“La verdad es que nunca creí que me quisieran tanto. La gente siempre me mostró mucho afecto pero no esperaba la cantidad de personas que me llamaron después de la comunicación de la renuncia. Estoy completamente agradecida.” Así de linda e inteligente es Dora Barrancos, la mujer que a los 79 años conoce el funcionamiento del sistema científico como la palma de la mano y le opone su alegría innata a una realidad cada vez más oscura. El miércoles dijo basta, luego de diez años en el Directorio del Conicet, de defender a capa y espada el área de las Ciencias Sociales y las Humanidades y luchar por la equidad de género. Se cansó de las irregularidades y su partida representó un acto de racionalidad y humanidad para que Mario Pecheny, su sucesor, pueda acceder al cargo cuanto antes. Claro que no depende de ella, ya que la designación es potestad del Poder Ejecutivo Nacional que, en materia de nombramientos de autoridades, suele ser perezoso. Aquí, esta referente argentina y latinoamericana en el estudio de la historia feminista describe cómo observa el estado actual del sector; narra cuáles fueron sus logros y cuáles sus cuentas pendientes; y, por último, adelanta cómo sigue su vida ligada a la militancia social y política, los libros y los nuevos proyectos que florecen.
–¿Cuál es el diagnóstico general sobre el estado de la ciencia y la tecnología actual?
–Estamos viviendo una regresión enorme, no se puede hablar de mera parálisis del sector sino de algo bastante más complejo. La ciencia y la tecnología en el país experimentan un retroceso general; hemos ido muy de prisa a toda marcha atrás. Con esto, no sólo se aplazan las metas sino que también se suspenden los objetivos previstos.
–Hemos comprobado una y otra vez que al Gobierno no le interesa la promoción del sector.
–No sólo es desinterés, no sólo es negligencia sino que se trata de una estrategia bien definida. En el caso de las tecnologías, por un lado, se producen procesos de deshabilitación de la soberanía y compra en el exterior de paquetes enteros. Este Gobierno, apoyado por grupos económicos privados muy concentrados, otorga innumerables facilidades para que otros emprendimientos foráneos vengan a ocupar los desarrollos que hasta hace poco tiempo se intentaba realizar aquí. El ejemplo de ARSAT y los satélites es muy claro. Por otra parte, si nos referimos a la ciencia, las acciones oficiales guardan muchas semejanzas con lo que históricamente hicieron las administraciones conservadoras. Gestiones que, para decirlo de manera sencilla, directamente no están interesadasen el desarrollo argentino.
–Bueno, Rogelio Frigerio lo dijo bien clarito hace muy poco…
–Así es, la ciencia no tiene significación para este tipo de gobiernos. Te decía que no sólo es desinterés, porque cuando uno ignora lo hace de modo pasivo pero esta gestión es proactiva en la negatividad respecto de la importancia del área. Desde su perspectiva, no constituye una inversión sino un gasto, por eso es que los propios funcionarios lo admiten sin tapujos: tienen otras prioridades.
–En la semana, Diego Hurtado señaló que sería bueno que los investigadores que habían apoyado a Cambiemos se retractasen. ¿Qué opina al respecto?
–El queridísimo Diego Hurtado, para mí, es una de las figuras más importantes y lúcidas de la ciencia y la tecnología. Creo que es una iniciativa importante aunque no creo que tenga resultado. Existe un asunto muy simple: a la comunidad científica le cuesta reconocer sus errores, somos así, retractarnos públicamente es lo más complicado que puede pedírsenos. El reconocimiento de los equívocos no es algo que esté en nuestro ADN, por ello, será difícil que consiga movilizar y despertar reacciones.
–En la última semana, el sector sufrió su partida del Directorio y también la visita de Marina Simian a “Quién quiere ser millonario”. ¿Qué le generó este hecho?
–No vi el programa en vivo, pero cuando me llegaron las imágenes que circulaban por internet no pude hacer otra cosa que escandalizarme. Después de un rato pude leer más al respecto y continué estremeciéndome. Es hasta paroxístico, conmociona advertir hasta dónde llegamos. ¿Qué nos queda? Vivimos una circunstancia límite. Esto que quede muy claro: mis palabras no comportan ninguna descalificación hacia Marina, pero sí hay que criticar con impulso a quienes aplaudieron frenéticamente porque ganó medio millón de pesos. Sobre todo a aquellos que celebraron su triunfo teniendo responsabilidades para que haya recursos disponibles en la ciencia y la tecnología.
–La científica se reunió con Mauricio Macri el viernes. Desde algunos sectores, incluso, pensaban que podría ser una operación.
–No quiero opinar sobre la investigadora porque no la conozco. De hecho, no creo que haya sido una operación. Si hubiera sido de ese modo fue un error de cálculo enorme. Será que falló Durán Barba esta vez, porque su presencia en el programa trajo muchísima visibilidad. Muchas personas pudieron enterarse de lo mal que la pasa el sector gracias a su visita.
–Estoy de acuerdo. Al otro día usted presentó su renuncia. Una semana con muchas noticias para la ciencia y la tecnología…
–Parece a propósito, casi planificado. Menos mal que había anunciado mi retiro durante el homenaje que me organizaron el mes pasado. Tengo la expectativa de que mi partida no haya ocurrido en vano; si así fuera, podríamos tener la certeza de que el escenario está completamente desquiciado. El costo que puede significar para el PEN resolver tanto las designaciones de Mario Pecheny como la de Alberto Kornblihtt es muy bajo. Si el Gobierno hiciera la ecuación costo/beneficio resolvería este nudo de inmediato.
–Durante sus diez años de gestión, ¿qué fue lo más lindo que le ocurrió?
–Lo más lindo que me pasó fue haber conseguido algunos cambios para obtener mayor equidad de género. Haber luchado para obtener el consentimiento final del Directorio y lograr medidas en esta orientación. En esta línea, se ubica el impulso del protocolo contra la violencia de género en el Conicet. Siempre estuve absolutamente atenta a conseguir mayor justicia para las mujeres en el ámbito.
–¿Qué quedó pendiente?
–Me hubiera gustado hacer mucho más en cuanto a la equidad de las promociones de mujeres a los niveles superiores de la carrera. Me queda en el tintero el hecho de haber conseguido mayor racionalidad en los sistemas de evaluación que contemplen este tipo de asuntos. Por otro lado, una cuenta pendiente es profundizar la federalización del sistema: no logramos acertar políticas ni promover mejores acuerdos con las instituciones provinciales para ubicar investigadores en las zonas geográficas en las que hay vacancia.
–¿Y en relación con su campo, el de las Ciencias Sociales y Humanidades?
–Pienso que el reconocimiento al campo se ha incrementado conforme pasó el tiempo. Este fenómeno se consolidó con el pacto realizado en 2010, cuando se distribuyó el 25 por ciento de los ingresos y las becas para cada una de las grandes áreas. Ese equilibrio, no obstante, se quebró en 2016, cuando el Directorio del Conicet votó una nueva división entre temas denominados “libres” y “estratégicos”. Con esta categorización tuvieron menos significación y espacio los temas sociales, al tiempo que las humanidades quedaron erradicadas prácticamente. Siempre me opuse de manera contundente.
–Ahora que dejó el cargo, ¿cómo continúa la vida de Dora Barrancos?
–Con un montón de proyectos, por supuesto. Estoy por terminar un libro –está en su fase final– que pretende narrar una historia mínima de los feminismos latinoamericanos; luego voy a preparar un material que se vincula con las mujeres en la sociedad argentina en diferentes escenarios; seguiré con los cursos de posgrado; continuaré en la Universidad Nacional de Quilmes con la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades; y una enorme actividad militante, feminista y política por delante. Siempre para adelante.