La semana que pasó fue demasiado complicada para el gobernador Miguel Lifschitz. Primero tuvo que anunciar, rodeado de todo su gabinete y los principales dirigentes del socialismo -para que no pareciera una derrota personal sino una cuestión de Estado- que bajaba la polémica consulta popular por la reforma de la Constitución Provincial. Y después tuvo que afrontar el escándalo derivado de la fuga de presos en la autopista Rosario-Santa Fe, cuando eran trasladados para visitar a sus familiares. Aquí la acción concreta, después de una crítica furibunda hacia la justicia, fue descabezar a gran parte del Servicio Penitenciario que sigue siendo el principal sospechoso por los peligrosos presos que se bajaron de un colectivo en medio de la ruta y fugaron por toda la zona.

En unas horas, Santa Fe pasó de discutir la conveniencia o no de incorporar las pistolas Taser a debatir cómo fue posible que una decena de reos con duras condenas terminaran caminando libremente por la autopista. Así de dinámica es la realidad de la seguridad. La política que sobre ella pretende construirse, tiene pies de barro. Algo que a esta altura debería conocer el ministro Maximiliano Pullaro.

Desde el principio los socialistas creyeron que el voto kirchnerista de la provincia los beneficiaría. Hoy aún lo creen, pero con muchas más reservas.

La decisión de resignar la consulta popular por la reforma Constitucional, fue con acusaciones hacia el peronismo que amenazó con ir a la justicia si el gobernador avanzaba con la idea de instalar urnas paralelas dentro de los cuartos oscuros del próximo 16 de junio, para preguntarle a la gente si quería o no una futura reforma, sólo basándose en un decreto y no en una ley como exigía el peronismo.

Pero más allá de las críticas a la oposición para justificar la claudicación de la medida, varios de los que estaban a su lado durante el anuncio sabían en su fuero íntimo que los dardos también iban dirigidos hacia ellos: Lifschitz sigue convencido de que su partido no lo acompañó como debía con la idea de cambiar la Constitución para, entre otras cosas fundamentales, habilitar su reelección en la Casa Gris. Si Antonio Bonfatti no se impone en los comicios de junio, Lifschitz tendrá más argumentos para señalar que si le hubieran hecho caso el mejor candidato para garantizar la supervivencia del socialismo en el poder era él.

Por el contrario, no son pocas las fuentes que indican que la consulta popular cayó por un airado enojo del propio Bonfatti que entendía que esa acción atentaba contra su campaña política que ya había sido lo suficientemente descuidada en pos de respaldar a Verónica Irízar en la tenaz interna que sostuvo contra Pablo Javkin en Rosario por la candidatura a intendente. Irízar cayó derrotada y Bonfatti no obtuvo la cantidad de votos que esperaba para afrontar en mejor posición las generales de junio.

Bonfatti cree que por apostar a Verónica Irizar, el PS descuidó su candidatura.

El fuego interior se avivó en el socialismo a medida que fue cambiando el escenario político en Santa Fe. La unidad del peronismo resultó ser mucho más competitiva de lo esperado y la interna entre Omar Perotti y María Eugenia Bielsa, se tornó estratégica de cara el futuro alentada por una formidable recuperación del peronismo nacional con la ex presidenta Cristina Kirchner a la cabeza, cuyos movimientos políticos tuvieron mucho que ver con lo pasó en Santa Fe en estas PASO.

Pero esto Lifschitz ya lo sabía y por eso se puso a construir con Roberto Lavagna una alternativa nacional que le de aire al socialismo santafesino y también expectativas políticas para él mimso. "El partido socialista no es el Movimiento Popular Neuquino", repite el gobernador para hacer entender la necesidad de una proyección nacional que su fuerza sólo tuvo con Hermes Binner hace unos pocos años.

Las críticas que recibe el PS por insistir con el poco político "voto en blanco" entre un posible debate electoral entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner; es realidad un camino único hacia la supervivencia propia. Si el socialismo termina pareciéndose demasiado al peronismo, se extinguirá.

Las mismas razones que le devolvieron vida política a Cristina Kirchner y al peronismo en su conjunto, son las que operaron mágicamente para la recuperación socialista. Cambiemos lo hizo, de manera rápida y sin pausa. Si se mira con detenimiento el mapa electoral de Rosario, se puede advertir con claridad que mientras el peronismo conserva su caudal de votos, el socialismo se impuso en las mismas seccionales en las que en 2017 había triunfado el macrismo. Los 110 mil votos que perdió Cambiemos entre una elección y otra se mezclaron en la suma de Javkin e Irízar. Es el mismo electorado que vio que "pasaron cosas".

Ese escenario entusiasmó al principio a un socialismo que venía golpeado y desgastado por los años de gestión. Ese desgaste le abrió la puerta a Javkin: Una manera directa de decir que se volvían a reivindicar las políticas públicas del socialismo, pero con un cambio corto. A través de un frentista no socialista. A nivel provincial no está esa opción y por eso la candidatura de Bonfatti engordaba con el transcurrir de los meses. Pero lo que no estaba en los cálculos fue que el peronismo alcanzara el nivel de competitividad que tuvo como para transformarse en un instrumento de cambio, ahora sí brusco, en la provincia.

Desde el principio los socialistas creyeron que el voto kirchnerista de la provincia los iría a beneficiar. Hoy aún lo creen, pero con muchas más reservas. No sólo porque María Eugenia Bielsa salió a decir que "no esperen pescar en nuestro electorado", sino porque hay razones objetivas para creer que Perotti no expulsará tantos sufragios de ese sector. Porque su acuerdo con el kirchnerismo demostró ser mucho más sólido de lo que se pensaba y porque muchos de esos electores votarán en Santa Fe con un ojo puesto en lo que se jugará en la nación a partir de agosto.