¿Esta Cristina de los últimos tiempos es diferente a la Cristina que fue presidenta de nuestro país por dos períodos? Es posible. Obvio que lo es. El filósofo griego Heráclito (siglo VI a. de Cristo) definió que todo en la realidad está en constante evolución. Las cosas se modifican dado que existe un constante devenir. No son inmóviles, se transforman. Y en tal sentido, la Cristina de hoy es diferente. En particular en estos últimos dos años, donde su estrategia fue hablar lo necesario, poco y nada. En la medida que los meses transcurrían y la economía se derrumbaba, Cristina no decía demasiado. Solo lo justo y desde su rol institucional como senadora.
La estrategia utilizada fue brillante: al no hablar neutralizó la amenaza de las criticas salvajes. Al no hablar, también comenzó a instalar en el imaginario colectivo el anhelo de un país diferente, más inclusivo, más solidario, con más bienestar y justicia social.
Pero en forma paralela se potenció una fortaleza: la gente comenzó a comparar y como producto de la simple comparación concluyó que en los gobiernos de los Kirchner se vivía mejor, tanto en lo personal como en lo social. Explicación que por sencilla no deja de ser contundente.
Cristina también fue diferente cuando presentó su libro el jueves pasado, con la sala más amplia de La Rural colmada, con miles de militantes en los patios contiguos y abarrotando la Avenida Sarmiento, resistiendo estoicamente a una brava tormenta que azotaba a esta ciudad de la furia.
Llegar hasta donde está hoy, fue producto de un largo camino que Cristina debió fatigar: ser presidenta durante dos períodos; construir una excelente popularidad que en 2007 le permitió imponerse en las presidenciales sin necesidad de segunda vuelta; recibir el impacto negativo de la 125 y la crisis con el colectivo rural que le generó una caída importante en su popularidad; la muerte de su compañero de toda la vida y el nuevo renacer con el triunfo de 2011, en imagen positiva y en votos.
Y después vinieron los malos tiempos: de derrotas electorales, de persecuciones políticas y judiciales, que deterioraron nuevamente su imagen.
Pero Cristina supo resistir. Frente al mal tiempo buena cara y siguió adelante. Sin prisa pero sin pausas. Siguió adelante con su proceso de transformación.
Como puede detectarse en esta encuesta su imagen también se está transformando para mejor: crecen las ponderaciones positivas y por lógica bajan las negativas. Su techo de crecimiento ha dejado de ser tan acotado: es bastante más alto que a principios de este año.
Y se pudo ver y escuchar a una Cristina diferente en la presentación de su éxito editorial. Si la política es el arte de transformar la realidad, y aunque Cristina no habló demasiado de política, lo que planteó fue lo justo y necesario. Instaló el concepto fundante de transformar y refundar la Argentina: un nuevo Contrato Social para una ciudadanía responsable.
Queda poco tiempo para definir si será candidata y luego (si lo decide) un duro camino a recorrer para lograr convertirse en presidenta por tercera vez. Pero el jueves pasado, rodeada de familiares, afectos, compañeros y fieles militantes, Cristina apostó a la transformación y no al cambio vacío. Les propuso a los argentinos otro modelo de gestión, otro contrato social, con nuevas reglas de juego para salir de la crisis.
Cristina formuló la posibilidad de una Argentina distinta, y demostró que esta Cristina de hoy es diferente a la de ayer y que aún tiene la fuerza y la capacidad de instalar el porvenir de la esperanza.