“Nos conocimos en un sueño”, canta Ani Di Franco en “Two Little Girls”, tema donde repasa la historia de dos mujeres que no son lo que parecen. En un pasaje de Dead To Me (producción original de Netflix) las protagonistas se declaran fans de la cantautora indie e ícono del feminismo y, como en la canción mencionada más arriba, la fachada entre ellas se irá disolviendo hasta mostrar otra naturaleza: más pesadillesca pero también más real. Lo dicho también corre para la ficción creada por Liz Feldman (Two Broke Girls).  ¿Comedia negra sobre una mujer atravesando las primeras fases del luto? Sólo en la superficie, ¿drama acerca de dos nuevas amigas atravesadas por el dolor? Un poco más caliente. “Traumedia”, definieron los creadores de este producto cuyos diez episodios de media hora ya están dispuestos en la plataforma on line. 

Jen Harding (Christina Applegate) acaba de perder a su marido, que murió desangrado en la calle. “Imaginate que tu esposo sea arrollado y muriera inesperada y violentamente. Es como eso”, le clava a una vecina que le pregunta cómo se siente. El culpable se dio a la fuga y por eso la viuda mitiga su pesar anotando las placas de los autos chocados. Como parte de su catarsis, la madre de dos hijos escucha heavy metal industrial encerrada en su coche y comienza a ir a una de terapia grupal. Ahí conocerá a Judy Hale (Linda Cardellini). Si la primera es una maniática del control que no soporta que le digan como atravesar su duelo, la segunda es un espíritu libre de las que hace chistes en los lugares más inapropiados. Una de esas excéntricas que va saltando por la vida más allá de que la parca y el caos la vienen rozando en lo más íntimo. 

Lo que comienza como el consuelo nocturno a través de largas charlas telefónicas terminará con la mudanza de Judy a lo de Jen. La serie podría haber trazado cómodamente el relato de dos opuestas hechas para amarse que, mientras toman botellas de vino y hablan sobre sitcoms, se van recuperando en tiempo y forma. Pero sobre el final del primer episodio, la introducción de una vuelta de tuerca en el guion alterará la estructura. Se trata de uno de esos ganchos concebidos para que el espectador consuma la serie de un atracón porque querrá conocer el modo en el que esa amistad, diseñada para irse al tacho, finalmente lo haga. Quizá sea un ardid algo forzado, dado que es en la química entre las dos actrices donde realmente gana la propuesta. 

La presencia de una comediante todo terreno como Applegate, que Will Ferrell y Adam McKay se anoten como productores, incluso algunos pasajes y gags iniciales, llevarían a pensar que Dead to Me se acerca a las orillas de la comedia negra. O una versión femenina de After Life donde Ricky Gervais hace su sincero repaso de la viudez –también dispuesta en Netflix–. Aquí las dos mujeres al borde de un ataque de nervios se apoyan y destripan a los hombres que las tildan de locas. Incluso Judy y Jen hacen chistes sobre lo que es ser mujeres empoderadas por estos días cuando llevan hasta un depósito las cosas del finado. A la ligereza se la resquebraja con estiletazos sobre la pérdida, el perdón y la amistad. Cardellini, sin dudas, se lleva lo mejor de cada escena juntas. Applegate, por su parte, confesó que cuando la convocaron para el proyecto creyó que iban a ofrecerle el papel de la bohemia y despistada. Y el resultado fuera de su zona de confort es logrado y doloroso. “Jen, mi personaje, está atravesando el duelo de la peor manera posible, pero esa es su manera. El duelo no tiene un arco determinado. El duelo es jodido”, puntualizó la actriz.