El impresionante resultado solo sorprendió porque la goleada superó los pronósticos.
- Juan Schiaretti fue reelecto gobernador con un porcentaje de votos mayor al obtenido por cualquiera de sus predecesores (incluyéndolo a él mismo) desde 1983.
- n Seguirá contando con mayoría absoluta en la Legislatura unicameral, ampliando el número de 40 diputados sobre 70 con que cuenta hoy en día. Encabezó la respectiva lista Natalia de la Sota, hija del fallecido ex gobernador José Manuel De la Sota.
- El peronismo gobernará en yunta la provincia y su capital por primera vez. Los radicales habían podido hacerlo décadas atrás.
- El actual vicegobernador Martín Llaryora será intendente de Córdoba seguramente beneficiado por el arrastre de Schiaretti y la boleta única de papel en la que constaban todas las categorías votadas. Alejandra Vigo, dirigente de larga trayectoria y pareja del gobernador, actuó como operadora en la ciudad. Se proyecta como figura relevante en el futuro.
- La oposición local quedó diezmada, dividida entre la facción radical-PRO comandada por el senador Mario Negri en fórmula con el diputado Héctor Baldassi y la del intendente (pato rengo) de la capital, Ramón Mestre. En la caída rodó también Luis Juez, un referente local que fue intendente de la Capital, perdió por decimales la contienda con Schiaretti para la gobernación en 2007.
- La diferencia entre el vencedor y su escolta es la máxima desde la recuperación democrática. Con escrutinio sin terminar, agregamos un dato virtual: ese record se mantendría si se adicionaran los votos de Negri y Mestre. Una suma ficticia entre dos facciones que se odian.
“Los de afuera son de palo”, proclamó Schiaretti mientras colocaba la boleta en la urna, luciendo la campera roja que usa como cábala. Se refería a los no cordobeses. Podría extender la frase a sus opositores locales, minimizados por el pronunciamiento popular.
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Existen diferencias interesantes entre los tres comicios para autoridades provinciales ya realizados aunque en todas primó el oficialismo local y le fue fatal a Cambiemos. En Neuquén y Río Negro la elección de 2015 sirvió de predictor bastante preciso para las diferencias totales y el acumulado del vencedor. Schiaretti, en cambio, mejoró mucho en ambos aspectos. En 2015 se había alzado con un 40 por ciento superando a Oscar Aguad por algo menos de 7 puntos.
En las provincias patagónicas el Gobierno del presidente Mauricio Macri alegó prescindencia y se involucró poquito en la campaña. En ésta, tiró mucha carne en el asador: intentó disuadir a Mestre para que resignara su candidatura y envió a importantes protagonistas para bancar a Negri. No resultó, por lo visto. El parcial de Negri es penoso, magro su gap respecto del díscolo Mestre.
La inminencia de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) añade un dato novedoso. Mestre y Negri llegarán demolidos al cónclave, no encabezarán nada, servirán (como mucho) para ser mostrados a título de ejemplo negativo ante los correligionarios.
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Los escenarios de cada provincia son únicos, la continuidad electoral de sus mandatarios supera el 75 por ciento de los casos desde hace tiempo. Pero las secuelas propagan a lo nacional. Las sucesivas debacles enconan, bajonean y dividen a Cambiemos.
Schiaretti queda instalado como primus inter pares respecto de sus colegas justicialistas. Un sitial interesante para movidas futuras sobre todo si el hombre asume cuán difícil es proyectarse desde la Docta a la Nación así sea aupado por un container de lleno de votos. El “Gallego” De la Sota intentó ese salto desde 1988, lo exploró en 2003 y 2015 pero jamás pudo llegar a competir con chances.
El gobernador pronunció un discurso sereno que tuvo semanas para elaborar porque conocía el veredicto. Habló de mesura, despotricó contra la grieta que “a veces sirve para ganar elecciones pero no para gobernar”. Levantó la bandera del federalismo, evocó a los 30.000 desaparecidos, elogió a los productores del campo, la industria, a los trabajadores formales o de la economía popular. Un policlasismo extendido sin mención a conflictos. Reivindicó la igualdad de género.
Su biografía le sirvió de base para un mensaje abarcante: cuna humilde, secundario en el Colegio Militar, lucha en el Cordobazo, exilio, trabajo exitoso en una multinacional.
Guiñó hacia “lo nacional” explicando que el “cordobesismo” quedó atrás. Las traducciones posibles son múltiples. Moduló algunos ítems de un programa de gobierno o de una propuesta para una alternativa política nacionales. No adelantó ambiciones ni las resignó: hubiera sido un error y un gesto de desapego para los comprovincianos que lo plebiscitaron. Era el momento de congraciarse por ser “cordobés hasta el caracú”.
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Schiaretti amuralló la provincia durante la campaña y el palco en el festejo. Otros referentes del peronismo federal brillaron por su ausencia. El ganador eligió con buena lógica autocelebrarse sin compartir con nadie el momento.
Tal vez ayer nació un presidenciable que debería atravesar las peripecias de las Primarias Abiertas (PASO). Cada provincia es única, nada garantiza cuantas adhesiones convocaría Schiaretti en otras. Como fuera, creció como torazo en rodeo propio. En el más amplio, habrá que ver y esperar unos días o semanas.