La mujer sometida al hombre, sin poder elegir si desea parir o no, si vestirse de tal manera e ir a donde quiera. La mujer como trofeo de caza. Estas situaciones, muy actuales por cierto, recorren la obra Un cuerpo salvaje, dirigida y escrita por Silvia Gómez Giusto, en cartel en el Espacio Callejón los viernes a las 22 horas. Lo interesante es que la propuesta transcurre a principio de siglo XX en el campo de una familia argentina acomodada y que, un siglo más tarde, muchas de esas cuestiones siguen dolorosamente vivas.

El espectáculo refleja muchísimo trabajo y elaboración en sus capas: texto, actuación, puesta en escena, uso del espacio, iluminación, música. Cada uno de estos rubros exhibe una búsqueda y encuentra su sentido. La obra combina humor y seriedad, vitalidad y densidad, movimiento y desolación. La acción toma todo el espacio, se despliega en distintos planos (incluido el fondo con los cuerpos de los personajes quietos e iluminados como cuadros fantasmagóricos), se enriquece con un sonido que carga la atmósfera y con actuaciones de estilos diversos. Todo envuelve al espectador en un ambiente reconocible y a la vez algo ensoñado, con una escenografía que sugiere distintos espacios de una casa de campo. En esos ámbitos se cruzan las tres hijas del dueño de casa, pura efervescencia hormonal, muertas de ganas de ir al baile del pueblo y al encuentro del hombre, el padre autoritario, la madre cómplice, el hijo en un vínculo erótico con el peón, una pareja invitada de extranjeros jóvenes que no esconde su sexualidad a flor de piel, y una sirvienta indígena de mirada extraviada y casi muda que parece estar en otro tiempo y espacio. 

Los conflictos son muchos y van armado un entramado de subjetividades alteradas: la sed de libertad de las chicas, la impostura de la madre (una magnífica actuación de Virginia Kaufmann) que comienza a deteriorarse mostrando sus necesidades (no tan distintas a las de las hijas), un padre falsificador de cuadros, fabricante de una bebida de poderes alucinatorios y dispuesto a entregar a sus hijas al mejor postor, una indígena convertida casi en un fantasma, hombres jóvenes tironeados entre el deber y sus deseos. La directora logra una puesta dinámica y atractiva: los diálogos son ricos y campean entre el humor y la emoción profunda, la acción circula por todo el espacio incluyendo laterales, fondo, entradas y salidas remitiendo algunas veces a zonas más espectrales que reales, la música empuja la trama y crea climas, los estilos de actuación se diferencian. En este sentido, la quietud de la mujer indígena (acaso en alusión a los aborígenes en cautiverio en la misma época, en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde se exhibían como piezas de colección) se contrapone con la vitalidad de las hijas, la verborragia de la madre y la desenvoltura de los invitados (ella es francesa y usa pantalón, un dato no menor para la época). Sobrevuela la sensación de que los esfuerzos de padre por decidir sobre la vida de los demás (sean su esposa, sus hijos, el peón o la india) no tienen larga vida. Y algo colabora en esa caída: la bebida misteriosa que produce el patriarca y que los invitados extranjeros quieren convertir en negocio. Ese elemento marca el comienzo de un desmadre generalizado, verbal y corporal, con una madre que empieza a soltar unas cuantas verdades. Si al comienzo de la obra, Argentina (así se llama la madre) decía: "Mujer se es cuando se tiene un marido y una casa que cuidar", más adelante confiesa ante sus hijas, en alusión a una yegua de la estancia que no está pudiendo parir: "Yo tampoco elegí parir. Ustedes tampoco van a elegir". Sólo por momentos, algunas actuaciones, en busca de intensidad, tensan demasiado la cuerda y se vuelven algo forzadas. 

Con este trabajo, Silvia Gómez Giusto consolida la tendencia que inició con El origen  y con  India, dos creaciones sólidas y entrañables que combinaban emoción, humor y lucidez. Una vez más, la autora y directora deja a los espectadores pensando y sintiendo sobre cautiverios pasados y presentes. 

Puntaje: 8 (ocho)

Dramaturgia y dirección: Silvia Gómez Giusto.

Elenco: Virginia Kaufmann, Rafael Solano, Silvina Katz, Lucía Villanueva, Matías Broglia, Mauro Alvarez, Paloma Sirvén, Jazmín Falak, Manuel Melgar, Flora Riviére

Vestuario: Jam Monti

Iluminación: Sebastián Francia

Diseño y realización de escenografía: Alicia Leloutre, José Escobar, Julieta Kompel

Funciones: Viernes a las 22 horas en Espacio Callejón  (Humahuaca 3759).