, en la relación con los otros actores, en el contraste de las voces y los caracteres, fue apareciendo la musicalidad de esta obra.
Cristina Banegas: –Es complejo pasar de la enunciación de un texto como éste a encontrar la materialidad del cuerpo, la voz y la acción dramática. Aquí también la música es narrativa, porque lleva el pulso de cada momento. Y tiene suspenso, porque esta obra tiene algo del policial.
–¿Ayuda que todos, en mayor o menos medida, conozcan los hechos que se cuentan?
G. A.: –Sí, todos saben la historia por Freud o por conocer el mito. Pero el misterio mismo de Edipo es el del hombre buscando su identidad, su lugar en el planeta, algo no revelado que siempre conmueve.
–¿Pensaron en que la obra hablaría de un presente colectivo?
C. B.: –Nunca quisimos hacer un guiño al espectador para que advierta semejanzas con la realidad. Basta con que se escuche decir que “hay que obedecer al que gobierna” pero “no cuando gobierna mal”.
G. A.: –Al dejar hablar a la obra, de ese modo se deja hablar al mito. Edipo intenta evadir el destino como si eso fuera posible. Y está movido por una fuerza patriarcal y machista. La mujer está vista como un apósito del poder; debe obedecer el mandato masculino al punto de entregar a su propio hijo.